Mientras un pueblo no sepa distinguir entre la salud natural y la artificial, tenderá a caer en manos de “una industria de medicamentos que está monopolizada por unas cuantas farmacéuticas”, como dice la investigadora en el tema y docente de la cátedra de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, Clarisa Giaccaglia. Tiene razón la académica, máxime si desconoce que la salud es un bien y un derecho universal.
Mahatma Gandhi lo asienta en sus memorias: “la experiencia demuestra que si un medicamento se halla en nuestra casa, no sólo no saldrá jamás, sino que atraerá otros frascos. Encontramos un número incalculable de seres humanos afligidos por cualquier enfermedad durante su vida, a pesar de su exagerado amor por las drogas. Hoy les cuida este doctor, mañana buscarán otro. Se pasan la vida buscando en vano el médico que les curará.”
Ese concepto es analizado con severidad cincuenta años más tarde por la doctora canadiense Ghislaine Lanctot, en su libro intitulado La mafia Médica cómo salir de la prueba y recuperar salud y prosperidad, en el que va más allá al señalar que el sistema mundial actual de salud está diseñado para cuidar la enfermedad y no promueve la salud mediante un sistema de sanidad social acorde con la naturaleza.
La doctora Lanctot fue despedida del sector médico porque su obra molestó a la industria médica y farmacéutica. En ella se cuestiona: ¿cómo se encuentra la mafia médica? Y responde que “ha eliminado toda competencia.
Desde que existe, la industria farmacéutica ha asomado su oportunismo ante la falta de leyes que no sólo le exijan no ser lucrativa sino además estar en un marco de sanidad social para beneficio colectivo que no tienen los gobiernos en su mayoría, como lo han desmenuzado en sus notas y reportajes medios como BBC Mundo e Infoabe, entre otros. El primero con títulos como “vinculan a expertos de la OMS con farmacéuticas” y “cómo las farmacéuticas ganan más que los bancos”. Infoabe intituló “Quién es el magnate de la industria farmacéutica”. Con estos encabezados el lector ya podrá imaginar la magnitud de lo que se habla referente a esa industria.
El jaloneo por dominar el mercado de medicamentos ha llegado a tribunales como ocurrió en India con Novartis, farmacéutica que pretendía que la ley que protege las patentes locales se hiciera más laxa. Novartis chocó con el fallo del Tribunal Superior de Chennai (Madrás) que desechó sus alegaciones en segunda instancia.
El presidente de Médicos sin Fronteras, Unni Karunakar, opinó sobre ese fallo que “en lugar de abusar del sistema de patentes forzando las normas y consiguiendo nuevas protecciones para sus medicamentos viejos, la industria farmacéutica debe centrarse en la innovación real, y los gobiernos desarrollar un marco nuevo que permita que el desarrollo de nuevos medicamentos los haga accesibles para todos. Invitamos a Novartis a ser parte de la solución, en lugar de ser parte del problema”.
Las farmacéuticas, para imponer sus productos y hacer subir el valor de sus acciones, como ocurrió después de la emergencia sanitaria del virus de la influencia en México y que impactó a nivel mundial, se han allegado del legado cultural e histórico de las grandes civilizaciones, como lo hizo en 2007 el acuerdo de Pharmaconsult con Laboratorios Roche, que ordenaron una edición especial y confidencial con la obra “La salud en la época romana” en la que se compila la honda sabiduría culinaria y médica de la civilización en Roma, patrimonio cultural histórico que no se difunde para los pueblos.
*Presidente de la ONG Franature