Fue una tragedia. Y sigue siendo. Mil soldados dispararon ese día. Era una manifestación pacífica. En mi cuarto, con gran tristeza tuve siempre una fotografía enmarcada de todos los estudiantes, sentados en el piso, que sólo oían. Poniatowska lo refiere en un libro con gran cuidado. Y a cincuenta años, lo tenemos que recordar. Generación marcada por un sueño: la libertad. Eran una bola de jóvenes. Y en el templo de los sacrificios humanos, se le añadieron muchos, muchos más.
Lo que haya sido se convirtió en una tragedia. Para todos nosotros, la vida cambió radicalmente. Y más que nada y que nadie, descubrimos que todos adentro de nuestro México, éramos hermanos. Y mi maestra Guillermina, fue la que nos abrió la mente, la conciencia y la vida entera. Descubrió ella una nueva forma de tratar de entender, qué era lo que había pasado. Por muchos días, semanas, buscó a su cuñado que
Error fue muy poco para una grande consecuencia de tragedia. Y busqué desde entonces como loca a Oriana Falacci, víctima de balazos cruzados, a la que alcanzaron las balas, se atrevió a hablar con valor, y se llevó la historia. Y la impotencia, la rabia, y el llanto se abrazan desde entonces, a los estudiantes, jóvenes mexicanos que cayeron. A los que nunca morirán. Y ese México se deshizo. Se manchó de sangre. Se llenó de muertos. De drama de una noche, después de las seis de la tarde. Se llenó de caos, y de historias de dolor y miedo. Y la prensa calló. No se dijo nada. Apenas los extraordinarios Miguel Reyes Razo y Ubaldo Díaz lo entendieron: era una pesadilla que aún sigue en el alma de los mexicanos que sí sentimos.
A Gustavo Díaz Ordaz, el ejercicio del poder y mano dura que eran su absoluto cotidiano, se le pasó la mano. Y será recordado por haber asumido la responsabilidad ética, política, histórica, social, cultural, y… trágica del 2 de octubre. Su mayor error fue haber dejado a Luis Echeverría, y así lo pensó siempre. Siempre supo que fue él quien dio la orden.
Y gracias a Dios se paró -creo- el conflicto monumental que se avecinaba ahora, en este momento en donde se estaba condenando otra vez, a que la UNAM tuviera un problema de grandes dimensiones. Con eso de que el próximo presidente aún no toma las riendas, y que el actual ya se despidió con su último informe, se pudo haber convertido en otra tragedia. Con porros pagados por probablemente quien quiera poner en jaque al país, (extraños poderes internacionales) al ver un hueco y pensar un vacío de poder, deshacernos de nuevo.
A cincuenta años, el 2 de octubre, no se olvida.