Toluca/Estado de México
Para Junior, de 28 años, el trayecto para alcanzar el “sueño americano” ha sido una verdadera pesadilla. Tiene tres meses “atorado” en Toluca porque su hermano Mauro, de 29 años, cayó del tren, a principios de marzo, y le cercenó el brazo. Una vez que termine su recuperación, continuarán su camino.
Les ha tocado ser extorsionados en Guatemala y México. Se escondieron de la delincuencia organizada para evitar ser secuestrados. Fueron testigos de una violación multitudinaria a una joven de 15 años que también iba rumbo a los Estados Unidos. Pasan hambre y frío, pero no cejan en su intento de lograr una mejor vida.
Junior viaja, además de su hermano, con su esposa y con sus tres hijos: Shelsi, de nueve años; Kerwin, de 11, y Shanaya, tres.
OBLIGADO
En Honduras, Junior era jugador de futbol soccer profesional en el Atlántida, de Segunda División, donde recibía un buen salario para mantener a su familia. La pandemia por Covid-19 acabó con todo, lamentó. Los partidos fueron suspendidos, no había forma de que le siguieran pagando.
Sin embargo, su esposa Karen, que tenía una cocina económica, continuó con el servicio a domicilio. Él compró una moto para la entrega. Todo iba bien, hasta que los grupos criminales les pidieron “cuota”. Tras negarse, porque apenas salían los gastos diarios, un delincuente encañonó a su hija con una pistola. Verla llorar y amenazada lo dobló. Tuvieron que cerrar.
Ellos vivían en la Ceiba, Honduras. “Ahí las pandillas 18 y MS roban, matan, violan, cobran cuotas, matan a plena luz del día, cosa que se hizo más grave con la pandemia. Ya no había forma de quedarse”. Su hermano, que ya vivía en Estados Unidos, le insistió para que dejara todo. No le quedó otra alternativa, pero debía ser con toda su familia para no dejarla expuesta a manos de los delincuentes.
Dijo que, en su tierra, desde los 10 años los niños ya son pandilleros. Kerwin, que no es su hijo biológico, fue testigo del asesinato de su padre. “Lo tenía en hombros cuando llegaron unos jóvenes y le pidieron que lo bajara, en ese momento le dispararon”. El niño apenas tenía ocho años.
EL TRAYECTO
Junior llevaba apenas 4 mil quetzales en la bolsa para la travesía, es decir, 10 mil 200 pesos mexicanos. En Guatemala le quitaron el dinero los policías y debieron pagar a “la maña” de ese país para que los dejaran pasar a México. “Es el gran negocio para policías y criminales”, comentó.
Ya en Pichucalco, Chiapas, en México, iban a “agarrar” el tren, pero estaban secuestrando migrantes. Una persona que vive a orillas de las vías les advirtió. Fueron testigos de cómo se llevaron a familias completas que no hicieron caso de la advertencia. Más de 15 personas fueron subidas a tres unidades tipo Urvan, por hombres con armas largas. Curiosamente una patrulla había pasado momentos antes. Junior cree que ellos avisaron a los “mañosos”.
Después pudieron salir gracias al apoyo de una mujer que los llevó a Huamanguillo. Ahí se quedaron por nueve días. Junior trabajó lavando carros y cortando limón. Después siguieron su camino en el tren. Ahí fue donde conocieron por qué le llaman “la bestia”: antes, dijo, eran garroteros, hoy es “la maña”. Hombres fuertemente armados pararon el tren, solo para violar a una adolescente de 15 años. Uno tras otro y la impotencia de no poder hacer algo por ella. Sólo tapó los ojos a su hija. Sólo las lagrimas recorrieron su rostro.
Ahora, esperan su hermano se recupere en Toluca tras el accidente y continuar…
