Toluca
El silencio y la oscuridad sepulcral que invade el panteón de San Lorenzo Tepaltitlán fue roto por esta noche. El camposanto se convirtió en un espacio de convivencia entre vivos y muertos, con música, fogatas, comida y hasta bebidas.
Miles de ceras prendidas sobre las tumbas, para mostrar el camino a los difuntos, confundidas entre flores de cempasúchil, alcatraces, rosas, nubes. Rezos, cantos con guitarras y hasta mariachis y tríos.
Las ollas de atole y café, pegadas a las fogatas para soportar el frío incremente de la noche. Pero eso no importa, no hay tristeza, hay alegría y gozo por estar un día del año con los seres queridos que se han adelantado en el camino.
Niños y adultos enfundados en abrigos, guantes, rebozos. Algunos, quienes tienen espacio, guarecidos en casas de campaña o techos improvisados con plásticos. Pero la familia y amigos están ahí reunidos, en torno a las tumbas de “muertos”. Noche de velada, noche de fiesta.
Los puestos de comida hacen kermés. También están los visitantes curiosos, aquellos que sólo saben que es todo un espectáculo llegar a un camposanto iluminado por cientos y cientos de parafinas. Es el turismo del “Día de Muertos” en México.
El miedo a los panteones donde reposan los fieles difuntos, no existe. Esas historias de terror, de seres descarnados, de brujerías, se convierten en nada. Quizá sólo en las pláticas de quienes no rompen esta ancestral tradición mexicana, sólo mexicana. La muerte, al final, es motivo de celebración.