Ya hemos platicado con usted en ocasiones anteriores por este medio sobre policías y detectives en la ficción. No hay mejor manera y más divertida de entender la sociedad humana, demasiado humana en que -como señalaba Sherlock Holmes- el crimen es su realidad cotidiana.
Los medios de difusión cumplen día con día, hoy electrónicamente prácticamente minuto a minuto, en tiempo real, su función de reportar estos hechos criminales aunque no explican el por qué y la mayor parte del tiempo no revelan quién lo hizo. Pronto se olvida el hecho criminal de ayer, por el de hoy, y el de hoy se olvidará mañana sin mayor explicación de la fechoría.
Pero la evolución de la literatura policiaca sí refleja, como en un espejo, y explica simbólicamente, el desarrollo real de las relaciones sociales y hasta la verdadera economía de un país, si se sabe contextualizar el relato.
De un tiempo a esta parte, digamos, en lo que va del siglo actual, todas las noticias acerca de la decadencia de las instituciones se pueden apreciar mejor a través de la literatura policiaca y especialmente de los diversos personajes de las series criminales en televisión y, cada vez más, específicamente realizadas para y por los nuevos medios digitales.
Estas series, por tradición y prejuicio llamadas ¨negras¨, pese a que sus malhechores son de todos colores y regiones de este mundo globalizado, se inspiran normalmente en originales obras de literatura anteriores, aunque en ocasiones el éxito de la serie precede a la escritura de sus libros. Como fue el caso reciente de Monk, el expolicía detective súper neurótico, que comentamos aquí hace un par de semanas, cuyo guión tuvo tanto éxito que la compañía televisiva encargó a un escritor ¨fantasma¨ (hoy políticamente incorrecto llamado todavía ¨negro¨ en la literatura en español, por diferentes razones) realizar las novelas de los episodios de Monk.
O las de Castle, donde protagoniza el original guión ficticio un inventado escritor fantasma (Richard Castle) junto con la bellísima policía Kate Beckett a quien en sus posteriores supuestas novelas hace el personaje principal de sus relatos criminales, inspirados en los casos que vive con ella luego de ser invitado a colaborar como asesor de la policía, precisamente por sus dotes en cuanto a imaginación de escritor que aplica a los casos ¨reales¨, inventados para y por la televisión y que dentro de la serie su personaje publica con gran éxito.
En la vida real, es decir, en el simulacro que vivimos los espectadores de carne y hueso (algunos gordos televidentes con más carne que hueso por culpa de la televisión y los cómodos sofás imprescindibles para disfrutarla), se han publicado efectivamente como novelas los libros a cargo de un equipo de escritores fantasmas que a la vez firman con el nombre del ficticio escritor de novela negra, Richard Castle.
Pero ¨en realidad¨ les iba a hablar de una nueva serie sobre el rudo caradura de la novela criminal, llamada Rocco Schiavone. La serie italiana, de claro corte policial, va más allá del género, para meterse en las emociones de un subcomisario muy políticamente incorrecto que precisamente por ello nunca va a ascender a pleno Comisario.
El rudo policía Rocco Schiavone es trasladado, por presiones políticas, en castigo, de Roma a Aosta, una provincia en la región de los Alpes que es la menos poblada de Italia (es desterrado por partir la cara a un pederasta violador, una escoria indeseable pero con un padre poderoso). Schiavone impone en un nuevo territorio su particular manera de resolver los casos, mientras intenta superar el dolor que le ha dejado la muerte de su esposa (como Monk y Tony Caruso, del The Good Cop, que comenté en este mismo medio el domingo pasado) y se aprovecha muy bien el recurso visual de introducir diálogos (prácticamente ¨alucinatorios¨) como en la gran novela de otro gran italiano Antonio Tabucchi, ¨Sostiene Pereira¨, muy recomendable también la película con el grandioso actor italiano Marcelo Mastroianni, aunque éstos otros diálogos resultan muy simpáticos, sin rencores, lo que es el caso de este Rocco, que es un cabrón, pero con un alma inmensa.
Con su sentido maleable de su quehacer, sus métodos heterodoxos, su cigarrillo mañanero de marihuana (hoy hasta esto se ve con ¨normalidad¨ cotidiana en la criminal sociedad actual que se anticipa a las tendencias de la sociedad global), fumado invariablemente en el despacho en vez del tradicional sobrio café de las series clásicas. Su mal humor impenitente y su escala de cosas que le molestan en la que el homicidio ocupa el grado máximo.
Schiavone es parecido pero mucho más profundo que el bohemio y encantador Comisario Montalbano del escritor Andrea Camilleri. Es inevitable comparar a Rocco Schiavone con su colega Salvo Montalbano. El propio autor Manzini lo explica muy bien: ¨Montalbano es correcto, buena gente, fiel, fiable, mientras que Schiavone no es políticamente correcto, es misterioso, sucio¨. Rocco es más dado a doblar la ley que a usar estrictamente los recursos legales de un policía y tiene un sentido de la ética muy peculiar. Montalbano es como tendría que ser un funcionario policiaco y Schiavone es como es un rudo policía.
Salvo Montalbano, el comisario de Camilleri se salta muchas normas y anda todo el día a la greña con sus jefes pero no tiene ese punto de delincuente que de vez en cuando muestra Rocco, aunque en ratos aparezca sentimental y grandioso, a su modo.
Este rudo policía caradura es alguien que odia profundamente la injusticia, que cuando empieza un caso no vive hasta que no lo resuelve, huraño pero tierno, mujeriego pero enamorado para siempre de su fallecida esposa Marina con la que sostiene, como dijimos, diálogos angustiosos.
Hay en las historias de Manzini muchas más emociones que disparos. Hay más cosas atravesando el alma de un hombre que un hombre atravesando casos. Y, sin embargo, Rocco Schiavone es una serie de claro registro policial. Sólo que -ni más ni menos- tiene una sabrosa combinación de condimentos que convierte el posible plato clásico en una joya a disfrutar. Y, precisamente, el personaje central de esta atractiva ficción italiana que se estrenó en 2016 por Europa Europa, el Rocco Schiavone del título, nació como pieza literaria, creada por la pluma de Antonio Manzini, quien luego escribió los guiones de este producto de RadioTelevisión Italiana.
Los guiones de Manzini nos dejan pegados al sofá leyendo o viendo la televisión o la tableta o el celular (cada quien tiene la tecnología que merece) ante dramas de sabor mediterráneo, pese a la nieve, y que recuerda al mejor Montalbano de Andrea Camilleri. Pero que el humor del personaje, sus bajas pasiones, sus peculiaridades, no les despisten. Estamos ante un personaje complejo, con un poderoso punto de vista, que en cierta manera ama su trabajo, una labor que desempeña bien y que supone casi lo único que le salva de la desidia y la locura.
Todo en Schiavone es peculiar sin ser excéntrico, es complejo sin ser artificioso. Rocco es algo corrupto, fuma marihuana en el despacho, no duda en ser muy cruel con casi todos sus subalternos, trata de trabajar lo menos posible, o al menos eso dice, y es un cínico de campeonato. Pero no es una caricatura y en él no hay maniqueísmo.
Pero es precisamente todo eso lo que le lleva a buscar la solución del caso con más ahínco, a investigar, allanar moradas, interrogar rudamente y engañar a los ciudadanos de esa humilde villa de vacaciones y esquí a la que lo expulsaron, como si le fuera la vida en ello.
En fin, Schiavone se siente sucio cuando investiga, sucio cuando roba, sucio cuando resuelve un caso, pero así es la vida...criminal. Su compleja personalidad, las marcas del pasado, la miseria de la vida y los recuerdos y pesadillas no le dejan ser feliz. Bienvenidos al mundo ¨real¨ de Rocco Schiavone, nuestro mundo.
(Noviembre 2018)