La decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador, con el apoyo de una aparente encuesta carente de los más mínimos requisitos para su realización, en especial, sin el soporte legal necesario, determinó él, y sólo él, la cancelación de la mega obra del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México que se construía en Texcoco con un avance del 30%.
Con esta decisión, que tomó incluso mucho antes de rendir protesta como presidente de México, dejó claro el camino por el que transitaría el nuevo gobierno denominado la Cuarta Transformación, con la que ha pretendido darle un giro a la historia de alcances revolucionarios sin tener que recurrir a la fuerza de las armas para lograr un cambio de régimen en el país.
Sin embargo, la proyección que ha emprendido el nuevo gobierno para lograr ese nuevo régimen parece ir en sentido contrario a lo prometido, por lo que poder ver un futuro próspero, que pueda considerarse que está entrando de lleno en una nueva etapa, cumpliendo con la promesa de no dejar atrás a los más necesitados y con un impulso decidido hacia una justicia social más equilibrada tan reclamada por años, parece que tendrá que esperar aún por tiempos mejores.
Las decisiones originadas más del lado autoritario del presidente que del ejercicio democrático tan presumido, han dejado más zozobra que certeza, la ya mencionada cancelación de las obras del nuevo aeropuerto tan emblemático por la importancia que representaba y la necesidad de su construcción, es una de ellas, deja al país en un rezago histórico deliberado, y con pérdidas incalculables, porque ese proyecto llevaba años de estudio, pues no fue de inicio propuesta del anterior presidente Enrique Peña.
El asunto aquí, es que esa decisión unipersonal perseguirá a López Obrador por siempre, es decir, ni aún terminando su sexenio lo dejará en paz, porque fue tomada aparentemente en base a una venganza en contra de sus enemigos, no había porqué darles gusto con sus millonarios negocios obscuros que, ha repetido el de Tabasco en múltiples ocasiones, fueron siempre su único interés, y repite sin cansancio que eso les molestó, por quitárselos, aunque de paso haya traicionado a los empresarios a los que antes les había hecho creer que no habría tal cancelación.
Esa postura le ha cobrado con intereses al originario de Macuspana, porque ha tenido que salir a dar maroma, tras maroma, sin considerar que por ella pagarán los mexicanos las consecuencias, vía impuestos, como ya se ha demostrado con los pagos que se han realizado, pero en lo político también lo perseguirá, y aún en lo legal.
Por el momento, el titular del ejecutivo tiene más poder del que incluso ni siquiera él pudo imaginarse, sólo que las decisiones mal tomadas, además de la señalada anteriormente, una vez que deje de ser gobernante y sobre todo, en el caso de que haya nuevamente alternancia en el poder ejecutivo, deberá preocuparse, porque el daño que está ocasionado a los mexicanos será cobrado en el futuro.
Los políticos piensan que serán eternos en el poder, ese es uno de los grandes errores que cometen, no es exclusivo del actual, los anteriores dieron una cátedra de ello, priistas y panistas no se quedan atrás, llegaron como el que se va a quedar por una eternidad, con soberbia hacen ajustes y despiden gente con la mano en la cintura, con una exagerada presunción de saber más que el anterior y al final, todos terminan por igual.
La falta de reflexión y sólo por el impulso de una corazonada, deja al pueblo como caldo de cultivo del político astuto, y lo vemos con el actuar del presidente actual, se aprovecha de ello para imponer su visión, que de acuerdo a su megalomanía está por encima de los demás, lo que da como resultado una figura inamovible en sus errores, a los que se aferra a pesar de que todo indica que lo son.
En los últimos días el resultado de la solicitud de sendos amparos han provocado la determinación judicial de dejar las cosas en el estado en las que se encuentran, suspendiendo las obras del aeropuerto de Santa Lucía, y actividades en el de Texcoco, al que se pretendía inundar con la clara intención de que ya se fueran olvidando de una vez por todas de él y sepultar en definitiva la idea de su reanimación. Todo esto demuestra que las cosas son tomadas a la ligera, porque puntualizan lo que había sido señalado sin cesar, no hay proyecto, no existen estudios de impacto ambiental, y en consecuencia, no hay condiciones de certeza para los potenciales inversionistas.
La cancelación de la obra del aeropuerto de Texcoco, la terquedad de la construcción del de Santa Lucía, del Tren Maya, de la refinería de Dos Bocas, los despidos masivos de burócratas federales, a pesar de que muchos de ellos son calificados, de las estancias infantiles, entre muchos otros, desconciertan a los empresarios con capacidad de inversión, al pueblo, y al mundo.
El tiempo dará la razón a quien verdaderamente la tenga, pero el nuevo gobierno, el de la Cuarta Transformación, el de López Obrador, cargará como el pípila con una loza pesada por la cancelación de la construcción de la mega obra del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, pero, en especial, perseguirá al mandatario por el resto de su vida.