"Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo". Con esta frase pronunciada por Juan Preciado, uno de los muchos hijos desbalagados de Pedro Páramo -pero el único legítimo-, empieza la novela del entonces despreciado y hoy olvidado gran escritor mexicano Juan Rulfo.
Su novela es emblemática de la corrupción del poder y debería obsequiarse a los mexicanos, además de la Cartilla Moral, para ayudar a erradicar la cleptopía que heredamos de los canallas corruptos emisarios del pasado, los desplazados y los que, fallecido el acomodaticio cómplice de la Revolución en su región, el canalla Pedro Páramo, se quieren colar en el nuevo régimen, como en el pasado lo hizo el canalla Compadre Mendoza que logró pasar de la derrocada dictadura del Porfiriato a la Tercera "Transformación" que se supone fue la Revolución Mexicana.
El Compadre Mendoza hace una crítica a la clase social empresarial de la época, cuyo oportunismo le permitió hacer negocios con los revolucionarios y mantener su posición económica dominante después en el nuevo régimen a pesar de todo.
Ninguna revolución termina bien: la inglesa terminó en Cromwell, la francesa en Napoleón, la rusa en Stalin, la China en Mao (la mexicana en Ávila Camacho, Miguel Alemán y el PRI, el PRD, el PAN y MORENA), y la estadounidense acabó en personajes como Nixon hasta Trump.
Pedro Páramo es, sin duda, un personaje canalla, como El compadre Mendoza, que es una película mexicana de 1933 basada en un cuento de Mauricio Magdaleno. La historia, como la de Pedro Páramo, se desenvuelve durante la Revolución Mexicana y narra la vida del terrateniente mexicano Rosalío Mendoza, un empresario oportunista que simpatiza con todos los bandos revolucionarios que visitan su hacienda. Pero a diferencia de Pedro Páramo, El Compadre Mendoza sobrevive y -traición de por medio- se une al nuevo régimen surgido de la Revolución, ya corrompido en su origen.
Del Capitalismo mexicano (y de todo el mundo) puede decirse algo así como lo que contestaba Gandhi cuando le preguntaron su opinión sobre el cristianismo: "es magnífico, ojalá que pronto lo pongan en práctica".
Porque el capitalismo en teoría es maravilloso, pero en México (y mundialmente) es distorsionado y corrompido por unos cuantos canallas cleptópatas que acaparan sus frutos (menos del 1%), así los plutócratas se las den de capitalistas filántropos al tiempo que crean fundaciones para pretender lavarse la cara (y a veces hasta el dinero mal habido) y empresas fantasmas para pagar pocos impuestos y recibir exenciones y ¨donaciones¨ (aconsejados por expertos abogados de la mafia) y desfalcar al erario. Por más que cambien la fachada, de todos modos Juan y Asociados te llamas...
La Cleptopía no es exclusiva de México, de hecho , el término es la traducción del título del libro de Matt Taibbi, Griftopia: Bubble Machines, Vampire Squids, and the Long Con That Is Breaking America, impreso en 2010 y que fue publicado un año después en español como CLEPTOPÍA: FABRICANTES DE BURBUJAS Y VAMPIROS FINANCIEROS EN LA ERA DE LA ESTAFA, por la editorial Lengua de Trapo.
Considerado, por buena parte de la crítica norteamericana, uno de los mejores libros sobre las razones de la crisis financiera desatada en 2008, Cleptopía es un preciso relato, lleno de humor negro, de los acontecimientos, y también de los nombres y apellidos, que llevaron a la caída y posterior salvamento público de la economía norteamerica. La tesis es que el sistema político y económico norteamericano blinda la estafa permanente de las élites bien conectadas.
Taibbi hace un descarnado retrato de la sala de máquinas del capitalismo financiero y de su dominio sobre la política contemporánea, cuyos nocivos efectos y canallescos personajes pueden observarse hasta en nuestros días.
En fin, la economía capitalista es demasiado importante para dejarla en manos de los economistas y los financieros estafadores que quieren seguir aprovechándose de Juan Pueblo. A ver qué pasa en la ¨Cuarta Transformación¨ y cómo salen de la próxima crisis mundial del capitalismo. Como decía la abuela: De todos modos Juan te llamas y !Qué Dios nos proteja!