Héctor, El Detective independiente mexicano, prefiere viajar en Metro
Héctor Belascoáran Shayne es un personaje literario creado por el escritor hispano-mexicano Paco Ignacio Taibo II. Este detective protagoniza las diez novelas que conforman la serie Todo Belascoarán Shayne, publicadas entre 1976 y 1993 y que ubican al México que se jodió después del 68.
Desde entonces algo huele a podrido en el decadente reino de la república imperial mexicana y su gran capital, la Ciudad de México: la corrupción y la muerte andan sueltas y el personaje que creó Paco Ignacio Taibo II, Héctor Belascoarán Shayne, ingeniero (en tiempos y movimientos) autojubilado y reconvertido en singular detective independiente, se lanza a resolver los casos más variados y plagados de singulares personajes en historias donde se entremezclan el suspenso y el humor, una extraña forma de ver y entender a la ciudad más grande del mundo.
Héctor Belascoarán Shayne es hijo de esta vibrante Ciudad de México, una pesadilla urbana donde la violencia, la corrupción y los abusos del poder se cruzan con los absurdos de la vida cotidiana.
Como detective independiente, en una sociedad donde la honestidad y la curiosidad se encuentran bajo sospecha, las historias en las que se involucra van desde la accidental persecución del enemigo público número 1, que claro está, es un jefe policiaco; hasta el enfrentamiento con un asesino de mujeres, pasando por la búsqueda del perdido pectoral de Moctezuma o de una conocida actriz de cine que desaparece en la frontera con Estados Unidos.
Belascoarán recorre principalmente en Metro una y otra vez la ciudad haciéndola suya. El caminar las calles, el integrarse a las multitudes, el utilizar el transporte público son las formas en las que el protagonista se afirma como parte de la ciudad. La actividad de investigador le exige un permanente desplazamiento por la metrópoli, lo que hace de su ritmo, las calles, y los medios de transporte componentes cotidianos. En ellos puede asimilarse al entorno por medio del anonimato y reflexionar sobre los casos que atiende y los conflictos de su vida personal.
Belascoarán prefiere el Metro, “llévate un Volkswagen rojo que está en el estacionamiento del frente. Yo prefiero el Metro”. Le dice a su nueva asistente. Y esta preferencia se mantiene a lo largo de toda la serie. La preferencia por el Metro tiene entre sus razones la de ser un espacio donde el control es completamente ajeno. Su participación en el mismo es pasiva y eso le permite ocupar su mente en otras actividades entre las cuales sobresalen pensar y leer. Para meditar, el Metro le ofrece el paréntesis frente a la calle pues le permite un descanso a la atención que tiene que mantener en ellas. “Habitualmente el Metro era el lugar más adecuado del mundo para pensar, nada se cruzaba en el orden infrahumano que lo controlaba¨.
La información del mundo es tan necesaria como el comer o el dormir. Hace parte del ser de la ciudad. Y no sólo es el hecho de estar enterado, sino elaborar una posición, enfrentar la noticia con una actitud personal. La ciudad es receptáculo de las influencias internacionales y, a su vez, influye en otras ciudades y en otras regiones, lo anterior es especialmente cierto para la Ciudad de
Su método: “Héctor sólo conocía un método detectivesco. Meterse en la historia ajena, meterse físicamente, hasta que la historia ajena se hacía propia”.
El Teniente Mario Conde, detective no independiente al servicio de la Central de Investigaciones Criminales de La Habana, viaja en camiones
La diferencia en la Cuba socialista no es simplemente la acarreada por el poder económico, es la generada por la ubicación ante la burocracia oficial o el Partido. Diferencia similar fue percibida por el crítico Walter Benjamin en su relación sobre la vida en Moscú, para quien la sociedad Rusa se asimilaba a una sociedad de castas, desaparecidas las clases.
La penuria, debida a la escasez de los bienes de consumo, como parte de la miseria y el deterioro presentados en la saga novelística de Leonardo Padura, Las Cuatro Estaciones (presentada en cuatro estupendas películas en Netflix)
merece ser matizada pues si bien hace parte del deterioro social de la ciudad, no necesariamente es asimilable con miseria, al menos en la concepción sociológica tradicional.
Las colas, si bien son muestras de las limitaciones en la distribución de los bienes, no necesariamente significan ausencia del bien. La guagua (el camión) puede pasar repleta, pero pasa. Por otro lado, la pobreza en Cuba tiene características sui generis, en especial por la ausencia de pobreza extrema y la protección social que contempla salud, educación y servicios básicos de vivienda.
Mario Conde consolidó un método de investigación con amplio espacio para las premoniciones y las asociaciones inconscientes. Su vinculación a la institución se vio signada por el sentimiento de fidelidad, marcado principalmente por su relación con su jefe, y el desencanto del mundo del delito y de la vida burocrática, pero, en especial, desencanto por su gestión pues “el daño está ya hecho” y su trabajo como investigador muchas veces lo incrementa. Por eso, se retira a la vida privada y trabaja como librero, en la compra-venta de libros usados, observando cotidianamente como el cambio de valores lleva al cinismo y a la degradación de la ¨nueva¨ sociedad.
El detective de Taibo y el de Padura comparten el desencanto con su sociedad, uno, el de la Revolución Mexicana, que pretendió corregir los excesos de la dictadura capitalista de Porfirio Díaz y el otro, el de la Revolución que llevó a Cuba al socialismo real, que se ha visto en aprietos desde sus inicios, bloqueada desde el exterior por Estados Unidos y sometida a los dictados de la Unión Soviética cuando existía y sin su ayuda desde su desaparición.
Ambos movimientos revolucionarios con ciertos logros, pero al final con grandes fracasos y hoy en busca, en México de salir del deterioro creando una sociedad igualitaria, menos clasista, y en Cuba, de reconocer algunas diferencias que produce el capitalismo, como mal menor, ante las desviaciones de las castas burocráticas que producen el deterioro económico de su país.
La incrédula sabiduría del Padre Brown y su eterna bicicleta
El padre Brown es un sacerdote católico y ¨detective¨ ficticio que aparece en 53 relatos cortos publicados entre 1910 y 1936 escritos por el novelista inglés G. K. Chesterton (1874-1936). En su mundo parroquial el Padre Brown resuelve misterios y crímenes con que se encuentra, dudando de su prójimo, usando su sabia intuición y su agudo entendimiento de la naturaleza humana.
El personaje se convirtió en uno de los ¨detectives¨ sin placa más famosos de Gran Bretaña, singular continuador de Sherlock Holmes. Con una diferencia en el método: para Holmes, la clave del misterio criminal está en detectar e interpretar brillantemente los indicios en la escena del crimen, pero el cura Brown da por sentado que la escena del crimen siempre es alterada por el malhechor (a veces, la propia policía), para desorientar la investigación y, por lo tanto, requiere no sólo de la detección, sino de una reinterpretación adecuada de la escena. Sherlock Holmes regaña a los torpes policías por no tener cuidado en preservar la escena del crimen, en cambio, el Padre Brown sabe que la policía misma, por torpeza o intencionalmente, a veces altera la escena del crimen y los criminales siempre lo hacen. Por lo tanto, nunca hay escena original del crimen y la investigación tiene que recurrir a otros métodos para allegarse evidencias verdaderas.
El cura rechoncho con cara de enterarse poco de las cosas, pasea en bicicleta por su pueblo. No tiene miedo de los automóviles, sencillamente no sabe manejar y cuando lo tiene que hacer en algún episodio resulta un desastre automovilístico (estos cuentos policíacos de Chesterton fueron escritos empezando en 1910 cuando el automóvil no era de uso tan general y el último fue en 1936).
Así, el Padre Brown descubre los culpables de horrendos crímenes sin echar mano de la tecnología y usando un recurso tan antiguo como la humanidad misma: hablar con las personas.
Tantos años escuchando las confesiones de sus feligreses le han dado un particular conocimiento sobre los orígenes del mal y el funcionamiento de la mente criminal, pero el Padre Brown no está allí para juzgar, sino para salvar almas y, mediante esto, resolver el crimen cometido.
El enigmático sacerdote investiga el crimen con su estilo particular y mantiene una tensa relación con el jefe de policía local, el inspector Valentine, y, por supuesto, con su rival, el Ladrón Caballero, Flambeau, a quien acaba convirtiendo al bien y convenciéndolo de retirarse de su vida criminal y hasta de ayudarlo a resolver algunos casos criminales con que se topa el Padre Brown, pues, como dice el cura, ¨Yo no busco el misterio, el misterio me busca a mí¨.
En fin, si quiere profundizar en la problemática de la sociedad mexicana de hoy, lea a Paco Ignacio Taibo II. Si desea saber del régimen cubano y lo que queda de él, la tetralogía de Leonardo Padura le ahorrará un viaje al pasado socialista. Pero si le da por la metafísica, nada más aleccionador y divertido que las andanzas del Padre Brown y sus secuelas por cine y televisión. Amén.
Agosto de 2019 Escrito por Javier Ortiz de Montellano