"En la antigua Roma, cuando había una reunión y en la puerta de la entrada se colgaba una rosa, los temas tratados eran confidenciales. (sub rosae)"
Pensar en ser madre para muchas mujeres hoy en día pareciera ser un signo permanente de preocupaciones.
Muchas, prefieren dedicarse a sus estudios para tratar de asegurar el futuro de sus hijos, crecen analizando en todo momento las diferentes variables de su vida en busca de ofrecer un mejor futuro a quienes serán parte de su familia.
Así, cada vez es más complicado ver a una mujer tomar la decisión de ser madre.
Sin duda, mientras más preparación existe, tanto mujeres como hombres “razonan” más la idea de ser padres, porque conforme el tiempo pasa, uno se vuelve más analítico y descubre nuevos “peros” a su decisión de formar una familia.
Buscamos en todo momento una estabilidad emocional y económica que no llega nunca, y aunque llega, entre más edad tenemos, más tomamos tiempo para decidir si estamos preparados para ello.
Independientemente de credos o ideologías, hoy las mujeres razonan más la posibilidad de una maternidad, y no significa que esté mal, pero sin duda, mi historia de vida me ha puesto en contacto con aquellas mujeres que aún sin haber concluido siquiera una carrera se encuentran con la maternidad en medio de sus planes.
Para ellas, eso no ha significado el término de sus sueños, por el contrario, se ha convertido en un doble reto de vida, por ejemplo mi hermana, necia, como ella sola, fue madre antes de concluir sus estudios y terminó dos licenciaturas.
Conozco además a otra mujer, que en medio de esa juventud decidió ser madre antes de terminar sus estudios, en medio de libros de su carrera, aprendió a tener tiempo para calentar mamilas, aprender a cocinar, ser administradora y esposa a la vez.
Hoy tiene dos hijas, y un esposo demandante, su tiempo se divide en ser una excelente profesionista y una consumada chef de la familia, que siempre tiene nuevos platillos que ofrecer.
Es además, una excelente fisioterapeuta que durante muchas horas al día dedica su tiempo a atender a decenas de personas dentro del servicio público, para, después los fines de semana, convertirse en maestra y compartir sus conocimientos con nuevas generaciones.
Si le preguntaran, hoy, después de varios años de haber elegido convertirse en madre en medio de todos sus miedos, dirá que sin duda es la mejor elección de su vida, y no lo dudaría.
Ella decidió ser madre en medio de una sociedad menos abierta a la que hoy tenemos, venía de una familia tradicionalista, y pese a las protestas y miles de preguntas eligió ser madre.
Sólo basta ver lo que ha podido formar en estos años, tiene un esposo con un corazón enorme, dos hijas que son toda su vida, una de ellas, a la que siempre le digo que no es normal, porque tiene una capacidad intelectual muy por encima del promedio, y una dedicación impresionante, producto en gran medida de las exigencias de sus padres.
Su casa, como la de miles de hogares mexicanos, ha sufrido los altibajos del desempleo y la falta de una buena economía, y también aquellas épocas de bonanza, sin embargo siempre, siempre sin importar las circunstancias, es una de esas casas que siempre tiene las puertas abiertas para todos.
Fue madre muy joven, a pesar de los miedos que siempre llegan a esa edad, en la que todos pensamos que tenemos por delante miles de sueños por cumplir, decidió cambiar o poner en pausa todos por el milagro de la vida.
Nadie está preparado para ello, menos cuando más lo pensamos, por eso yo si celebro que una mujer, en medio de todos los porqués, decida elegir por quien no puede hacerlo por sí mismo.
Hoy mientras decenas de miles de mujeres salen a las calles a exigir su libre derecho a “elegir” o no por la maternidad, yo recuerdo con más cercanía las historias de aquellas que han decidido por la oportunidad de trasmitir vida.
Mi ideología y mi fe, siempre pondrán la vida por encima de todo, aunque soy respetuoso de quienes piensan diferente, pero cada que volteo a mí alrededor, y veo a mujeres que deciden ser madres solteras o casadas, y que luchan por sacar adelante a sus hijos, y por formar mejores ciudadanos, repito lo que siempre he pensado.
Ser madre, más que una decisión, pasa por una bendición, si algo nos ha regalado Dios a quienes como yo, somos católicos, son dos grandes posibilidades: la fe y el libre albedrío.
Uno, la fe, nos permite creer en algo que no vemos, que no entendemos y que nos trasciende; el otro, por otra parte, nos permite elegir entre lo bueno y lo malo, pero sobre todo nos da la opción de creer o no en lo divino.
Los derechos que las mujeres han obtenido a lo largo de décadas claro que deben ser celebrados, impulsados y respetados, pero también cada uno de ellos deben estar basados en la máxima de todo derecho: la responsabilidad.
No comulgo con la idea del aborto, pero espero que quienes lo hagan respeten mi decisión y la de aquellos que luchen por todos los medios consagrados en la Ley para ello.
Conozco a decenas de mujeres exitosas que decidieron no ser madres y hoy son excelentes ciudadanas y esplendidos seres humanos, el papel o el éxito de la mujer no pueden medirse solamente en la maternidad, porque muchas de ellas han dejado un gran legado al mundo más allá de continuar con la línea de su sangre.
Hoy en una sociedad nueva, abierta y plural es absurdo no abrir nuevos debates y luchas por nuevos derechos, claro, pero no podemos sólo mirar los porqués si no los cómo, no podemos mirar el futuro sin voltear a ver nuestro presente, en el que hay miles de historias como la que aquí enumero, para decidir decir sí a la vida cuando se está en la posibilidad de trasmitirla aún en medio de miles de miedos.
Siempre respetaré el derecho a decidir y a creer, pero espero que cuando alguien lea esto, también piense que el futuro que todos soñamos siempre se construye en el día a día, nadie está preparado para ser padre o madre, independientemente de las circunstancias en que se presente la oportunidad de serlo.
Dejando de lado discusiones teológicas, filosóficas, éticas y biológicas, el derecho a ser madre efectivamente es una opción personal de cada mujer, pero es nuestra obligación como sociedad, orientar para que esa decisión sea tomada con bases sólidas y que vayan más allá de la posibilidad de hacer lo que cada quien quiera.
Decidir es ser responsable, ojalá que respetar la vida del otro, independientemente de que exista una ley que en el papel nos de un derecho, siempre sea la que oriente la posibilidad de que una mujer elija sobre su cuerpo.
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