"En la antigua Roma, cuando había una reunión y en la puerta de la entrada se colgaba una rosa, los temas tratados eran confidenciales. (sub rosae)"
Hace unos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador, sucumbió por primera vez ante su propio juego, y por primera vez, en lo que lleva al frente del poder, recibió duras críticas de la prensa en un espacio que era considerado por él, el mejor reflector y endulzador de su discurso.
Las conferencias mañaneras, que fueron montadas, desde luego, como un escenario en donde siempre se había sentido cómodo, dejaron de ser ese espacio personal, para convertirse en un foro, en donde varios periodistas cuestionaron su decisión de gobierno sobre el caso Culiacán.
Por primera vez vi a un presidente incómodo y enojado, porque su línea discursiva no podía direccionar en esta ocasión la narrativa de sus conferencias mañaneras.
Su enojo, no se hizo esperar, y menos aún los de sus seguidores en redes sociales, quienes horas más tarde, colocaban la etiqueta #PrensaVendida y #PrensaProstituta como TT en México.
Para quienes quieran minimizar este primer desencuentro serio entre el Presidente y los medios, podrán encontrar miles de argumentos a su favor, pero lo que sí quedó al desnudo, es que cualquier figura pública, por mayor dominio de medios que presuma tener, siempre estará expuesta a una pregunta incómoda o a una situación que lo haga salirse (aunque sea por un momento) de su zona de confort.
Más allá, de entrar en detalles, de la fallida decisión tomada en Culiacán, me quedo con el enojo del presidente, al haber sido, por primera vez, sacudido en una arena en la que siempre ha sabido manejarse con gran soltura.
Sí algo he aprendido a lo largo de esta década y media en el periodismo, y sobre todo dentro de las oficinas de Comunicación Social, es que por más que se pretenda crear un periodismo oficioso, jamás, se podrá tener un control total de daños cuando uno sale a enfrentar las preguntas de los medios de comunicación.
Una sola pregunta puede ser el inicio de un escenario totalmente opuesto al planeado, o desencadenar una crisis en un evento común.
Y justo para esto, (se supone) se tienen asesores, “expertos” en manejos de crisis, de control de daños, de prospectiva y planeación en materia de comunicación social, pero sí también algo he aprendido en estos años, es que en primera no siempre se les da importancia a estos equipos, y en otros casos, ni siquiera existen.
Muchas veces las oficinas de comunicación social se ven más como un departamento de damas de compañía en eventos oficiales, de toma de fotografías y de contenido para redes sociales que en un grupo de profesionales capaces de integrar un mensaje que puede permear de mejor manera entre el mayor número de la población.
La Comunicación Social no puede entenderse como la parte de algo cuando está inmersa en toda acción de gobierno, y de nada sirve, si no es capaz de encontrar los fallos que existen en materia de conexión de mensaje con la población.
Pero sobre todo, la comunicación no puede ser la misma en una época de campaña, que ya como un gobierno en funciones, y muchos menos responder de la misma manera a un plan cuando se atraviesa ante un momento de crisis.
El mensaje no puede ser el mismo cuando se es oposición, que cuando se es gobierno.
Eso, hasta hoy la ha tenido que enfrentar el presidente Andrés Manuel López Obrador y su equipo, porque su narrativa desde que fue candidato, el tono de su discurso y el entorno social que lo envolvió, siempre había sido manejado a su antojo.
Y no, nadie quiere un presidente sometido a los medios, pero menos aún, a medios descalificados por el simple hecho de cuestionar a quien ostenta el poder.
Podemos poner en entredicho a todos los mensajeros, pero no podemos crucificarlos a todos ni medirlos con la misma vara por el simple hecho de hacer una pregunta incómoda.
Durante toda su campaña, Andrés Manuel se quejó de la prensa “oficialista”, que no publicaba ni cuestionada a quien tenía el poder, hoy su discurso ha tenido que ir cambiando porque hoy es esa misma prensa la que lo cuestiona.
Hoy, encuentro a cientos de mexicanos que en redes sociales gritaban a los cuatro vientos que la prensa “tradicional” no sirve, que están enojados con el presidente porque se acabó su negocio de recibir dinero público.
Lo que muchos hemos dejado de ver también, es que México ya no puede tener una prensa con bozal, menos aun cuando tenemos un país de alternancia, en la que al menos tres fuerzas políticas han ocupado la presidencia de la República.
El enojo del presidente tendría que ser contra su equipo, no contra quienes exhiben las fallas de éste, y menos aún, promover el linchamiento de medios de comunicación a través de sus discursos.
Efectivamente, los medios de comunicación no pueden estar ajenos a la crítica social, pero sin duda, el derecho de elección de las audiencias es al final su principal verdugo, los medios de comunicación cumplen con un fin, y en esta caso la prensa “tradicional” no puede simplemente ser calificada en buena por estar a favor o mala por estar en contra de algo.
Los mexicanos hoy más que nunca exigimos una prensa más profesional, casi sin ningún roce con el poder y menos en cuanto a financiamiento o uso de recursos públicos se refiere, sin embargo, una sociedad que no es capaz de invertir en su propio periodismo, cae en la contradicción de exigirle autonomía.
Cada vez son menos los ejemplares de periódicos que se venden, mucho menos aún, las suscripciones que se pagan para aquellos portales que “venden” sus contenidos, por más buenos que sean.
En la actualidad, puede más la teoría del click, del morbo y de la viralización, preferimos consumir medios “independientes”, pero gratuitos, que tarde o temprano tendrán que vender su línea editorial por no poder financiarse.
Caemos entonces en la contradicción, exigimos un periodismo serio, de altura, que no cuestione al poder “por ya no recibir dinero”, pero somos los que menos impulsamos el consumo de periodismo de calidad.
No podemos pedirle a la prensa que se quite un bozal, que muchas veces, nosotros mismos insistimos en ponerle.
Tip: "Cualquiera que tenga el poder de hacerte creer idioteces, tiene el poder de hacerte cometer injusticias". Voltaire.
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