El día 1 de julio de este año, al celebrar un año de haber vencido en las urnas a sus oponentes, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunciaba el fin del Neoliberalismo, de manera triunfalista decía que estábamos entrando a una especie de posneoliberalismo, lo que sea que haya querido decir con eso.
Lo cierto es que no hay evento al que se presente López Obrador en el que no despotrique en contra de ese tenebroso pasado, de esa época Neoliberal, que en realidad es de Libre Mercado. No obstante, AMLO ha demostrado que actúa principalmente con una reserva pertinaz de rencor y resentimiento en contra de quienes, a su parecer, le ocasionaron mucho daño, tanto a él como al país.
El ejemplo más claro lo representa sin duda el pleito casado que mantiene con el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, a quien no se cansa de culpar de haber cometido fraude en su agravio por las elecciones que ganó el panista, un fraude que jamás pudo comprobar, y que dio pie al ridículo espectáculo en el que fue nombrado presidente legítimo. Pero no es de lo único que lo culpa, también del aumento de la incidencia delictiva, por aquel memorable dicho de “le dio un golpe a lo tonto al avispero” y materialmente de todos los males.
Con lo anterior, AMLO presume, o quiere que el pueblo acepte su lógica simple desde su perspectiva, al tiempo que pretende hacerse a un lado de toda responsabilidad, de que el único culpable de la tragedia de inseguridad que se vive actualmente es Calderón, no lo es el ex presidente Enrique Peña Nieto, quien fue su inmediato antecesor, y al que casualmente no toca ni con el pétalo de una rosa, o algún otro.
Centra sus acusaciones en contra de Felipe Calderón, que lo ha convertido en su villano favorito, pero no repara en el hecho de que esto le puede ser contraproducente, ya que con el paso del tiempo se podrá ver a Calderón como el único capaz de lograr hacer algo para quitarlo de la presidencia, porque al paso que va, cada vez más gente busca un nuevo perfil que le plante cara al tabasqueño.
Pues bien, la estrepitosa muerte del neoliberalismo que acompañó los sexenios de quienes tanto detesta, parece que no fue definitiva y aún respira, no se colocó al muerto boca abajo para que no se levantara de la sepultura, y ha resucitado de ultra tumba. Ahora, ya se empezó a convulsionar y amenaza con su regreso a la vida pública.
El martes pasado se llevó a cabo la firma del tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC, mismo que hace no mucho tiempo descalificaba el propio López Obrador, y como en otras tantas, ahora lo ve con buenos ojos. Las cosas actualmente se cuentan al revés, y hay que acostumbrarse.
La firma del tratado llegó cuando más lo necesitaba la 4T, pues la economía mexicana no logra levantar el vuelo por los errores que ya son cotidianos en los actuales dueños de la política del país. Parece que ese 90% de honestidad no ha sido suficiente.
En los hechos se refleja la prisa que tienen los integrantes del nuevo poderoso partido para implementar su anhelado cambio de sistema, que lo que sí refleja, es que no ha sido bien planeado.
Las cosas se le han venido amontonando a quien pretende cumplir con las exigencias del foro de Sào Paulo, que de hecho, con la firma del tratado de libre comercio de América del Norte va contrario a lo fundamental de éste.
Aunque también puede ser interesante saber si la gente que votó por Lopez Obrador y los demás morenistas estaban conscientes que también estaban votando por un cambio de régimen.
Con la entrada en vigor del nuevo tratado, después de cumplir con el trámite correspondiente y aún pendiente, López no sólo traiciona lo que dijo por mucho tiempo en su contra, sino que le planta un homenaje al que fue su acérrimo enemigo, mucho antes que Calderón, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, porque fue el precursor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), planchado en noviembre de 1993 y que entró en vigor en enero de 1994.
Además, el nuevo acuerdo comercial ya había sido anunciado por el ex presidente Peña Nieto, poco antes de entregar la presidencia a López Obrador, el nuevo acuerdo se firmó el martes 10 de diciembre, al que se le hicieron ciertos cambios, pero ahora, por razones obvias, festeja el tabasqueño con exageración.
La verdad es que la economía buscaba un escape, una urgente bocanada de aire, con el 0% de crecimiento, el mandatario tiene descontento al pueblo y a muchos de los que votaron por su cuarta transformación, era necesario tener algo que presumir, aunque fuera haciendo caravana con sombrero ajeno, porque los distractores, además de costosos ya no eran suficientes, como traer a Evo Morales a México.
Ahora tenemos una negociación que dejó de lado a los empresarios, y que México, por la desesperación, terminó por ceder de más, se ganó, pero también se perdió, el margen de maniobra se redujo demasiado.
Desafortunadamente no podría haber sido de otra manera, la forma en la que la nueva administración se ha desempeñado en las negociaciones, especialmente con Estados Unidos, deja mucho que desear, se puede comprobar con el acuerdo migratorio. Los representantes aflojan mucho, pero ellos dicen que México gana.
Con el tiempo y el análisis que se haga del nuevo acuerdo, se irá descubriendo cuáles fueron las verdaderas condiciones para que se llevara a cabo la formalidad de la firma del nuevo acuerdo comercial.
Como sea, la firma del T-MEC, viene al rescate de una pésima política económica de México. Nada más neoliberal. Para alivio momentáneo de la cuarta transformación. ¿Cuánto durará este aparente triunfo del presidente? Ya lo sabremos.