Después de lo ocurrido en Torreón con el pequeño José Ángel, muchas voces se hicieron escuchar para señalar y culpar a todos y todo por esa terrible decisión.
Que si el Operativo Mochila, el exceso de violencia en programas de televisión, películas, series e internet, y los videojuegos, mil cosas más dejando de lado lo que él sentía y lo orilló a matar y quitarse la vida.
Es una realidad que nuestras niñas y niños nacen puros, blancos, somos los adultos los que nos encargamos de mancharlos con nuestros miedos, odios, rencores y más sentimientos negativos.
Ellos nos imitan, podremos decirles mil cosas, pero siempre imitarán los que ven en casa, y si en ella tampoco hay reglas, vivirán sin límites.
Mucho decimos de los valores para las nuevas generaciones, pero lo hemos mal entendido, porque solo acumulamos bienes, y valores materiales para ellos, sin fomentar una cultura del esfuerzo, y del trabajo.
Hoy las familias se preocupan por la ropa de marca, por teléfonos inteligentes, por presumir en redes sociales vidas perfectas, por tener un físico atractivo para tener la aceptación de los demás, pero se olvidan por los sentimientos, por su estabilidad emocional.
El abandono de los hijos con abuelos o tíos cada vez es más frecuente, pensando que sus únicas necesidades son un techo, comida y escuela, pero necesitan ser escuchados, resolverles dudas, amarlos, darles tiempo, sentirse importantes, y lo más importante, estar atentos a cambios en comportamientos que pueden revelar alguna enfermedad mental.
Nuestras niñas y niños viven un abandono, los dejan solos superar duelos, duelos de la separación de los padres, de la pérdida de uno de ellos, la violencia de la escuela o de la familia, pensando que todo pasa, pero la realidad es que no pasa y todo tiene consecuencias.
Enfermedades como depresión, ansiedad, hiperactividad, déficit de atención, trastornos disocial y negativista, dependencia a substancias tóxicas, no se atienden porque a la salud mental no se le ha dado la importancia necesaria, y sólo cuando ocurren tragedias tratamos de culpar a todo lo externo, sin saber que el mal creció en el interior.
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