Más letal que cualquier bicho tóxico o epidemiológico, de nueva cuenta el capitalismo dominado por los llamados “espíritus animales” se muestra devastador a la primera provocación.
Es el capitalismo financiero de los accionistas, donde lo primordial es maximizar el beneficio, haciendo pedazos “manifiestos” recientes para impulsar el “stakeholder capitalism" o capitalismo de las partes interesadas, esto bajo los supuestos de pagar más impuestos, promover la competencia en igualdad de condiciones, respetos a los derechos humanos y bla, bla, bla, bla.
Lo que los supuestos “preocupados inversionistas” escupieron recientemente, en enero pasado, en su foro económico de Davos, les está cayendo en seco en plena cara.
Cifras de locura, con todas las características propias de la irracionalidad del “Ogro Salvaje”: “Los más ricos del mundo tienen una semana infernal; pierden 444 mil millones de dólares”, informó un rotativo el viernes, faltando contabilizar los saldos de los más pobres y lo que todo esto significará en términos de ampliación en la ya de por si escandalosa desigualdad.
Ayer, otro diario dio cuenta de que “las 40 mayores cotizadas de América Latina pierden casi 80.000 millones de capitalización en una semana”, asegurando que “Los primeros casos de coronavirus en Brasil y en México golpean a los mercados financieros de la región”.
No podía faltar en el desfile el templo mayor de la sacrosanta bestialidad financiera: “Wall Street cierra su peor semana desde 2008 por el coronavirus, La Reserva Federal no descarta reducir los tipos de interés si fuese necesario”.
Hete aquí de nueva cuenta dinero de aire afectando a la economía real, a la productiva, vendiendo títulos para buscar refugios seguros en bonos de deuda de naciones, por ejemplo.
Sin duda, los pandémicos peligros de la financiarización de la economía están haciendo buenos los peores augurios, una vez que el capitalismo de accionistas, esa de visión de corto plazo y de jugar en las bolsas de valores, se muestra en todo su esplendor:
“Se evoluciona hacia una economía y una democracia del 1 por ciento, por el 1 por ciento y para el 1 por ciento”, habría dicho el Nobel Joseph Stiglitz respecto de la situación vigente en los Estados Unidos (como en cualquier parte del mundo, podría decirse) donde por cierto muchos jóvenes están rechazando al capitalismo, según sondeos reportados por la prensa de ese país.
No sobra decir que ese rechazo se ha venido haciendo más extensivo en muchas partes del planeta justo porque en vez de procurar cerrar la brecha de la desigualdad, el ”1 por ciento” le atiza y la hace cada vez más grande, cancelando oportunidades, impidiendo que millones de hombres y mujeres puedan desarrollarse, provocando su frustración.
Sin nada que ofrecer, ¿cómo quieren estos neoliberales que no haya sociedades polarizadas, asaltos permanentes de calles en protesta por las precarias condiciones de vida e inseguridad, tanto económica como de protección de bienes, como sucede en America Latina? ¿Cómo no esperar que emerjan otras opciones, quizás no tan democráticas, como vías de escape al encabritamiento y la frustración?
Se supone que desde que estalló la crisis financiera del 2008 con la estafa de la hipotecas Subprime, jefes de gobierno y hasta algunos integrantes del “1 por ciento” habrían estado procurando que ningún episodio similar volviera a presentarse. Pero está sucediendo nuevamente.
Ya se verá en qué termina este nuevo episodio de locura financiera donde, por supuesto, los afectados serán los mismos de siempre.