Apretado pero incontestable resumen de la historia de los procesos electorales a la mexicana y, muy específicamente, del Estado de México: ni dinero ni cargadas ganan ya elecciones (Alejandra del Moral, dixit, dirigente del PRI en suelo mexiquense).
Evidentemente, experiencias matan teorías y hasta sospechas: “entres” de firmas empresariales para impulsar campañas presidenciales y la “sobornada reforma energética” (donde varios y varias que la votaron se “purificaron” al cambiarse a Morena); capítulos como Monex, Pemexgate, y un largo etc., además de los clásicos de la literatura de ficción democrática como el “embarazo de urnas”, “robo de urnas” (a punta de bala o golpeadores), “adulteración de boletas o credenciales”, “carruseles”, “ratones locos”, “creatividad estadística” de conteo de sufragios o la hasta ahora insuperable “caída del sistema”, todo con el noble sello de “fraudes patrióticos” perpetrados por patrióticas voluntades (todavía más nobles, claro).
Hete aquí algunos mecanismos, lubricados con dinero y cargadas, que han formado parte de nuestra trompicada vida electoral, con vías cuasi rocambolescas para hacerse del poder, sin dejar de lado los patrocinios de quienes buscan contratos, concesiones, o de plano cargos o complicidades más tenebrosas, lo cual incluye no sólo “generosos empresarios” comprometidos con la buena marcha de la democracia, sino también a la muy demócrata delincuencia organizada.
Considérese el episodio del priismo mexiquense también como una especie de acto de contrición, simulado si se quiera (total, dicen que el cielo está lleno de arrepentidos confesos), aunque ciertamente son momentos complicados para el ex partidazo que, contra su arrogante expediente, de un tiempo a la fecha ha tenido que buscar alianzas para no derrengar por completo.
El problema es que entre sus nuevos aliados tampoco cantan mal las rancheras y a varios capítulos de financiamiento ilegal y cargadas deben sumarse, para no mutilar la historia, otros en los que hasta el priismo parece uno de esos seres desvalidos, más necesitado de consuelo que de votos.
Por ejemplo, su atípico compañero de viaje, el PAN, colocó un clavo más en el catafalco en ese partido al consentir el establecimiento de una dinastía familiar en Huixquilucan, donde todo parece indicar que el dos veces edil, Enrique Vargas, heredará el poder a su esposa, Romina Contreras, cuyo trabajo, dicen, doblegó una de las luchas históricas de ese instituto: contra los clanes familiares (lo mismo la ascendencia de Isidro Fabela Alfaro que los cacicazgos en el Valle de México).
Otro caso dinástico: el blanquiazul, en coalición con el PRI y el PRD, encabezará la batalla en Melchor Ocampo por la presidencia municipal, llevando como abanderada a Brenda Escalona Montoya, hija de la actual alcaldesa, Miriam Escalona Piña.
Y a eso se suma la postulación de Octavio Germán Olivares, ex alcalde de Tecámac y ex dirigente del PAN-Edomex, una candidatura impresentable de la cual sólo se puede resaltar su propensión al nepotismo y el quebranto de más de 50 millones de pesos (La Jornada, junio-05-2013) que dejó a su paso por ese partido (daño patrimonial y hasta el embargo del edificio por parte del IMSS por no pagar cuotas), un hecho solapado por los mismos dirigentes, pues el Comité Ejecutivo Nacional auditó y por ello anunció, en marzo del 2014, que presentaría denuncias penales pero…
La lista incluye candidaturas cuyo mérito estriba en el desempeño de “técnicos en navegación terrestre” con tareas de “guaruras” al servicio de los dirigentes, además de bateadores emergentes y escasas figuras a las que sólo se les puede desear buena suerte.
Del otro aliado del PRI, el PRD, sólo es posible decir, como los clásicos, que ”sigue siendo la misma canción”, esto es, que van con los de siempre y, obligadamente e igual que su aliado tricolor, aquí sí, sin cargadas y no porque no quieran, sino porque apenas se quedaron con cuadros y militantes.
De tal manera y visto todo lo anterior, para los partidos aliancistas la elección se presenta como la representación religiosa de la famosa parábola de los ciegos, con el añadido de que lo único claro del champurrado político-ideológico ha sido la confusión y la ausencia de ofertas.