Siempre la pérdida de alguien es un momento doloroso para muchas personas, sobre todo cuando su calidad humana, integridad, sensibilidad e inteligencia les ha caracterizado. Ese dolor lo ha provocado la muerte del gobernador del Estado de México (1989-1993), Ignacio Pichardo Pagaza, quien en la última etapa de su desarrollo profesional, se concentró en el ámbito académico y desde ahí compartió su experiencia y visión de la administración pública.
Desde este espacio, envío un cálido y fraternal abrazo a su familia, en especial a su hijo, Nacho, y les deseo que encuentren consuelo y fortaleza en esta etapa.
En lo personal fue un honor y una gran oportunidad el coincidir con el maestro Pichardo, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAEMéx, donde se desempeñó –siempre con disciplina- como profesor emérito y catedrático de ese organismo. En las ocasiones que tuve la oportunidad de platicar con él, siempre estaba actualizado del acontecer, no sólo universitario y de la propia facultad, sino del escenario nacional e internacional.
Tenía claro que el cambio de régimen político en México obligaba a modificar las formas de conducir a las instituciones, sin mirar solo hacia adentro, “debemos dejar de mirarnos el ombligo”, me dijo en alguna ocasión, refiriéndose a la necesidad de tener una visión periférica y de largo alcance. “Ahora las condiciones obligan a mirar las cosas con mayor amplitud, sin dejar de atender, especialmente, los reclamos de los jóvenes”, expresó con el cuidado de cada palabra y advirtió -casi proféticamente- que debían escucharse y resolverse las denuncias de acoso y hostigamiento que habían surgido unos meses antes, a través del movimiento #MeToo. Era agosto de 2019. Quién diría que, meses más adelante, las exigencias de los colectivos feministas tomarían otro cauce.
Generosamente me obsequió su libro: “Anatomía de un gobierno singular: seis años con Carlos Hank, 1969-1975”, al cual me pidió –siempre con enfática amabilidad, como era su estilo- que le hiciera comentarios para intercambiarlos en un café… café que nos quedó pendiente, pero seguro en otro momento podremos compartirlo. De eso no tengo duda.
En esa ocasión, le recordé su fino y comprensivo trato cuando, por allá de 1991, tuve la oportunidad de entrevistarlo en exclusiva, en la zona del Valle de México (cuando se podía entrevistar en exclusiva a un gobernador), al término de una gira de trabajo sabatina, como eran habituales durante su gestión.
Le recordé que aproveché el momento y antes de que subiera a su camioneta (con nervios, porque nunca había entrevistado a un gobernador y apenas estudiaba el quinto semestre de la licenciatura) me acerqué a pedirle la entrevista; me miró amablemente, aceptó y luego de escuchar mi pregunta (que era bastante confusa), me dio información relevante y la explicó con tanta sencillez y claridad, que me permitió “llevarme la nota principal” del noticiero “Hoy por Hoy” de Televisión Mexiquense. Siempre se lo agradecí, porque a partir de ahí empecé a tomar más confianza para abrirme paso en el campo profesional. Ese era su trato habitual.
Durante una conferencia sobre Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales -ya como catedrático-, al ser cuestionado sobre el papel de la comunicación en el gobierno, afirmó que “la comunicación es indispensable, pero no para apoyar las mentiras o engañar”, y añadió que los políticos actuales se quejan de lo que dice la prensa, pero les recomendó “que hagan bien las cosas y tendrán buenas notas”. El comunicador de un político –explicó- debe pedirle a su jefe:
“Dime las cosas como son, para encontrar el mejor enfoque, pero no me pidas que diga mentiras o cosas que no sean ciertas”, y subrayó que la comunicación desde la administración pública debe generar certidumbre y confianza.
En aquella ocasión (octubre de 2017), se lamentó de que en México se hubiera olvidado a la administración pública, y a las y los jóvenes, presentes en el auditorio, les advirtió: “La única manera de ser millonarios en esta carrera es ser corruptos” y remató la idea diciendo: “Da vergüenza el cinismo que muestran para acumular riquezas irracionalmente”.
Indudablemente tenía toda la autoridad moral para expresarse de esa manera, porque nunca se vio envuelto –él o su familia- en algún escándalo de corrupción o de otra naturaleza.
Descanse en paz, maestro Pichardo.
PERCEPCIÓN
Las encuestas indican que el presidente de la República y su partido no pasan por el mejor momento. El manejo de la crisis sanitaria y la toma de decisiones, además de las “benditas redes sociales”, les han llevado a un descenso –en este momento- en la confianza y aprobación de la sociedad. Y aún falta camino por recorrer en la crisis por Covid-19.