La pandemia del COVID-19 no ha hecho más que evidenciar la pobre o nula calidad de la alimentación de la humanidad, con el peor ejemplo en los países de primer mundo, fenómeno que se replica en los subdesarrollados como México.
México dio a la humanidad el tercer grano de vida, el maíz, que fue la base de la civilización mexica pero ahora los mexicanos tenemos una de las peores tortillas, al estar contaminadas con el cancerígeno glifosato y ser de harina con bajo poder nutritivo.
El grupo Ambientalista Guerreros Verdes ha insistido en que el maíz es un baluarte de nuestra tradición culinaria que debe ser legislado y defendido por el Estado mexicano, además de que constituye la primera fuente energética.
El gobierno, pese a su espartano esfuerzo, sigue dando tumbos
En los gobiernos llamados neoliberales ante pandemias y epidemias se instruyó a la población a través de la radio y la televisión, al menos, alimentarse con frutas y verduras. En el gobierno de la Cuarta Transformación (4T) que encabeza Andrés Manuel López Obrador no se ve que se hable de la importancia de los alimentos crudos y el valor de las vitaminas que recomienda la OMS. Tal parece que se apuesta todo a la alopatía.
En sus anales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) insiste en que se deben consumir alimentos ricos en vitaminas antioxidantes (A, C y E).
Pero la OMS reconoce que una cantidad triste de personas incluyen fruta habitualmente en su alimentación pues les da flojera el proceso que requiere servirla al plato desde pelarla.
El gobierno de López Obrador tiene la obligación histórica de voltear a ver los perniciosos hábitos de alimentación que han hecho que se incrementen los índices de enfermedades y que han llevado a ser parte de emergencias sanitarias como la actual.
Por muy saludable que sea un pueblo de todos modos no se está exento de una epidemia o pandemia traída del exterior pero no es lo mismo estar comiendo contra natura que hacerlo de forma racional sin violentar las leyes básicas de la naturaleza.
Contra lo que se cree y distinto a las comilonas pantagruélicas de los nerones, los romanos tenían un gran aprecio por la frugalidad y uno de los granos de vida de la humanidad, el trigo, era parte del famoso ientáculum romano, base de la fortaleza de la salud de ese pueblo. En México tristemente no se pasa de un desayuno en miles de familias y niños de escuela de un miserable gansito o pan refinado con una Cocacola o cualquier refresco.
Las fritangas, los guisos condimentados y altamente procesados o cosidos forman parte de las tres comidas del día. Poca o nula cultura hay sobre un desayuno, al menos, frugal y natural. El caldo de cultivo para enfermedades y ser dependientes de fármacos nosotros mismos lo hacemos con un sistema de alimentación antinatural.
Los alimentos de la huerta eran la base de la alimentación romana. No faltaban rábanos, lechuga, puerros, ajos, cebollas, zanahorias, entre otros muchos otros. No se diga las frutas, muy apreciadas. Una merienda clásica para los jóvenes, principalmente, era una fruta como los higos y pan de trigo.
El ientáculum romano era pan sólo o untado con ajo y sal, queso, miel y fruta fresca o seca, sobre todo hígos. Y en ocasiones con una mermelada casera. El ientáculum era un platillo altamente proteínico.
Esa práctica se hizo popular a nivel mundial siglos después y en muchas naciones, incluida México, era costumbre para deportistas, sobe todo, un pan con mermelada antes de salir a iniciar una justa deportiva e, incluso, intelectual.
¡Extra! ¡Extra!
OJO AMLO: O cambiamos de hábitos, o al menos mejorarlos, o nos lleva otro sexenio, con el campo entre las patas, sin revolución alimenticia y más pandemias serán bienvenidas.
*Presidente de la ONG Franature