Cuando en su conferencia matutina, el presidente Andrés Manuel López Obrador, decide irse contra la prensa, es verdaderamente para preocuparse, debería tener otras prioridades, como por ejemplo, atender todo lo que tiene que ver con la crisis de salud más severa de los últimos tiempos.
La mayoría de los líderes mundiales asumen la responsabilidad de enfrentar las consecuencias que derivan y derivarán de la pandemia del COVID-19, aunque hay países en los que no sucede así. Desde luego México es uno de ellos, y si el presidente prioriza otras cosas, y no las que debería, quiere decir que hace falta quien le plante cara para que lo haga.
Es precisamente esa falta de contrapesos del poder que deja a gran parte de la sociedad con un sentimiento de abandono, porque ante las decisiones tomadas por el mandatario, no hay quien lo enfrente, como en su momento él lo hizo, cuando se destacó como el más temido opositor, pero, desafortunadamente, parece que no hay alguien capaz de confrontarlo con la cantidad industrial de mentiras que ha utilizado desde el inicio de su gobierno.
Y es que, cuando el personaje más poderoso de la nación, ve una especie de complot en su contra por parte de los medios de comunicación, sólo porque no lo llenan de elogios, algo anda mal, debería ir pensando que tal vez, sólo tal vez, el que está equivocado es él.
La realidad castiga con toda saña las ocurrencias y desatinos de López Obrador, quien lamentablemente se encuentra confundido, porque no es la prensa su enemigo, ésta, tiene la obligación de contar la historia como se va desarrollando, y es él, le guste o no, uno de los protagonistas centrales.
AMLO arremetió en contra de diversos medios de comunicación a quienes aparentemente les dio una cátedra de cómo hacer periodismo, enfurecido por las críticas que dedican a su administración, sin querer aceptar que ese es precisamente su trabajo, determinando además, que deberían estar del lado del pueblo.
El uso de frases en las que se involucra al pueblo, destapa la fase más demagógica del político, y en este caso no es la excepción. Aunque de esta manera, el mandatario intenta poner por un lado a la gente que cree ciegamente en él, y les acaricia el oído diciéndoles cosas como, “pueblo bueno y sabio”, para conquistarlos, y del otro, a todos los demás.
Sin embargo, aunque el titular del ejecutivo federal aún no lo asume, fue electo democráticamente para gobernar a todos por igual, sin distinción alguna, con la obligación de reaccionar ante los problemas que se le presenten.
Pero si el tabasqueño piensa que puede elegir a cuál pueblo gobernar, no merece el puesto que ostenta. Está empeñado en dividir porque quiere a toda la gente sin capacidad de discernimiento para poder hacer libremente lo que quiera.
Por lo tanto, que López Obrador diga que el buen periodismo es el que está cercano al pueblo, más bien lo que quiere decir es que esté cercano a él, aunque después diga que no es el que defiende al poder, que está distante del poder, es parte de la costumbre de sus contradicciones.
Por otro lado, también dejó en claro lo que ya había manifestado de diversas formas, que desprecia a la clase media, cuando dice “…es utilizada nada más como parapeto, es como las Pymes que las ponen como bandera, las ponen por delante para sacar provecho los de mero arriba, eso es lo que está sucediendo”
No entiende a la clase media el señor presidente, porque en su vida ha comprendido la cultura del esfuerzo. La clase media es la que empuja al gobierno, es el soporte, le guste o no, pero además, es la que no se deja manipular fácilmente, porque está preparada, porque son empresarios, porque no esperan migajas del gobierno, porque pueden y deben exigir cuentas claras.
La clase media está muy lejos de recibir sus dádivas y ser controlados, por eso, la insistencia de desaparecerla, reducirlos a la pobreza y que por el hambre se rindan y acepten la limosna que quiera darles. Ese grupo importante de la sociedad, son los dueños de despachos, de las pequeñas y medianas empresas, esas, a las que exprime para sacarles hasta el ultimo céntimo en impuestos, con la amenaza de ir a la cárcel de no hacerlo, pero, ahora que necesitan apoyo, no para que se les regale nada, sino para aplazar el pago de sus obligaciones y poder sobrevivir a la crisis, son olvidados.
Muchos pequeños empresarios sufren porque pronto, muy pronto, perderán lo que con grandes esfuerzos construyeron, y la insensibilidad de un presidente que prefiere voltear para otro lado, los deja sin aliento.
Ahora bien, si al presidente no le gusta lo que la prensa habla de él, menos le va a gustar lo que muchos mexicanos piensan, sin tener la posibilidad de expresarlo como los primeros. Si le ofenden las palabras educadas de los periodistas, de los columnistas y los editorialistas, no debería siquiera imaginarse las de aquellos.
Soberbio, señaló López Obrador al referirse a la prensa, “no supieron entender la nueva realidad”, ¿Cuál será ésta? ¿Su realidad? No, no la sabrán entender, ¿en dónde un líder prefiere seguir gastando en construcciones sin ningún futuro y abandona a los gobernados?
Que el presidente diga que la mayoría de la prensa se echó a perder sólo porque critica las acciones de su gobierno, hasta resulta ser un halago. ¿Qué quería? ¿Felicitaciones? Las tendrá, cuando haga algo bien.
Es una verdadera pena que el tabasqueño crea que se encuentra a cargo de un país del tamaño de su imaginación, y no de la grandeza de la gran nación que es, México superará de una o de otra forma lo que está enfrentando, y aún lo que falta, lo trágico, es que para que se recupere, pasará mucho tiempo, la peregrinación será larga, lenta y dolorosa.