Cuando las cosas ya no son como las desea el presidente Andrés Manuel López Obrador, dejan de tener vigencia, ya le aburren, le chocan, o simplemente están en desuso.
Durante muchos años fueron las redes sociales su enclave, desde donde podía atacar con toda libertad a sus adversarios, que materialmente para el tabasqueño han sido todos aquellos que no piensan como él, para el caso, fueron los expresidentes.
No se cansó de utilizar el medio social para acusar, señalar, maltratar y hasta darse el lujo de presumir que todo lo que criticaba, él podía hacerlo mejor si estuviera gobernando.
Debe considerarse además, que precisamente fueron las redes sociales la vía que utilizó el tabasqueño para construirse una imagen, nadie mejor que él aprovechó esa ventana que a la postre le rindió frutos.
Lo malo, para el pueblo bueno y sabio que cayó en el engaño, es que esa imagen fue exclusivamente virtual, no había contenido real, los proyectos bien estructurados para conformar una plataforma política, brillaron por su ausencia, siendo sustituidos por por la improvisación, con chascarrillos, chistes, apodos y cosas sin importancia, como compañeros.
La presunción de controlar y abatir en definitiva la corrupción, la dibujaba como su mejor arma, a partir de la cual, presumía que le ahorraría al pueblo de México quinientos mil millones de pesos, alarde mediático únicamente, porque nunca sustentó la forma en que lograría tal ahorro, es la fecha aún no aparece por ningún lado esa cantidad, y no se hable de la corrupción, que aún es peor.
Le dieron tanta felicidad al tabasqueño con el aumento de su popularidad, que logró, a partir de una estrategia bien elaborada, manejada por las Redes Sociales Progresistas identificadas con el gordillismo, que las bautizo como “las benditas redes”.
Fue tanto el éxito que obtuvo con su imagen López Obrador, como producto propagandístico, que consiguió el impulso que le dio gran ventaja por encima de sus principales adversarios en busca de la presidencia de la República.
Sin embargo, el que se haya logrado colocar en el ánimo de la gente, que a final de cuentas creyeron en sus promesas, no quiere decir que iba a cumplir con todas y cada una de ellas. Muchas, no pasaban siquiera una sencilla reflexión, como la que presumió de que al día siguiente de ocupar la silla presidencial acabaría con la inseguridad, ¿quién podía creerlo?
A la falta de estrategia, las ocurrencias empezaron a serlo, así, nada más porque sí, lo que puede comprobarse con lo que dijo en junio de 2019, en el deportivo de béisbol de Ecatepec; “No crean que tiene mucha ciencia gobernar. Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad, la política tiene más que ver con el sentido común que es el menos común, eso sí, de los sentidos” con ello, además dejó claro su desdén por los tecnócratas.
Sin embargo, cuando no existe una adecuada preparación para asumir altas responsabilidades, más aún, cuando se trata de la más importante de una Nación, los errores no tardan en aparecer, sobre todo, cuando hay menosprecio por quienes sí saben, negándose a escucharlos antes de tomar decisiones importantes. Partiendo de la idea de que nadie puede dominar todo lo que tiene a cargo un gobierno, es por es que es importantísimo colocar a especialistas en cada área para que hagan lo que les corresponde, bajo el mando del capitán, que debe ser el presidente.
La consecuencia natural de las determinaciones equivocadas que ha venido tomando aquél que presume gobernar con sentido común, ya se resienten, provocando el malestar de los diferentes sectores de la sociedad, y por lo mismo, los reclamos, críticas y acusaciones, no se han hecho esperar, y desde luego, han sido las “benditas redes” el medio más utilizado para hacerlo.
Ahora se encuentra molesto el tabasqueño, pues ha demostrado que no soporta la crítica, venga de donde venga, iracundo arremetió en contra de Facebook y Twitter, acusando que alguien paga bots para atacarlo, ya que se dice sorprendido por la cantidad de cuentas que ahora le exigen y ya no lo aclaman como estaba acostumbrado.
Pero fue más allá, dijo que ambas redes deben ser transparentes y decir quien paga todo ese movimiento, sin querer aceptar que bien pueden ser personas detrás de cada cuenta que ya no están contentos con la forma como maneja las cosas del gobierno, ya no se diga gobernar, porque no lo hace aún. Pero, ¿para qué exponerse al ridículo? Sólo bastaba que le preguntara a Jesús Ramírez, su coordinador de Comunicación Social, y salía de la duda, bien puede explicarle cómo se mueve la Red AMLO, con peras y manzanas.
Ahora, los señalados por López, a quienes califica como bots, y lo hace tal vez porque no quiere aceptar que ha perdido brillo, los considera adversarios. Sin reflexionar que el peor crítico que tiene, que lo exhibe con dureza, y cada vez con mayor frecuencia, es su “yo” del pasado. Los tuits que publicó en su momento el oriundo de Macuspana, hoy se le regresan como un boomerang pegándole en el rostro, con la terca verdad como cómplice.
No, las redes sociales ya no son benditas para el presidente, ahora le reclaman, lo critican, le hacen memes y le exigen que se ponga a trabajar como presidente, por eso ya no le gusta, porque ya no es todo adulación.
La gente no es la misma, está observando, registra cada movimiento. Cada decisión queda grabada en la memoria colectiva, y las que ha tomado en medio de las crisis que estamos viviendo, de salud y económica, no pasarán de largo, en su momento le cobrarán la factura.