Acabar con la corrupción: el fracaso de una promesa

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Acabar con la corrupción: el fracaso de una promesa

Miércoles, 27 Mayo 2020 00:08 Escrito por 
Acabar con la corrupción: el fracaso de una promesa Lo bueno, lo malo y lo serio

La bandera que desplegó el actual presidente Andrés Manuel López Obrador a lo largo de su campaña interminable, fue la promesa de acabar con la corrupción en cuanto llegara al poder, no reducirla, sino acabar con ella definitivamente.

La verdad, es que la promesa por sí misma es muy atractiva, ¿quién de los ciudadanos no quisiera que eso realmente sucediera?, sin embargo, siempre ha sonado más a un sueño “guajiro” que a una posibilidad real.

Y no es fatalismo, es únicamente entender que un mal que cuenta siglos en el mundo es inconcebible pueda terminarse así porque sí, aunque, de acuerdo a lo visto en otras latitudes, es posible reducirla a una mínima expresión.

La corrupción es una actividad tan humana como cualquier otra. Pero no constituye un delito por sí misma. Se entiende como el proceso de quebrar deliberadamente el orden del sistema, tanto ética como funcionalmente para beneficio personal.

Ésta, la corrupción, aplica en diferentes ámbitos; como en la política o en la economía. Implica a dos grandes factores de intercambio, los que pueden relacionarse con dinero y poder, por ejemplo, sin ser necesariamente exclusivos, pero puede aparecer en cualquier esfera social, donde intervienen jerarquías y recursos.

La ley considera esta conducta, en la que necesariamente interviene la voluntad, cuando contradice lo que la norma previamente ha establecido, y puede ser por acción o por omisión, con lo que se viola la norma prohibitiva y con ello, da origen al delito.

El acto contempla diversos delitos señalados por la ley penal, como el cohecho, el peculado, o tráfico de influencias.

Aunque el presidente ha insistido que la corrupción es un delito, no hay quien se atreva a corregirlo, claro; “los cocodrilos vuelan pero bajito, casi no se nota”, pero ya sea por ignorancia o por saberlo, pero que lo diga como si estuviera descubriendo el hilo negro, no cambia las cosas.

Combatir la corrupción fue, no sólo su principal promesa de campaña, sino su arma más letal en contra de sus adversarios. Ahora, deja al descubierto que no le importa que sea un acto que necesariamente tenga que comprobarse para que en consecuencia se persiga al responsable.

Para el mandatario, es suficiente con la libertad que se da para escupir su acusación, y permitirse encender la hoguera en la que quema a fuego lento al culpable que determine, en base a una sentencia mediática, dictada desde el púlpito presidencial y sin derecho a una defensa.

Condición distinta, muy distinta, cuando se trata de alguno de sus colaboradores, porque en ese caso, será declarado como culpable aquél que se haya atrevido a señalar el acto o los actos cometidos por éstos.

Es decir, según la visión de López Obrador, existe la corrupción en todos, menos en el Presidente, en sus colaboradores, en su Gabinete Legal o Ampliado, y legisladores de su partido, en fin, en todos aquellos que se rinden a sus encantos, porque de presumirse el acto será calificado como desliz, descuido, o como desee llamarlo.

No por eso dejan de existir, ya que han causado indignación, molestia y la urgencia de muchos de que sean castigados, sobre todo, cuando se habla de las casas y empresas de un Manuel Bartlett, uno de los ejemplos más acabados de esa sospecha, y sin ninguna consecuencia.

De hecho, el director general de la CFE, desde el tiempo del viejo PRI, aprendió de todo, gracias a que ocupó un buen número de cargos, y responsabilidades, lo mismo que el propio López Obrador, o ¿acaso se desarrollaron al amparo de las siglas de Morena?

Bien, pues a un año y medio de haber asumido el control del país, no existe nada más evidente que el rotundo fracaso de las palabras del tabasqueño, no ha acabado con la corrupción, y eso de que no la iba a permitir ni siquiera entre sus familiares, ha dejado muchas dudas, de lo contrario, ¿cuál sería la explicación del desarrollo empresarial de sus propios hijos, cuando hace casi dos años no sabían a qué se dedicarían?

El INEGI dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2019, y éste es lapidario, el aumento de actos de corrupción fue de 14 mil 635 víctimas por cada 100 mil habitantes en 2017, a 15 mil 732 en 2019. La tasa de incidencia creció de 25 mil 541 en 2017 a 30 mil 456 actos de corrupción en 2019. Las autoridades más señaladas son las de seguridad, las que se encargan de realizar trámites en el Registro Público de la Propiedad, alcaldías y oficinas públicas relacionadas con la expedición de permisos de uso de suelo, demolición o construcción, entre otros.

Sin embargo la percepción que los actos de corrupción son menos frecuentes disminuyó 4.5%, lo que se debe principalmente a que el presidente dice todos los días que hay menos corrupción y eso pega en el ánimo de la gente, pero las cifras no le dan la razón, se reporta que se gastan en promedio 3800 pesos por persona en un año, en mordidas.

Desterrar la corrupción por completo es una fantasía, lo peor, no es sólo la interpretación o la explicación que quiera dar el tabasqueño, su Gabinete está a la merced de la misma, porque los flamantes secretarios y demás personal han demostrado poco conocimiento de sus obligaciones, y aceptar un cargo para el que no se está preparado, también es corrupción.

A López Obrador lo envuelve por todos lados, y parece cómico que siga pensando que es su arma mas poderosa, “estaban acostumbrados los corruptos…” lo dice miles de veces, pero no por repetirlo constantemente, lo convierte en inmaculado. Más bien, en cínico.

 

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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio