Ciego y sordo ante la realidad que lo desborda, el presidente Andrés Manuel López Obrador no quiere entender que es tendiendo puentes y estirando la mano como lograría una verdadera tregua de tantos y tantos que siguen empeñados en llevarlo al fracaso y a su dimisión y que, antes, por su abrumador triunfo, le daban el beneficio de la duda.
Mexico no estaría mejor con un Ejecutivo federal renunciando al cargo. Los problemas serían los mismos o mayores; vendría el caos y la guerra desatada por el poder abandonado; se extendería la crisis económica, saldría más dinero al extranjero, la devaluación del peso no podría contenerse, y la delincuencia no tendría quien intentara detenerlos o controlarlos.
No ha habido un Presidente más legítimo que él, pero tampoco nadie había destrozado su reconocimiento, su respeto, su respaldo como lo viene haciendo el tabasqueño, que no ve más allá de lo largo de sus brazos, para entender que no conduce bien el destino del país, que no es peleando con todos como podrá serenar a México, y qué lejos, muy lejos se encuentra de domar a una pandemia que crece, se fortalece y se extiende por todo el territorio nacional, matando a miles de mexicanos que no aparecen en las estadísticas, en los números reales, que desde siempre han venido ocultando y manipulando.
Su estrategia para combatir al Covid-19 ha sido verdaderamente un rotundo fracaso. No han podido impedir la propagación de letal virus ni cortar las cadenas de transmisión y ascenso tan acelerado de contagios que día a día se muestran en sus maquilladas cifras. La epidemia en nuestro país no ha podido ser frenada, esa es la única realidad.
Y mientras López Obrador sigue recorriendo el sureste del país, donde él y su movimiento de Morena tienen amplios seguidores, a los que fue a visitar para de paso promover a sus futuros candidatos, en el norte y parte del centro del país se organizan enardecidos opositores a su gobierno para darle a la población más elementos de enojo, para alimentar su rabia en contra de quien de forma muy irresponsable no usa cubre bocas en tiempos de muerte por la letal pandemia.
Dice ir bien, muy bien en su gobierno; dice que siempre sí se generarán empleos, que pronto estaremos en óptimas condiciones para reactivar toda la economía; dice también que ya no hay corrupción pero salen a la luz pública negocios que hacen o pretenden hacer al amparo del poder, personajes turbios, corruptos, cínicos y abusivos, como Manuel Bartlett Díaz, Rocío Nalhe y el chiapaneco Zoe Robledo, director general del IMSS, que siendo socio de algunas empresas que le maneja su hermano Gabino, como funcionario y contratista, le ha adjudicado de forma directa contratos en Puebla, con su amigo el gobernador Miguel Barbosa, sin la preocupación de ser señalado o sancionado por la Función Pública, que parece nunca encontrará elementos para proceder en consecuencia en contra de estos delincuentes gubernamentales.
Son muchos los frentes abiertos que tiene el Presidente del “primero los pobres”; el de esa frase muy atractiva de nunca mentir, nunca robar y nunca traicionar, pero muchos mexicanos se sienten engañados, traicionados y robados por miembros del gabinete que se dedican a hacer negocios sin castigo alguno.
Dicen médicos enojados por el ocultamiento de la verdad respecto del Coronavirus que basta de demagogia, de política y de palabras huecas. Alzan la voz luego de seguirse sintiendo ofendidos por los comentarios del presidente y porque los materiales que les dan para trabajar son de ínfima calidad, lo que hace que se expongan más de la cuenta intentando salvar vidas.
Entre ellos hay desánimo y estrés por la poca empatía del gobierno hacia el personal de salud, que es el que se encuentra en el primer frente de batalla.
Mucho camino de esta temporada de dolor, de incertidumbre y de angustia para todos falta por recorrer. Y lamentablemente, muchos no nos sentimos bien representados, bien gobernador, bien protegidos.
López Obrador dilapida su fortaleza, derrumba el respeto ciudadano, ofende con su conducta arrogante, necia y soberbia, la inteligencia de muchos que creían que él sí podría acabar con los males que aquejan a México y que son la marca de la casa: corrupción, mentira, delincuencia, engaño, impunidad, influyentismo, robo, saqueo, injusticia, abuso de poder.
Y lo que nos falta.
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