Hay que tener cuidado por el COVID-19, pareciera que todo está permitido, más cuando se trata de tu privacidad; entendemos que todos debemos tener en cuenta las indicaciones que nos den, como estar en casa y al pendiente de los semáforos, pero también hay que saber que la dignidad humana va relacionada con la privacidad; es muy común que mientras más tecnología se tenga, en los celulares, carros, computadoras, no sabemos o desconocemos las implicaciones que se tengan; lo preocupante es que es información que tienen los particulares y que puede ser usada para las personas que lo pidan.
Ahora es muy común que las aplicaciones tengan el ritmo cardiaco, cuánto ejercicio haces, qué música te gusta; se va creando un perfil de tus visitas a las páginas de internet, de las noticias que acostumbras buscar, los programas que puedes ver; todo eso pareciera inofensivo, pero en realidad este tipo de información se recaba de tu intimidad, lo que hace que la tecnología comience a tomar decisiones por ti, como es el caso de algo tan sencillo, salir de casa; aunque desde una perspectiva axiológica esté justificado o no, es importante saber que no se ha dado el consentimiento para que estas empresas tecnológicas, que son creadas para darnos servicios, sepan dónde estamos.
La problemática concreta refiere a si existe el consentimiento; lo voy a explicar de la siguiente manera, cuando compras un teléfono, se vuelve necesario que tenga aplicaciones, como mensajes, o que puedas buscar un lugar, pero la decisión por lo que tienes, compras o contratas ese servicio, es porque quieres obtener el beneficio, por lo que la privacidad incluso se encuentra fuera del comercio, debido a que atiende a la dignidad humana; por ello, no podemos comerciar. Lo anterior nos lleva a pensar algo más sencillo, ¿damos el consentimiento para que estas empresas tengan datos sobre nosotros?, ¿en caso de que no queramos compartir estos datos, se respeta nuestra libertad de contratar?
Es muy sencillo, yo quiero tener celular, pero no quiero que sepan dónde estoy, por cuestiones de seguridad; eso ya no es posible, al comprar el celular, parecería, que quiero que sepan el lugar en que me encuentro, pero no es así; yo lo uso para comunicarme, no para que tengan identificado mi lugar de trabajo o residencia, porque las personas no somos números más; me niego a pensar que podemos ser porcentajes o cifras; la dignidad protege eso, el problema es de decisión, ¿sabes lo que estás permitiendo cuando contratas un servicio?, y ¿qué pasa si te das cuenta pero tienes que contratar el servicio o te lo dan de tu trabajo?, tienes que ceder lo más esencial del ser humano, que es tu dignidad, así como voluntad; hay que tener cuidado, vamos a una era de identificación plena sin consentimiento que, por contingencias, parece que todo es valido.
* Doctor en Derecho por la UNAM, con Mención Honorífica. Posdoctorado en la Universidad Autónoma de Querétaro. Profesor de Derecho Constitucional y Argumentación Jurídica en el Posgrado en Derecho de la UNAM. Investigador en materia de Derechos Humanos.
Twitter: @obregon_levi