Miércoles y jueves de esta semana, el presidente Andrés Manuel López Obrador hará una visita a su homólogo de los Estados Unidos, Donald Trump. Es la primer salida del tabasqueño en su calidad de mandatario nacional.
Llama la atención que sea justo al vecino del norte, en momentos complicados para México, por el crecimiento en las cifras de contagiados y fallecidos a consecuencia del Covid-19, por las ansias por regresar a una nueva normalidad. Sus bonos han bajado en el ánimo ciudadano y Trump está encarrerado en la búsqueda de una reelección, que los especialistas ven un poco lejana. Esto ha provocado indignación, dudas, apoyo de sus seguidores, de todo se ha dado.
La falta de interés del presidente de México por los viajes internacionales es sorprendente. No quiso ir al Foro Internacional de Davos, donde la asistencia de los mandatarios mexicanos era una tradición; tampoco fue a la Cumbre de los principales líderes mundiales en Japón, agrupados en el Grupo de los 20, en Osaka. Evadió estar presente en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
“No voy a viajar sin motivo”, dijo al iniciar su gestión. “No quiero hacer turismo político. Tengo muchas cosas que hacer en este país. Siempre he pensado que la mejor política exterior es la política interna”, refirió en marzo de 2019.
La última vez que AMLO abandonó el país fue en septiembre de 2017, cuando viajó a Washington y a Cantabria, en el norte de España, para visitar las tierras de su difunto abuelo”.
Andrés Manuel ha querido darle una nueva imagen a México en el mundo, sin percatarse que la economía nacional depende de la integración global. Nuestro país podría usar más compradores para sus exportaciones ante la permanente amenaza de los Estados Unidos de aumentar los aranceles a los productos mexicanos. Atraer a turistas internacionales también es importante, pues la industria del turismo se ha convertido en la más importante sólo debajo de las remesas y las exportaciones de petróleo como generadoras de divisas.
Pareciera que el Presidente mexicano no le da importancia a lo que sucede en el mundo y a la interrelación de nuestro país con las demás naciones, porque todas sus señales han estado en esa línea.
Por eso llama la atención su visita a Donald Trump. Diplomáticos y analistas critican la connotación política que rodea al encuentro que tiene como pretexto la entrada en vigor del T-MEC, el primero de julio. Trump ve esta visita como un cálculo electoral al mostrarse junto al Presidente de México, país al que atacado ferozmente desde su campaña en 2016. Intenta sacar partido con sus electores y con la comunidad latina votante que es de alrededor de 15 millones de ciudadanos.
Para justificar el viaje, AMLO aseguró “Yo voy a representar a México en un asunto que considero fundamental para el desarrollo de la economía y voy también a agradecer el que el gobierno de Estados Unidos tenga un trato respetuoso a nosotros”. Pero esa razón es endeble. Sólo hay que recordar el muro que construye en la frontera, además de que insulta, desprecia, amenaza a los mexicanos en general y a los que viven en EU, los llamados delincuentes e incluso animales.
El ex embajador Bernardo Sepúlveda advirtió que el viaje es altamente inconveniente para el interés nacional debido a los efectos políticos negativos que habrá en ambos países y que serán perdurables.
Armando Vázquez-Ramos, fundador del Centro de Estudios California-México, sostuvo que reunirse con un mandatario despreciado en el mundo por su racismo y odio contra los mexicanos, inmigrantes y mujeres, puede ser el peor error diplomático de su gestión. “Para los 40 millones de mexicanos que vivimos en Estados Unidos sería vergonzoso y un insulto que la primera visita al exterior del presidente López Obrador fuera para ayudar a reelegir al peor presidente en la historia de los Estados Unidos”.
Otro problema para AMLO es la disminución de su popularidad. Todas las encuestas –con cifras diferentes- manejan su índice de aprobación a la baja y los resultados de esta visita pueden hacer que descienda aún más.
La población considera que no ha habido un eficiente manejo de la pandemia por Covid-19, además de que la economía nacional ha descendido peligrosamente y con ello la familiar –se han perdido dos millones de fuentes de empleo formales e informales-, además de que ha repuntado la inseguridad.
Todo esto configura un escenario en donde la víctima propicia pueda ser el mandatario mexicano, pero él, lamentablemente, no se ha dado cuenta o no puede evadir esa “invitación”.
Vista la ausencia de rentabilidad política, económica o social de esa próxima reunión con Trump, preguntamos: ¿a qué va Andrés Manuel a Estados Unidos?