No puede haber en México un avión más famoso que el TP-01 José María Morelos y Pavón, mejor conocido como el Avión Presidencial, al que se le ha sacado más provecho político y económico como ningún otro.
Después de permanecer por casi 600 días en los Estados Unidos, en donde la aeronave representó un gasto para los mexicanos por 30 millones de pesos aproximadamente, con motivo de su resguardo y mantenimiento. El Boeing 787-8, matrícula XC-MEX, regresa a México en donde se le ha dado un trato de estrella de cine, para continuar siendo cortina de humo, perdón, para continuar con su promoción de venta y rifa.
Sí, así como lo leyó, ambas cosas, porque de acuerdo a lo que anunció el gobierno federal; hay un posible comprador que hasta un anticipo ya dio, pero que la rifa sigue en pie, bueno, lo que sea que eso quiera decir para fines prácticos.
El caso es que la tan anunciada rifa que es una de las opciones que se manejaron por la complicación que ha representado su venta, ya le redituó ganancias a su promotor por parte de los empresarios más acaudalados del país, quienes se vieron “dispuestos”, “voluntariamente” en adquirir varios de los boletos que se les ofreció al término de una cena en Palacio.
Sin embargo, independientemente que se manejó en un principio que en realidad sí se rifaría la costosa aeronave, lo cual nunca pudo ser posible; se anunció que se llevará a cabo un sorteo en la Lotería Nacional con un premio equivalente al precio del aparato.
El sorteo se realizará el 15 de septiembre. Se repartirán 100 premios, con un valor total de 2,000 millones de pesos, sin embargo, sólo se han vendido un cuarto de los boletos.
En realidad la venta o rifa no es lo importante, lo que sí lo es, es que el uso político que le ha dado el tabasqueño le ha sido demasiado útil, más, cuando se trata de distraer a todo el mundo con las que aparentemente son ocurrencias, como la propia rifa, incluso su venta.
Cuando estaba en campaña López Obrador, en busca de la presidencia de la República, no se cansó de señalar a la aeronave como un exceso de lujo de sus antecesores, un avión que ni Obama tenía, decía, aunque la verdad es otra, pero eso era lo de menos.
Al llegar al poder, en uno de sus muchos desplantes populistas, el 3 de diciembre de 2018, AMLO ordenó enviar el avión presidencial a los Estados Unidos para su venta. Al descubrir que tal acción no era posible legalmente, por la condición del contrato que el gobierno tiene con la empresa que vendió y acondicionó el TP-01, hábilmente buscó qué hacer con ella, y lo encontró, utilizarla hasta el día de hoy como uno de sus más socorridos distractores.
Ahora, en medio de una tragedia que se vive en nuestro país como consecuencia de la llegada del virus Covid-19 declarado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS), con decenas de miles de muertos que han enlutado a las familias mexicanas, aparece de nuevo en escena.
Aunque no parece ser el mejor momento para promover demasiado al lujoso aparato, pero con López Obrador no se sabe, aún gran parte del pueblo le cree y eso lo sabe, por lo que continuará con su activismo popular apoyándose de lo que sea necesario.
AMLO ha creado la imagen en el pueblo bueno y sabio de un presidente sencillo, y eso lo ha querido demostrar viajando en vuelos comerciales, despreciando hacerlo en el Avión Presidencial. Como lo hizo en su viaje a los Estados Unidos para agradecerle al presidente estadounidense Donald Trump el “buen trato” que ha tenido con los mexicanos.
Sin embargo, no sería necesario que viajara en vuelos comerciales, porque de quererlo tendría cómo hacerlo sin tantas complicaciones, o de otra forma, ¿por qué para traer al expresidente de Bolivia, Evo Morales, con todo y las complicaciones y favores que eso representó para México, si hubo aeronave? Y ¿por qué para traer a Emilio Lozoya desde España también? Ya ni hablar del equipo médico que se trajo desde China, o los restos de José José; y ¿para llevar al presidente a EE. UU., no?
Todo es un contra sentido, porque según lo afirmó el presidente: viajó a Washington con motivo de la firma del acuerdo comercial de México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC, que casualmente ya había entrado en vigor, no obstante, se llevó a cabo el evento, pero sin la presencia de Justin Trudeau, Primer Ministro canadiense. En fin; el caso es que iba a cerrar un gran acuerdo, con el presidente del país más poderoso del mundo, y el presidente mexicano ¿viajó en vuelo comercial?
Es como si hubiese llegado en su afamado Tsuru a la torre Trump, ubicada en Manhattan, Nueva York, para cerrar un importante negocio, de muchos millones de dólares, y en donde su contraparte lo hace en una camioneta lujosa, para después recibirlo a las puertas del majestuoso edificio, ¿en dónde queda la idea de la imagen como socio? y ¡claro! ¿Qué se podía esperar?, el trato de Trump lo dijo todo.
El caso es que si la aeronave termina vendiéndose o no, para los mexicanos será lo de menos. Porque se encuentran más preocupados por la enfermedad del Coronavirus y por saber si el día de mañana tendrán trabajo o no, para poder llevarle de comer a sus familias, y de conseguirlo, rezar por no ser víctimas de la delincuencia, porque de una o de otra forma, seguirán viviendo el infortunio.