Querido Diario:
Hoy me siento especialmente mal, mi autoestima está por el suelo. Cumplo varios meses de haber sido despedido de mis funciones de perro policía, reemplazado por los novatos perros guardianes militares.
Siento que no hay nada más desafortunado en este mundo que una vida de perro policía y peor aún, con grandes dificultades para encontrar quien quiera darle ocupación decente desde que se cerró la economía por la lucha a ciegas contra la pandemia del Coronavirus.
Cada día me resulta más difícil vivir de la calle, con todos los restaurantes, hoteles y lugares de diversión y de trabajo cerrados. La lucha por sobrevivir se ha intensificado y apenas si encuentro algo de restos de comida en los basureros de los perros vendedores ambulantes. Además, cada día se suman más y más perros, sin distinción de raza ni género, a los millones desempleados en el país y ni modo de irse a vivir al campo, donde sólo prospera el cultivo de estupefacientes, que explota a los muertos de hambre perros campesinos.
Lo más triste es que como nunca se necesita en este país una policía honesta y preparada, con verdaderos perros policías que sean respetados, pues con la crisis la delincuencia va en aumento pero al gobierno le preocupa más controlar las aduanas con canes militares y marinos, pues no confía en los viejos perros policías. Ya de nada sirve estar especializado en aduanas y los únicos perros policías que conservaron su trabajo en las aduanas son mis hocicudos amigos perros especializados en detectar droga.
Desgraciadamente, yo soy un perro común y corriente, sin especialización alguna. Nunca fui a la escuela, más allá de la primaria obligatoria y ya desde cachorro tuve que salir a la calle a buscar la comida yo solo. Sin embargo, tuve mis buenos tiempos en la época del auge petrolero, allá por 1978, cuando hasta un perro policía semianalfabeto como Arturo Durazo podía llegar a ser general y ganar harta lana, bueno, ni general era de a de veras, pero igual se le temía...hasta que vino la crisis petrolera de 1982 y el perro mundo se vino abajo, Durazo fue despojado de sus falsos galones y encarcelado, desprestigiando todavía más al gremio que, ciertamente, se ganó a pulso y puñetazos su mala reputación de abusos.
Siguieron años de penuria, al menos para los pocos perros policías comunes y corrientes no corruptos, pero muchos más se echaron a perder y se fueron con los narcotraficantes, otros hasta presumiendo su entrenamiento militar en el extranjero se contrataron de sicarios, los más conocidos como Zetas, perros ex policías y hasta desertores del Ejército a granel.
No fue sino hasta que se dió la alternancia con Fox que la policía mexicana volvió a ser temida de nuevo, con el jefazo de perro policía más rabioso que haya existido desde Durazo y que ´haiga sido como haiga sido´ logró repetir en el sexenio de Calderón. Sin embargo, sus perradas en compañía del Chapo fueron descubiertas cuando éste cayó en manos de los perros cazadores de la justicia estadounidense que atraparon al narcotraficante más buscado del planeta que andaba como dueño que era por su casa en Sinaloa. Luego agarraron a su presunto cómplice, el súper perro policía, que andaba en la luna en Miami cuando le cayeron los perros policías americanos y lo aprehendieron por presuntos sobornos del Chapo, que ya fue condenado a cadena perpetua más 30 años adicionales (no vaya a revivir el perro rabioso sinaloense).
La verdad si no fuera tan viejo me metería al Ejército, porque esto de ser perro policía ya no es vida. Si volviera a nacer, me gustaría ser un perro mascota, con una buena familia con niños, de preferencia una niña, las niñas son más cariñosas, y me portaría muy bien con ella y la protegería toda mi perruna vida.
Agosto 2020