A como dé lugar el desprestigiado senador Alejandro Armenia Mier se quiere hacer notar por esa enferma obsesión que tiene de sentirse ser el único con tamaños, con experiencia, con capacidad, para ocupar la alcaldía de la capital poblana y con ello, aspirar a la gubernatura del estado, que le pretendió quitar a la mala al entonces candidato Miguel Barbosa -hasta envenenarlo quería- para ser él quien llegara a Casa Aguayo.
Hoy se sube a la absurda defensa de la también senadora por Quintana Roo -sumamente cuestionada por su inmensa y repentina fortuna- Maribel Villegas, para decir que es una blanca palomita, muy trabajadora y que por ese sudor de su frente, acumuló en un año más de 30 millones de pesos, más lo que ya se había llevado.
Corrupto que protege a corrupta. Adolecen de lo mismo, autoridad moral. Ambos llevan la vena del dinero mal habido. Ambos arrastran una cola enorme de desagravios, de intolerancia, de juego sucio, de saqueos a las arcas de las dependencias en las que uno y otra han trabajado en sus respectivos estados.
Ambos faltos de decencia, de ética, de respeto a lo ajeno, de formación cívica. Los une la complicidad. El hambre de poder para amasar fortunas con dineros del pueblo. Ambos atacaban al partido que hoy representan y defienden. Carecen de identidad propia y los mueve la perversidad política.
Él, un retrógrado de aquel priismo y prepotente actor del hurto; ella, una advenediza con suerte que brinca de un partido a otro, haciendo a su paso todo tipo de negocios con el único interés de ser inmensamente rica con dinero ajeno.
A Maribel la traté cuando apenas iniciaba en eso de la política, por promoción de un entrañable amigo, que la llevaba a todas partes para que la conocieran. Era sencilla, era humilde, con chispa y simpatía, pero le ganó el deseo de fortuna, no el de servir a través del sector público. Lo que quería era tener cuentas bancarias, propiedades, lujos, y lo consiguió en extremo y sumamente rápido.
Ambos personajes no son de fiar. Los mueve el mismo propósito que a muchos políticos de ayer y hoy: lana, lana, lana. Su desprestigio desprestigia al partido de quien dice que se acabó la corrupción; su desprestigio tarde que temprano les cobrará la factura si los ciudadanos dejan la ceguera y el silencio para repudiarlos, para señalaros, para que sean castigados por sus desempeños al margen de la ley, la cordura, la decencia, la honorabilidad.
Ambos se protegen, ambos son cómplices de todo tipo de irregularidades. ¿Se habrán intercambiado propiedades entre Puebla y Quintana Roo para irse de la mano contra la moral?
¿Ladrón que protege a ladrona? ¿O son ladrones de amor al prójimo, al desamparado, al ciudadano común?
Lo que se ve, es que cuando la mala entraña se junta, la epidemia crece. Ese par mata tercia. Ese par es veneno puro para el pueblo bueno. Uno y otra quieren gobernar sus entidades. De lograrlo, terminarán mal y no vivirán en sus lujosos domicilios, sino en uno con rejas.
Quieren pasar por encima de la ley; quieren mostrarse limpios, impolutos, decentes, honorables, pero son la otra cara de la moneda.
Armenta Mier, apoyado por Ricardo Monreal, va contra Miguel Barbosa, Gabriel Biestro, Fernando Manzanilla y Claudia Rivera Vivanco, entre otros; Maribel Villegas, va contra Carlos Joaquín González, Mara Lezama, Laura Beristain, Nivardo Mena y Pedro Joaquin Delbouis.
Ambos, Armenta y Villegas, son ejemplo de la mala política, de esa que ha enriquecido a unos cuantos y empobrecido a millones, y van, con el descrédito a cuestas, a intentar hacerle surcos a los presupuestos estatales, eso claro, si el pueblo de Quintana Roo y de Puebla se los permiten.
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