Esta entrega se debió titular entre lo público y lo privado, pero definitivamente el título no sería tan atractivo, aunque sí hablaría de una realidad lamentable que se vive dentro de la clase política mexicana.
Tal vez habrá visto durante la semana pasada una nota donde el diputado Sergio Pérez de morena (para variar), solicitaría o solicitó a la mesa directiva de la cámara de diputados se le permitiera sembrar una planta de mariguana en la explanada central del recinto legislativo, como una señal de su postura ante la despenalización total en el uso de esta planta.
Hay que recordar que hace unas semanas en la cámara de senadores se votó a favor de la despenalización del uso lúdico de la mariguana, con lo que el dictamen se remitió a su similar en San Lázaro para que se lleve a cabo la discusión y la virtual aprobación del mismo, de lograrse se estaría despenalizando en todo el territorio nacional el consumo de esta sustancia con ciertos límites.
Mi postura personal sobre el tema, es que la despenalización en el consumo es una medida adecuada, como diría el marqués de Beccaría en su obra “Tratado de los delitos y las penas”, mientras más se prohíbe algo, más es su atractivo para obtenerse o cometerse, pero eso no quiere decir que se deba confundir una actividad privada con la acción del estado, en ambas esferas siempre debe haber un limite aunque sea tenue.
El hecho de que muchos cambios en la esfera privada se den desde la esfera pública, no significa que sean lo mismo, de hecho desde el punto de vista de la teoría política no entenderlo sería además de lamentable hasta riesgoso, algo que está pasando con la clase política contemporánea, que no entiende mucho de lo que está haciendo.
¿Tiene algo de malo que se legisle a favor del matrimonio igualitario, a favor del uso lúdico de la mariguana, a favor de la libre elección en el aborto, entre otros temas?, definitivamente no; si consideramos que vivimos en una sociedad donde supuestamente la libertad es algo fundamental, el derecho a tomar las decisiones que mejor le parezcan a cada persona con el límite de no afectar a terceros, definitivamente es algo que debemos tutelar, aunque eso no quiere decir que la protección deba ir más allá del cuidar que se respete ese derecho.
Desde el punto de vista de lo público y lo privado, la libertad encierra el ejercicio de un derecho que se entiende fundamentalmente en el ámbito de la vida privada, la igualdad es el pilar de la esfera pública, la de la colectividad y el bien común, espacios donde la acción del estado debe ser diferente, incluso teóricamente hablando el pensamiento liberal y por tanto neoliberal, reclama una limitación de la acción estatal en el espacio privado.
Los temas contemporáneos de los que estamos hablando, tienen detrás el ejercicio de una libertad, libertad a contraer matrimonio con una persona del mismo sexo o con quien sea, a consumir a nivel personal mariguana o incluso la libertad de elegir el interrumpir un embarazo, derechos que se deben ejercer en el ámbito privado, insistimos, con la garantía del estado de que se respetarán a aquellos que deseen ejercerlos.
¿Dónde está el error o exceso?. Si recordamos la libertad tiene un límite que es el derecho de terceros y viceversa, particularmente de aquellos que no comparten la postura y que ese derecho se ejecuta por cada persona desde el ámbito privado, creo que aun hay discusiones pendientes sobre otros temas adyacentes, antes de promover estos derechos dentro de la sociedad como un gran avance de apertura y democracia, pues inevitablemente se cometerán errores que son en mucho explicación de la descomposición social que vivimos.
Las campañas que los defensores de estos temas modernos quieren que se implementen desde el estado, son incluso violatorias de derechos humanos, pues en el tema por ejemplo de sexualidad, mientras el sector LGBTTTIQ reclama que desde la escuela se eduque desde una visión asexual para que niños y niñas tengan derecho a definir su sexo cuando tengan herramientas para hacerlo, los miembros de las familias tradicionales reclaman su derecho a educar a sus hijos sexualmente como mejor les parezca, bajo esta tesitura ¿quién tiene la razón, quién tiene mejor derecho?.
El asunto es simple, que el estado garantice el ejercicio de las libertades de todos, siempre y cuando no se comprometa la seguridad estatal, respecto a terceros, sobre todo niños y niñas, esperemos a que estén en edad de ejercer por propio derecho esas libertades, mientras tanto demos respeto y espacio a las características de su edad; pensar que el estado debe hacer campañas fastuosas para promover el reconocimiento de estos nuevos derechos es un error que ya nos está saliendo caro.
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Delegado Presidente de la Delegación Valle de México del
Colegio de Abogados del Estado de México