Una de las eternas discusiones desde que vivimos dentro del capitalismo es si un gobierno u otro es diferente y mejor que el anterior, pero realmente son idénticos. Como lo dice el título de esta colaboración, lo que toca el sistema se convierte automáticamente en sistema, así es que esperar cambios disruptivos que emanen de lo que ha tocado el andamiaje institucional es un sinsentido más en esta realidad tan ilógica que vivimos agresivamente desde hace ya prácticamente tres décadas.
Y el asunto no es que los gobernantes sean cooptados por el sueño del renombre, el prestigio y el glamour que da un cargo hasta que lo ocupan, sino que todos son metidos en una máquina de estandarización de la forma en la que ven el mundo desde que se incorporan a un partido político, pues los partidos, sin importar si se digan de derecha o izquierda, son la materialización de la competencia permitida, que ninguna posibilidad o amenaza de cambio representan para el sistema que los creó; doscientos años, cuando menos, de lo mismo, avalan esta afirmación.
Esa eterna discusión ha tomado cierta fuerza en nuestro país con el discurso de: “nosotros no somos iguales”, “la mafia del poder”, “los conservadores”, etc.; algunos cuestionan a los actuales de ser peores que los anteriores, mientras que los actuales incluso defienden su pureza, argumentando que, aunque con corruptelas, son menos malos que los del pasado, y eso, en consecuencia, los hace mejores.
Los seres humanos de a pie le tenemos terror a pensar y hasta intentar convencernos de que no hay nada superior a nosotros, sobre todo cuando se trata de Dios; y no es que yo sea ateo o invite a serlo, pero, usando este punto de partida como ejemplo, hasta en esta realidad material y común necesitamos estar convencidos de que tarde o temprano aparecerá alguien que nos resolverá la vida, una utopía cómoda que nos formulamos sin preguntarnos si en la historia de la humanidad alguna vez se ha hecho realidad el mismo sueño que seguramente han tenido otros o, por el contrario, si en efecto el viejo Marx tiene razón y la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, a lo que habría que añadirle: “sin cambio alguno, por más que se prometa o intente”.
Quienes defienden la idea de cambio, por tanto, no hacen más que aferrarse a la ilusión de que el cambio es posible, pero la manzana no puede caer muy lejos del árbol, y si imaginamos lo que significa el término sistema cuando hablamos de él, veremos que, aunque con ciertas contradicciones, los componentes no pueden ser tan diferentes del todo; así es que los partidos políticos no son tan distintos del Estado y el gobierno.
Uno de los rasgos distintivos del capitalismo, además de su necesaria desigualdad social, es la importancia y el papel que el andamiaje jurídico juega dentro del sistema. No importa si lo visualizamos desde una óptica nacional o global: el derecho, y por tanto las normas, juegan un papel ideologizador, pero también limítrofe entre lo permitido y lo no permitido por la finalidad última del modelo vigente.
Desde que se crea, pero sobre todo se constituye, una organización que cumple con una serie de requisitos que la ley le impone para su existencia, comienza ese proceso ideologizador y limitante que el sistema le impone. A finales de los 70’s se cooptó con financiamiento público a la oposición del partido en el poder que algún peligro le representaba al sistema, pues por un lado no recibían subsidio desde el gobierno y por el otro estaban dispuestos a estallar revoluciones armadas; a principios de este siglo se cooptó a la sociedad civil organizada con el otorgamiento de presupuesto para la defensa de causas sociales, que también alguna crítica hacía del modelo desde la lógica de la desigualdad; ahora se ha cooptado al ciudadano común y corriente, que lamentablemente necesita con urgencia el subsidio que se le da cada cierto tiempo bajo la idea de becas y programas sociales. La estrategia ha sido la misma.
Derecho y dinero han sido dos mecanismos infalibles para ir ajustando y absorbiendo cualquier polo crítico sobre el sistema, el Estado y el gobierno. Todos estamos dispuestos a recibir dinero que llega hasta cierto punto de manera fácil, cuando lo justo y hasta digno sería exigir respuestas para resolver de fondo los efectos de la desigualdad económica y social, pero implicaría hablar de un modelo que no sería el capitalismo, y de hecho ni el socialismo; en esta polaridad también hay truco.
Cuando decimos que todo lo que toca el sistema se convierte inevitablemente en sistema es porque, con la ley y los subsidios, han convencido a la oposición, a la sociedad civil organizada —empezando por los sindicatos— y a la población común y corriente a defender a ese sistema que en apariencia no es tan violento, pero que sigue oprimiendo a todos y condenándonos a participar en una realidad donde lo menos posible es que los sujetos alcancen una verdadera realización desde su individualidad y libertad.
ADDENDA
1. FELIZ DÍA DEL HOMBRE
¿Eso existe? En la misma línea del sistema, creo que sería mejor crear el día del ser humano, hombre, mujer o sea cual sea la identidad con la que la persona se asuma. Crear días para unos y otros no es sino un pretexto para seguir preservando la idea de una separación y exclusión ilógica, cuando lo necesario es resolver los problemas de fondo de una sociedad donde todos vamos en el mismo barco, empezando por la realidad compartida que vivimos como familias, las que al día de hoy están completamente desarticuladas, un problema que tiene su origen en la esfera económica y social, aunque no se crea.
2. SE EQUIVOCAN QUIENES CONVOCAN A LA VIOLENCIA, EL ODIO Y EL REGRESO DEL PORFIRISMO: SHEINBAUM
Perdón, ¿y qué han hecho ellos con su discurso los últimos siete años?
3. SOBRE LOS PANZONES MILLONARIOS 1 Y 2
Quería hablar de los dos panzones millonarios: Andy López Beltrán y el otro panzón millonario de Molotov, que ni sé cómo se llama, pero no dio tiempo. Veamos si la otra semana aún aguanta el tema para un par de reflexiones.
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Abogado postulante y miembro de la Escuela para la Formación Política y Sindical A.C.

