Actuar desde el anonimato es cómodo y seguro. Acusar, señalar, advertir, sugerir, proponer y hasta amenazar o difamar es sencillo cuando se oculta el rostro, el nombre, la identidad, toda, y se emplea un perfil ficticio o un pseudónimo.
Actuar de frente, dando el rostro, exponiendo la identidad y la tranquilidad requiere una buena dosis de valentía, de entereza para resistir la reacción que pudiera provocar algún señalamiento hecho desde un espacio público o privado -que no anónimo-. No es fácil hacer un planteamiento cuando se sabe que podría haber represalias, descalificaciones e incluso acciones legales.
Esa es una de las diferencias fundamentales entre las redes socio-digitales y el periodismo informativo, de opinión o interpretativo: asumir la responsabilidad de lo que se publica o se dice. El periodismo es más allá de una actividad técnica -para algunos todavía visto como oficio-, porque tiene un enorme impacto en la forma como piensa la sociedad, cómo se ve a sí misma y, por lo tanto, es un desafío profesional y ético.
En las redes socio-digitales y el espacio digital surgen perfiles, identidades ficticias y hasta “medios informativos” para atacar, amenazar, descalificar o presionar, sin asumir la responsabilidad de hacerlo con total claridad y transparencia. En ese nuevo “espacio público” se llena la discusión -que antes era sinónimo de libertad- de ruido, críticas, broncas, ataques, descalificaciones e incluso amenazas.
Bajo el argumento de la libertad de expresión, nadie ha querido entrar a ese debate y mucho menos a la regulación de lo que ahí sucede.
En los medios tradicionales: prensa, radio, televisión, cine, se debe trabajar y publicar en apego a marcos normativos generales y específicos, como el artículo 134 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley Federal de Telecomunicaciones, la Ley de Imprenta, la Ley General de Comunicación Social, por mencionar algunas leyes, además de reglamentos y lineamientos que establecen los alcances y limitaciones de la comunicación en México, sin considerar lo relativo al ámbito fiscal y administrativo.
En el ámbito digital y particularmente en las redes socio-digitales, prácticamente no hay nada. Basta contar con un dispositivo móvil y algunas fotos o diseños para crear los llamados “bots” (que es una cuenta automatizada y que administra un algoritmo, sin intervención humana) o “trolls” (que son personas que pueden ofender o distraer con publicaciones emocionales y que sí tienen intervención humana). Y a partir de los “bots” se crea un botnet que es una red de cuentas bot, administradas por un mismo individuo o grupo que crean tendencias en las redes. https://ijnet.org/es/story/todo-lo-que-hay-que-saber-sobre-trolls-bots-y-botnets
En estos tres casos: bots, trolls y botnet, el objetivo es generar una percepción -positiva o negativa- a partir -en muchos casos- de mentiras, bulos o fakenews. Ha sido un fenómeno creciente que en esta pandemia provocada por el COVID-19, motivó la advertencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por el fenómeno denominado: “Infodemia”, que es definida como una cantidad excesiva de información que dificulta que la gente encuentre información confiable y orientación fidedigna cuando se requiere. Se calculó que el 40 por ciento de la información que circula en las redes, en estos tiempos de pandemia, es falsa e incluso malintencionada. Así de grave es el fenómeno.
Por ello, en estos tiempos tan digitales, es urgente recuperar el papel del periodismo, del buen periodismo, aquel que se aleja de los intereses corruptos y del chantaje… porque también existe, como existe en la medicina, la abogacía, la contaduría, la política y muchos otros ámbitos, lamentablemente.
Ahora más que nunca se requiere de más y mejor periodismo que abone a la discusión pública, y se corte el paso a quienes desde el anonimato atacan, amenazan o distraen, según convenga a sus intereses. De lo contrario, el futuro será inmanejable y al final de la historia, todas y todos perderemos como sociedad.
PERCEPCIÓN
Concluyen las jornadas de promoción y comparecencias institucionales como parte del proceso de elección de quien encabezará la Rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de México. Será, sin duda, un proceso inédito en muchos aspectos y deberá fortalecer a la institución para crear una nueva etapa de fortaleza y prestigio renovado.
