Estamos a una semana de conocer la nueva composición política del Estado de México. Estamos a siete días de saber en realidad qué tanto apoyo mantiene el presidente Andrés Manuel López Obrador o si la base social que lo llevó al poder ha menguado.
Ese es uno de los temas que envuelven y que hacen particularmente interesantes a estas elecciones intermedias, porque suelen verse como una especie de referéndum para el gobierno federal en turno.
El presidente López Obrador mantiene muy alta su apuesta para conseguir una mayoría absoluta en el Congreso Federal y hacía allá van todos sus propósitos y todos sus afanes. No quiere que le hagan sombra a sus próximos tres años de gobierno.
Si nos atenemos a los hechos históricos, desde 1997 ninguna de las elecciones produjo una mayoría absoluta, ni para el partido gobernante ni para sus opositores. Hablamos de la era de los gobiernos divididos.
En 1997 y 2015, como partido gobernante, el PRI logró convertirse en la primera mayoría, mientras que en otras dos, 2003 y 2009, el PAN, como partido en el gobierno, bajó al segundo lugar en la votación.
Eso implica que las elecciones intermedias de 2003 y 2009 resultaron un voto de castigo para el partido en el poder, al no conseguir mantenerse como primera mayoría. En las primeras elecciones, el PAN perdió 7 puntos porcentuales y en las segundas sólo 5 puntos.
El PRI perdió más, en 1997 bajó 12 puntos su votación con respecto a las elecciones de tres años atrás; pasó de 52 a 40 por ciento, pero mantuvo cierta hegemonía.
En 2015, el PRI perdió menos, porcentualmente hablando, pues pasó de 34 a 31 por ciento; sin embargo, esas cifras ya hablaban de un gran descontento entre la ciudadanía, que se reflejó en las elecciones de 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador y su Movimiento de Regeneración Nacional arrasaron en las elecciones.
2021 es una incógnita porque, a pesar de que el nivel de aprobación del Presidente ha bajado de 2018 a la fecha, pues llegó a tener niveles de aceptación hasta de 80 por ciento y se mantuvo en 60 por ciento durante bastante tiempo. En este momento todavía mantiene un nivel de popularidad arriba de 50 por ciento.
Eso significa que, aunque debilitada, la popularidad López Obrador se mantiene muy alta entre la ciudadanía y eso puede ser un factor importante a la hora de emitir el voto.
Aunque, justo es decirlo, esos niveles de 80 por ciento, que llegó a tener al inicio de su régimen, se evaporaron, en buena parte por el desencanto en las clases medias que votaron masivamente por su propuesta de cambio.
Se mantiene la esperanza entre altos niveles de la población marginada, en pobreza y en ciertos círculos clasemedieros. Pero aún allí, a pesar de las grandes cantidades de dinero que les han arrojado, hay malestar por la desaparición de algunos programas como Prospera, Seguro Popular, comedores comunitarios, estancias infantiles, medicamentos contra el cáncer, entre otros.
Y es que, además, hay que considerar que una aprobación presidencial alta no necesariamente implica una votación alta a favor del partido gobernante. En 2003, Fox tenía una aprobación de 64 por ciento y su partido logró sólo 32 por ciento en las urnas. En 2009, Felipe Calderón disfrutaba de una alta popularidad (69 por ciento) y su partido sólo logró atraer a 30 por ciento de votantes.
Así que, una relativa alta aprobación de AMLO, no significa en automático que de ese nivel sea la votación que sus candidatos obtengan en las urnas.
En fin. Serán los ciudadanos quienes decidamos a nuestros representantes. Sólo el llamado a que la elección sea la mejor. Esperemos que el comportamiento de los actores políticos en esa semana sea madura y que no tengamos que lamentar más hechos delictivos.