Dijo José Martí que “la educación es como un árbol: se siembra una semilla y se abre en muchas ramas”. Bajo este silogismo del eminente poeta cubano, se hace necesaria e indispensable reflexionar acerca del impacto que el neo fenómeno biosocial denominado COVID-19 ha causado en el complejo edificio de la sociedad global.
Primero está el hecho y después surge el derecho. Este fenómeno de la acción social, recordando a Emily Durkheim, cobra una gran relevancia en la dimensión actual hombre-sociedad y en la acción del hombre y el hecho social.
Lo que pasó en los tiempos decimonónicos y en la mitad del siglo XX, requirió los conceptos válidos, vigentes e idóneos del momento para resolver y asumir sus paradigmas; así, hoy, en este tornado intempestivo, se necesita construir un discurso social y jurídico que abone a una cultura sobre este tema, basada en las conexiones y en el lenguaje global que amerita la dimensión del fenómeno.
Más allá de la construcción de este discurso y de estos entramados teóricos, debemos asumir respuestas y soluciones que nos permitan contar con instituciones fuertes y a prueba de la biología alterada o de cualquier otra contingencia.
Es necesario construir nuevas inteligencias, repensar y resignificar los derechos universales con el concurso de todas y todos: sociedad, academia y gobierno. Además, los derechos y los deberes tendrán que estar en una simetría tal que sean la vía real de la igualdad, la equidad y la dignidad.
La nueva dinámica societal no debe rebasar ninguna forma del Estado, pero el Estado debe estar siempre a la altura de la dinámica de la sociedad. Cada día nace un nuevo movimiento que, con diversas formas y en variadas latitudes del mundo, significa y converge en el mismo camino: la dignidad y la exaltación de libertades.
Los derechos a la salud, los movimientos feministas, la diversidad de género, el matrimonio igualitario y el reconocimiento a la interrupción legal del embarazo son efectos, entre muchos otros, de una nueva sociedad, hitos en el devenir del proceso civilizatorio de la humanidad.
Sigamos armando alianzas para escuchar y responder a las voces que la naturaleza social clama, solo entonces podremos, como decía Hans Kelsen, aspirar a un estado feliz.