El domingo 4 de junio de 2023 podría convertirse en una fecha histórica para la vida democrática del país: la desaparición del Partido Revolucionario Institucional.
Fundado el 4 de marzo de 1929 bajo el nombre de Partido Nacional Revolucionario por el expresidente Plutarco Elías Calles, y que logró gobernar y controlar prácticamente “todo” durante 70 años, estaría a punto de fenecer.
La fuerza de un Presidente de la República tricolor era tal, que tenía 128 senadores, 500 diputados, 32 gobernadores, 11 ministros de la Corte y los medios a su servicio. No se movían las hojas de los arboles pues, sino soplaba el huésped de Los Pinos.
Pero en las elecciones de 2018 acumuló únicamente el 13 por ciento de los sufragios emitidos; hoy sus bancadas en el Senado de la República y la Cámara de diputados son casi invisibles.
Las causas de que se escuchen los estertores tricolores: corrupción galopante, olvido de las bases, maquinaria aceitada sólo para beneficiar a los cercanos al poder, cambios cosméticos y nunca de fondo, nunca se atacó la pobreza de millones, aumento de la desigualdad, justicia solo para los de arriba, desempleo, impunidad, inseguridad, racismo desde las altas esferas.
Seguramente en unos meses perderán las elecciones en Oaxaca e Hidalgo, y solamente tendrán por defender Coahuila y el Estado de México.
¿Le conviene a la 4T aniquilar al PRI? ¿Es mejor para Andrés Manuel López Obrador tener a un disminuido y muy asustado tricolor como aliado? ¿Matando al PRI se muere también la alianza opositora Va por México?
¿Cobijaría a miles de priístas el Movimiento de Regeneración Nacional? ¿Los ex alcaldes, ex diputados, ex gobernadores y ex senadores al no encontrar oportunidades políticas, y ya no tener partido, encontrarían “chamba” en Morena?
Mientras encontramos respuestas a estas interrogantes en Palacio Nacional se deshoja la margarita: sepultamos al PRI o lo dejamos con vida.
Si concurren a sus exequias se corre el riesgo de que la historia juzgue al futuro expresidente López Obrador como dictador, de cortador de cabezas de sus adversarios políticos y hasta de jalador del gatillo que acabó con su competencia.
Pero si los deja vivos, si les deja una parte del país, con algunas prerrogativas, manejando recursos (presupuesto) y con algunos legisladores en las cámaras federales, se leerá en los libros, y se verá en los reportajes, que fue democrático y que únicamente los domó.
Claro que el Estado de México es la joya de la corona electoral; obviamente ahí está la gran lista nominal y por supuesto que se frotan las manos en la izquierda, porque ven cerca quedarse con la oficina más precisada: la que ve hacia La Plaza de los Mártires, esa plancha cívica en el corazón del centro histórico de Toluca.
La relación de Alfredo del Mazo con el titular del Ejecutivo Federal es sorprendentemente “muy buena”; no se conoce “bronca” alguna entre el Presidente y el gobernador mexiquense.
Sabe el nieto de Del Mazo Vélez que impulsando a su sucesor, él se convertiría en el “líder único de la oposición”, con posibilidades reales para algún día convertirse en Presidente de la República.
Sabe también el hijo de Del Mazo González que necesita de la alianza opositora, pero encabezada por su partido, el PRI. Esa decisión dejará sin posibilidades al ex alcalde de Huixquilucan, que quizá, ante la negativa tricolor, buscaría Movimiento Ciudadano.
Esa posibilidad llevaría a la boleta el 4 de junio del 2023 a dos grandes fuerzas, y a la chiquillada: PRI-PAN-PRD, Morena-Verde-PT y Convergencia.
¿Compitiendo por el Gobierno Federal, Delfina Gómez, Horacio Duarte o Higinio Martínez? ¿Por la chiquillada a Enrique Vargas?. ¿Quién será el gallo de Del Mazo Maza? ¿Nemer Álvarez, Secretario General de Gobierno?
Ya veremos qué sucede. Por lo pronto, mantener con vida al PRI, podría ser una jugada magistral de AMLO. De lo contrario, recuerde la fecha de caducidad del tricolor: 4/6/23
*Periodista, editor y radiodifusor
@GustavoRenteria
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