Marchamos buscando justicia por todas las que han sido violentadas.
Marchamos en memoria de las que ya no están y murieron asesinadas.
Marchamos por aquellas que aún no han regresado.
Marchamos para que se escuche nuestra voz; ya no queremos más mujeres y niñas violentadas, mujeres y niñas desaparecidas, mujeres y niñas abusadas, asesinadas solo por ser del sexo femenino.
Las mujeres salimos a marchar porque ya no queremos tener miedo al subir al autobús, caminar en una calle solas, estar en casa con el enemigo.
Las mujeres salimos a marchar por nosotras, por las nuestras y para que nadie más muera en manos de un cobarde.
Las mujeres salimos a marchar porque no queremos ser botín político, queremos aliadas y aliados que nos ayuden a construir estrategias para reeducar a los agresores, sostener a las mujeres violentadas para que sus hijos no repitan los círculos de la violencia, necesitamos leyes fuertes para los feminicidas, necesitamos castigos ejemplares a quien se atreva a tocar a una mujer o niña a la fuerza.
Las mujeres tenemos el coraje de levantar muros y monumentos a cambio de que nos regresen a las que nos faltan.
No esperen al próximo 8 de marzo para actuar, no busquen estrategias de cómo blindar y proteger monumentos u oficinas de gobierno, busquen cómo garantizar un transporte seguro, cómo castigar a violadores y feminicidas, para que nadie quiera lastimar a otra mujer.
La tarde del pasado 8 de marzo del 2022, vi a mujeres con sus bebés en brazos, con sus pequeñas hijas e hijos caminando, a madres de familia con los retratos de sus hijas implorando respuestas. Mujeres enojadas de ser presa de abusos, mujeres apoyando a otras mujeres.
Al caminar, fotografiaba en mi memoria los rostros de las mujeres de todas las edades que estaban ahí, con su lucha, con su dolor, pero todas unidas, sororas, para alzar la voz, la voz de las mujeres.
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