Una vez más las moradas, en un escenario marcado por la floración de las jacarandas, marcharon el 8 de marzo para vestir el futuro de morado, color del movimiento feminista, visibilizando una manera diferente de luchar, de expresarse, de proponer su agenda y hacer política.
Las feministas que vistieron de morado las ciudades en las que marcharon están organizadas en una lucha de género y de respeto a los derechos humanos plenos, inclusivos y abolicionistas de las prácticas de la sociedad patriarcal, tanto en el actuar como en la ley.
Mujeres empoderadas con el apoyo de muchas más (un millón de mexicanas que marcharon en diversas partes del país) y organizaciones que gritaron “ya basta” de una sociedad asimétrica patriarcal, de feminicidios, de menor salario a trabajo igual que el de los hombres, a la falta de oportunidades, al acoso, violencia, violaciones, así como a la trata que siguen viviendo mujeres y niñas.
Quizás el movimiento feminista sea el más auténtico, inclusivo, visible y numeroso en el México de hoy que ha logrado estar a la par de la agenda presidencial con una visión avanzada de izquierda que va más allá de la equidad, para inscribirse en el terreno de la igualdad con un sentido transversal en todos los órdenes, a fin de lograr que la agenda feminista baje a los niveles estatales, municipales, y tenga la visibilidad y ejercicio pleno en el ámbito federal.
En la crisis sanitaria, económica, política y de violencia que vive el país, sin duda, la participación de las mujeres es necesaria y determinante por tener una mirada diferente, ser incluyente, plural y apartidista, que trabaja en incidir en cambios profundos en el país. Su actuar en las decisiones comunitarias puede hacer la diferencia entre soluciones viables y otras que desconocen la vida de la sociedad en su expresión de calle.
La agenda feminista llega hasta la violencia digital; de esta manera cubre necesidades en los diferentes órdenes de la vida pública y privada, y se ocupa de su protección, de sus planes de acción, de trabajo y legislativos, los que verdaderamente pueden incidir en cambios de paradigma y formas de gobierno a las que la sociedad urge.