Por mucho tiempo el presidente Andrés López Obrador ha utilizado como retórica “sus otros datos” frente a la realidad, a pesar de las propias cifras oficiales; no importa si se trata de las condiciones político-sociales del país; de un crecimiento económico mediocre como consecuencia de decisiones erradas; del aumento sin precedente de la violencia; de la falta de medicamentos; del desempleo; etcétera, materialmente los utiliza en todos los temas, y que es innegable que son de suma importancia para los habitantes del país.
Los “otros datos” se enfatizan como el derecho que exige aquél que representa a la máxima autoridad, con un sentido perverso para “protegerse” como lo quiere hacer valer, y que más bien, es el derecho que debería exigir cualquier ciudadano, para conocer la verdad. Pero lejos de ello, el mandatario insiste en “defenderse”, principalmente, de las supuestas noticias calumniosas que, asegura, buscan imponer un golpe blando en su contra, de quienes son señalados por el dedo flamígero del tabasqueño; no quieren dejar de robar, y están enojados porque ya no tienen privilegios, por eso están en contra de la transformación, ha declarado constantemente.
Muchos se han preguntado, ¿realmente existe esa cuarta transformación? Y si existe ¿qué es?
A decir verdad, no representa nada la cuarta transformación, porque no es un concepto bien integrado que resulte de una ideología que busque consagrar una forma distinta de gobernar, de alcances inimaginables para conquistar el bienestar y la prosperidad para todos.
No obstante. haber probado diferentes tipos, formas y estilos de gobierno, sigue siendo el pueblo el principal receptor y, por ende, el primer afectado de esos intentos. Porque, incluso, pueden haber sido concebidos con las mejores intenciones, pero invariablemente se topan con el lastre de la corrupción.
¿Por qué habría de ser diferente el gobierno de López Obrador? La ideología del actual mandatario tiene como referente la época dorada del PRI, cuando lo controlaba absolutamente todo. Que de acuerdo a Vargas Llosa, representó a la “Dictadura Perfecta”.
No existe la forma en la que una mente que emerge de esos conceptos antiguos y destructores ofrezca algo distinto, algo nuevo. No lo hay. Esa misma forma de “gobernar”, ya la probó el país, con los gobiernos de Luis Echeverría Álvarez y López Portillo, y que en repetidas ocasiones se les ha comparado con el gobierno actual, que, irónicamente, ofrece como “una novedad”.
Salir todos los días a presumir que se trabaja mucho, sólo por el hecho de levantarse a las cinco de la mañana y sostener lo que más parece una reunión de amigos, que una de trabajo, que pueda darse por hecho que tiene el objeto de atender el problema de la seguridad de la Nación, termina por parecerse a todo, menos a eso. O, algo le está fallando a esa “estrategia” porque la violencia se ha multiplicado. Y ahora, con el descubrimiento de que los cuerpos aparentemente están siendo desaparecidos, de acuerdo a lo que se vio en Michoacán, entonces, las estadísticas mienten; ni los desaparecidos, ni las muertes violentas son las correctas. De hecho, los manejos de las cifras se adecúan más a los “otros datos”, que a la realidad.
Los “otros datos” sirven para que, envalentonado el mandatario pueda salir a esquivar su responsabilidad, al tiempo de burlarse de todos; sus “otros datos” le sirven para decir lo que quiera, sin sentir la mínima responsabilidad de ofrecer pruebas de lo que declara.
En México, y ya se dio cuenta el mundo, es peligroso ser periodista o dedicarse a la comunicación. Si para quien debería estar obligado a poner atención y resolver el grave peligro que corre el medio, y en su lugar arremete a diario en su contra, entonces se convierte su discurso en un caldo de cultivo para arreciar la violencia en lugar de erradicarla. Minimizar el número de periodistas asesinados al compararlos con los más de cinco mil muertos en lo que va del año, porque solo fueron cinco, lo lleva en sentido contrario y presume oídos sordos a quienes le han exigido no ser indiferente. Además de que no son cinco, sino siete.
Por lo que con el uso exagerado de “sus otros datos”. El presidente deja en claro que lo único que le importa, es él mismo. Aún el ocho de marzo, el festejado fue él. Al mandatario sólo le importa la revocación de mandato con la idea de eternizarse en el poder; las próximas elecciones; o, la manera de ocultar los escándalos que involucran a integrantes de su familia, que descalifica sin pruebas. No sale a explicar nada y dirige la atención hacia un supuesto golpeteo con mentiras, no siente obligación alguna de demostrar con alguna prueba para desmentir de lo que se queja.
Lo cierto es que Carlos Loret de Mola y excepcionales mujeres de la política, le han venido descubriendo la falsedad del discurso añejo de más de 20 años que ha utilizado López, y por la condición que hoy ostenta, tan buenos resultados le ha dado, siempre apoyado en los errores de sus adversarios y negando los propios.
Ahora, son muchos personajes importantes del actual gobierno que han sido señalados por corruptos, las cifras, los datos y las investigaciones, lo confirman, pero aún gran parte de la sociedad sigue creyendo que todo es inventado, gracias a que el aludido sale todas las mañanas a ofrecer su “versión”. Que en voz del hombre más poderoso de México se pretende imponer como verdad absoluta.
No es lo mismo lo que puede publicar; aún con pruebas, fotografías, videos y documentos que demuestren con contundencia la versión de algún periodista. Que la potencia que ofrece la transmisión que llega a millones de mexicanos de las “mañaneras”; por lo que el talante autoritario se ha convertido en algo normal, se han dejado de lado los reclamos y poco a poco la sociedad se va acostumbrando, incluso, a olvidar los desatinos, mentiras, escándalos, y malos manejos de la gobernación.
¿A quién le sirven los otros datos? Al pueblo no.