A finales de los años sesentas y en los setentas el famoso filósofo, escritor y articulista francés de izquierda, Régis Debray, escribía sobre la guerra de baja intensidad. Este tipo de guerra, advertía el escritor, es una lucha con fines políticos, sociales y económicos que incluye desde las presiones diplomáticas hasta el terrorismo con objetivos selectivos, como era el caso. Señalaba, asimismo, que en esta estrategia se establecen alianzas con grupos que están muy lejos de ser democráticos y respetar los derechos humanos; se apoya en organizaciones paramilitares que siembran el terrorismo en comunidades seleccionadas quirúrgicamente donde se advierte el predominio de fuerzas ilegales (criminales).
La guerra de baja intensidad se enfocaba en países y regiones en vías de desarrollo en donde la confrontación se ha vuelto una realidad cotidiana. Se involucran organizaciones criminales con luchas fraticidas, también con intereses locales por tierras y fincas, surgidas de las mismas regiones.
Las luchas prolongadas suelen contar con recursos políticos, económicos e información militar estratégica. Esta última es una táctica entre grupos de diversa índole que se sitúa por debajo del nivel convencional de los grupos paramilitares o delincuenciales.
Los hechos de la semana pasada en Jalisco, Guanajuato, Michoacán y municipios como Ciudad Juárez y Tijuana sumaron 196 homicidios dolosos sólo el fin de semana. Recordé las reflexiones de Debray sobre la lucha por territorios soberanos y de libertad, que en el caso de México es por espacios de control de las organizaciones delincuenciales a fin de fortalecerse lo suficiente para poder negociar con quienes quieran pactar con ellos en fechas estratégicas.
En apariencia los intereses que se han jugado en estos actos de barbarie han sido de terror entre la población, económicos, y de desestabilización política en tiempos previos a los procesos electorales en el Estado de México (2023) y a la muy adelantada sucesión presidencial (2024).
No deja de llamar la atención y no debiera de sorprendernos que sigamos viviendo homicidios, quema de comercios, de vehículos y regiones incendiadas quirúrgicamente planeadas. No son acciones fortuitas.