Nuevamente un 19 de septiembre, pero ahora del 2022 nos sorprendió con un sismo de magnitud 7.7, todos lo vivimos de manera diferente.
Para muchas personas fue despertar un duelo, porque quizá en el temblor de 1985 o de 2017 tuvieron pérdidas de un ser querido, de una mascota, o incluso perdieron su casa.
Las vivencias traumáticas, como un sismo pueden aumentar las tasas de problemas de salud mental. Según los especialistas en salud mental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) una de cada diez personas desarrolla algún trastorno psiquiátrico que es posible tratarlo mediante terapias breves y estratégicas de autorregulación emocional y que quizá fueron revividas con el sismo de este lunes.
Esta situación puede alterar la salud mental tanto a corto como a largo plazo, aunque las reacciones emocionales pueden variar y dependen de la situación particular que se haya experimentado.
La primera fase, de impacto o choque, es cuando se presenta el evento catastrófico, su duración es muy breve, pero genera una experiencia intensamente angustiante.
Las personas tienden a presentar confusión, miedo, un estado de irrealidad, shock e histeria. Durante esta etapa el fin principal es la supervivencia.
Inmediatamente después sigue la fase de reacción, en la cual se huye del lugar, hay ansiedad y pensamientos repetidos sobre lo ocurrido, se busca la compañía de la familia y los amigos, esta fase dura unas cuantas horas.
Posteriormente, la fase heroica se caracteriza por un breve estado de sensación de optimismo, un aumento en el altruismo y la cooperación, se produce la vinculación de la comunidad y se fortalecen las redes sociales; sin embargo, algunos autores han sugerido que durante esta fase también se presenta ansiedad, pensamientos repetitivos sobre lo ocurrido y síntomas de depresión; pero éstos pueden estar enmascarados por el breve estado de optimismo y la necesidad de ayudar. Por lo general, esta fase dura unos cuantos días y hasta dos semanas.
Luego viene la fase de desilusión, durante la cual las personas deben enfrentar la realidad de su situación, se tiende a experimentar un estado de ánimo depresivo. Esta fase puede durar desde algunos meses hasta un año o más.
Por último, durante la fase de reconstrucción, las personas deben adaptarse de nuevo a una vida normal; trabajan a pesar de la pena y comienzan a aceptar las nuevas situaciones que los rodean.
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