"Sentimos que nos consumimos por dentro", "estoy perdiendo tiempo y ya no puedo hacer lo que me apasiona", "el regreso a la actividad presencial nos ha colocado mucha tensión", "entre tantas actividades que debemos atender de la escuela, debemos priorizar y el tiempo sigue sin alcanzar", "ya hasta me siento mal por hacer cosas (como el ejercicio) que antes me daban mucho placer y me ayudaban a desestresarme".
Esas son algunas de las expresiones que me han compartido estudiantes de licenciatura, quienes están preocupados/as por lo que el futuro les depara. No tienen la certeza de que podrán salir adelante, sobre todo cuando sus docentes les insisten en que "si estudian comunicación, no tendrán trabajo". Bastante alentador ¿No? Pero es mentira. Sí hay trabajo.
Luego de más de 19 años en la docencia, he podido observar -relativamente cerca- cómo han evolucionado las generaciones de jóvenes. Sí ha habido cambios sustanciales.
Lo que algunos definen como "hipersensibilidad" al entorno, que incluso se ha traducido en la etiqueta de "generación de cristal", es en realidad una expresión de desesperanza. Su tono de voz es francamente triste, parece que han perdido la ilusión de un futuro alentador.
Conforme han avanzado en la licenciatura, parece que más que entusiasmo han obtenido desaliento, miedo, dudas y una gran carga sobre sus hombros, porque -habrá que añadir- la profesión que han elegido (comunicación) sigue sin ser comprendida en su complejidad. Me explico:
A todo mundo le parece que "hacer comunicación" es algo fácil y simple, que cualquiera lo puede hacer y que no se requiere gran ciencia para dar resultados. Muchas personas creen que escribir un texto, tomar una buena fotografía, hacer un vídeo, un audio, son "cosas que cualquiera hace". Falso.
Al platicar con mis estudiantes (porque mi sentido arácnido no me falló), confirmé que “algo” no iba bien. Primero fue una joven quien trató de explicar lo que sentía y pensaba, y al preguntar al resto del grupo, poco a poco compartieron su pensamiento y sus emociones. Algo quedó claro: se sienten solos e incomprendidos y algunos de ellos no encuentran salida.
Desalentador, triste, deprimente y muy desesperanzador el escuchar a jóvenes de entre 19 y 20 años que expresan sus ideas de no alcanzarán un "buen nivel de desarrollo" o una "trayectoria sobresaliente" y están agobiados.
Sin ser experto en el tema, podría decir que es un grupo deprimido que ha perdido la alegría, el entusiasmo y la ilusión en torno a su carrera profesional.
Y al escucharles, recordé el refrán africano (que inspiró el nombre de este espacio en DigitalMex) que dice: "para educar a un niño se requiere la tribu entera", porque me queda claro que si esos jóvenes están en ese estado anímico, es porque nosotros (familias y docentes) hemos hecho -o dejado de hacer- "algo" que los ha formado en esa visión.
Quizá, enfrascados en una dinámica agitada donde hay poco tiempo para observar con detalle, calma y cuidado, no notamos el sufrimiento silencioso que están pasando esas juventudes, porque no es que sean de cristal; quizá ellas y ellos tienen más claro que nuestro sistema y modelo de vida no ha sido ni el más sano ni el más equilibrado para tener salud física, mental y emocional.
La preocupación que motiva esta reflexión parte de una pregunta: ¿Si jóvenes de 20 años -en muchas circunstancias a su favor- sienten desesperanza, que nos espera como sociedad en 20 o 30 años más?
PERCEPCIÓN
Solamente cuatro municipios mexiquenses: Atizapán de Zaragoza, Coacalco, Nezahualcóyotl y Tlalnepantla (de los 125 de la entidad) han decidido establecer acciones coordinadas con el Mecanismo de Protección Integral de Periodistas y Personas Defensoras de los Derechos Humanos del Estado de México. Ahí se muestra la voluntad por defender las libertades de expresión y de prensa.