La desaparición de los 43 jóvenes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Iguala, del Estado de Guerrero, que fue el resultado de una serie de hechos violentos ocurridos entre la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014, provocó, en gran medida, el quiebre del gobierno del ex presidente Enrique Peña Nieto, al que, el entonces aspirante a la presidencia de la República, Andrés López Obrador, se sumó a los padres de los normalistas, para exigir resultados.
La desaparición forzada de los jóvenes provocó un movimiento apoyado por los diferentes sectores de la sociedad, lo que lo proyectó a ser reconocido incluso, a nivel internacional.
La falta de resultados provocó la desesperación de las administraciones; primero la de Peña y ahora la de López Obrador, lo que ha empujado a sus titulares, a acelerar el paso, sin embargo; la investigación, depuración y resolución del voluminoso expediente no es tarea fácil, de ninguna forma.
El Ministerio Público, cuando actúa a toda prisa, por compromisos políticos, no le permite emplearse a fondo para indagar correctamente y con los elementos de prueba suficientes, bien identificados, pueda proceder a la acusación descubierta de los implicados y ofrecer, con base en la pericia del investigador y de todo el equipo de colaboradores, que se ha llegado a una verdad apegada con todos los elementos cercana a lo que ocurrió aquel día.
Pero, desafortunadamente, los tiempos de investigación, científicos y de habilidades del Ministerio Público no van necesariamente empatados con los tiempos que comprometen los políticos; es más, éstos se oponen al desarrollo natural de la investigación, para terminar, imponiendo una resolución alejada de la pericia del investigador.
¿Qué se ha ofrecido durante estos años?
El caso Ayotzinapa únicamente le sirvió al hoy inquilino de palacio nacional, para utilizarlo como medio para apresurar su llegada al poder, pero no es lo mismo ser borracho que cantinero, porque antes con desparpajo exigía y acusaba al gobierno de complicidad, pero los tiempos cambian, y hoy, en el poder ya no quiere aceptar culpa alguna.
El compromiso que hizo a los padres de los 43, no puede quedar ahí, con el movimiento que integraron, que hoy por hoy es uno de los más importantes, sería muy complicado pensar que va a desaparecer tan solo con palabrería, ya se lo hicieron saber al tabasqueño, a través del subsecretario Alejandro Encinas quien salió a ofrecer una verdad parecida a la de Murillo Karam.
Tal vez, lo que menos puede entenderse, es el hecho de saber que ahora los investigadores de ese momento, sean los perseguidos y no los criminales que sometieron y desaparecieron a los jóvenes, ¿cómo explicar eso?
Por cierto, son pocos los que no sepan, después del descubrimiento de hackeo a las fuerzas armadas, que se habían girado órdenes de aprehensión en contra de militares, aunque después la propia fiscalía reculó de ellas. Lo grave, es que cargará esa institución con el peso del desprestigio que es determinación acarrea, por siempre, porque ahora los militares se encuentran empoderados y no cederán a su postura, ni un centímetro.
Por consiguiente, el subsecretario Alejandro Encinas al presentar su informe se enredaron las cosas para el gobierno federal, a tal grado que terminó por renunciar el fiscal especializado y encargado del caso, Omar Gómez-Trejo, que la presentó casi de inmediato con los acontecimientos señalados, con lo anterior, queda el tema de los 43 con más dudas, que certeza.
A lo anterior, se suma el hecho de que el diario estadounidense The New York Times, publicó un reportaje en el que da cuenta de una entrevista al subsecretario Alejandro Encinas, quien advierte al diario que parte de la nueva evidencia que “no pudo verificarse como real”, “hay un porcentaje importante, muy importante, que está todo invalidado”, habría dicho Encinas al NYT. De acuerdo con el diario, la prisa del gobierno de Andrés Manuel López Obrador por entregar respuestas entorno a su compromiso, ocasionó una serie de tropiezos.
El problema, es que cuando se acelera una investigación penal, de cualquier caso, obligan a la autoridad investigadora a concentrarse en pruebas o testigos que no siempre resultan ser los idóneos, o con los que se puede apoyar para ofrecer un resultado profundo y bien analizado, y entonces, hasta se dejan de lado evidencias o sospechosos que pudieron haber aportado lo esencial para hacerlo.
La presión del presidente se ha dejado sentir, no únicamente en el tema de los 43 de Ayotzinapa, sino en todo lo que declara, peor aún, se atreve a señalar fecha para entregar respuestas, como con el aeropuerto Felipe Ángeles; o, el Tren Maya o, la refinería de Dos Bocas, a su ritmo, lo que ha provocado que: a la falta de estudios de impacto ambiental; de los permisos correspondientes, así como los diseños de obra, etcétera, lo tengan al borde del incumplimiento.
El ofrecimiento de López Obrador en el Caso Ayotzinapa, le representa un significado especial, que, no obstante, evidencia que todo fue concebido desde la ocurrencia, haciendo uso del micrófono matutino, para anunciarlo; lo que impide a quien pudiera asesorarlo poder intervenir de alguna forma para darle sentido y sustento a todo lo que dice.
Es por eso que todo se le viene complicando, por no apoyarse en nada ni en nadie, para soltar con descaro los días de entrega, sin valorarlo con su equipo, porque, parece que ni siquiera confía en ellos, y tal vez piensa que si dice alguna fecha la gente se olvidará, pero no ocurre así, menos se le olvidará a la prensa que todo guarda celosamente, especialmente sus declaraciones, y las mañaneras brindan un interminable material para el análisis
En resumen, el caso Ayotzinapa no arroja nada nuevo, y a considerar por tanto manoseo de las pruebas, y testigos, ni lo hará.