Gran cantidad de mexicanos ve con preocupación el futuro que se presenta incierto. Y no es para menos. Los males que nos aquejan son múltiples y variados, incluido un gobierno que fomenta la confrontación política y propicia un sinnúmero de afectaciones sociales. En medio del caos y la incertidumbre, al buscar literatura más optimista, me encontré un libro de Hans Rosling Factfulness. Porque las cosas están mejor de lo que piensas. Su lectura es muy interesante y dejaré un análisis más profundo para una posterior publicación.
Me limitaré, en esta ocasión, a comentar varios de los casos que describe el autor para combatir la ignorancia, mediante una visión del mundo basada en datos reales. Hans Rosling hace énfasis sobre la necesidad de tener conciencia plena de la realidad a través de los hechos. En nuestro país son justo los datos, y la realidad que muestran, los que nos llevan al pesimismo social, que amenaza nuestra forma de vida y está en franco retroceso en muchos de los avances que se registraban hasta antes de este gobierno.
En este espacio no pretendo dar números que hagan más compleja la comprensión de mi planteamiento. En lugar de eso, describiré algunos de los tópicos que, señala el autor, nos llevan a tener la concepción de que las cosas siempre empeoran, en la lucha de nosotros contra ellos (para nuestro caso, el pueblo contra los fifís según el presidente de la República), consumimos información, explotamos el miedo y el modo en que se percibe el progreso o retroceso según las partes involucradas. Estos elementos son:
1. El instinto de separación. Se nos presenta un estado de conciencia de un mundo de ricos que enfrenta un mundo de pobres. Y no es para menos, pues en los últimos cuatro años, aumentó la pobreza en México, se palpa en amplias zonas de país y el número de personas pobres se incrementó hasta llegar a 55 millones de pobres.
2. El instinto de negatividad. La mayoría piensa que el mundo va peor, se queda y se fomenta el recuerdo equivocado de un pasado mejor, además de la sensación de crueldad.
3. El instinto de línea recta. La población no crece en línea recta con pendiente positiva, y tenemos como resultado que el único método eficaz para erradicar la pobreza extrema y mejorar la vida de las personas sería incluir la educación y el uso adecuado de anticonceptivos.
4. El instinto del miedo. Con frecuencia prestamos atención a lo peligroso más improbable y pasamos por alto lo más arriesgado, el miedo distorsiona nuestra valoración de riesgo y provoca un daño terrible.
5. El instinto del tamaño. Prestamos atención a la víctima individual y visible en lugar de fijarnos en las cifras, nos lleva a emplear todos nuestros recursos en una pequeña parte del problema, nunca creas que una cifra puede ser significativa por sí misma, busca otra más, algo con lo cual compararla.
6. El instinto de generalización. Las generalizaciones resultan erróneas, son bloqueadores mentales para el razonamiento, recurrimos a raza y género estereotipados. Sorprende similitudes de personas que viven con ingresos muy similares de diferentes países y con enormes diferencias.
7. El instinto del destino. Creemos que las características innatas determinan el destino de las personas, de los países, de las religiones y de las culturas. Suponemos que estos aspectos están predestinados y son inevitables e inexorables.
8. El instinto de perspectiva única. En lugar de hablar únicamente con personas que están de acuerdo contigo o recopilar ejemplos que sustenten tus ideas, trata con personas que te contradigan, que estén en desacuerdo contigo y planteen ideas diferentes como excelente recurso para entender el mundo.
9. El instinto de culpa. Encontrar lo que parece una razón clara y sencilla por la que sucede algo da al traste con la capacidad de construir conciencia verdadera.
10. El instinto de urgencia. Pensamos en los peores escenarios y solemos tomar decisiones no correctas, las medidas no se han de tomar impulsadas por el miedo y la urgencia, sino por los datos y el análisis sin apasionamientos.
Tenemos que preocuparnos por las cosas que realmente importan. Por ejemplo, atender las necesidades de familiares y amigos. Si analizamos los datos correctos y los comparamos con otras fuentes, estaremos acercándonos a tomar decisiones acertadas en el rumbo que nos lleve a entender el mundo de mejor manera. Con una actitud diferente, este país podrá asumir su destino con optimismo, por más que el gobierno nos confronte y ofenda. Llenemos nuestro entorno de certeza y apostemos por nosotros mismos. Enfoquemos nuestra energía a construir una sociedad en libertad y gozando en plenitud del ejercicio de nuestros derechos, menos confrontada y con la capacidad de asumir nuestras responsabilidades.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
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