Esta semana, entre las notas más comentadas, nos encontramos las reacciones a la marcha organizada por ciudadanos. Una de ellas, singularmente sobresaliente: es la marcha convocada por el presidente en apoyo al presidente, organizada y financiada por el gobierno, por los gobiernos, en realidad. La revancha del presidente, como Díaz Ordaz que se organizó su marcha del desagravio. Es evidente el enojo, la molestia. Dice un lema, muchas veces repetido, que la boca habla de la abundancia del alma y al escuchar las mañaneras encontramos de qué está hecho Andrés Manuel. Insulta, descalifica, miente, no hace otra cosa. Busca ocultar la realidad social y política, divide y polariza para que no nos demos cuenta de la vida difícil de millones de mexicanos.
Es también claro que una transformación (para bien del país) no la puede conducir alguien que ha dedicado su vida y su carrera política a la confrontación y a la división, cuyas/os seguidoras/es han estado dispuestos a responder violentamente a la menor provocación. En nuestro país hemos tenido guerras, revoluciones, golpes de Estado, invasiones, reestructuraciones y reformas, dictaduras y simulaciones, pero nada que se asemeje a una transformación.
Juan Miguel Zunzunegui, en su libro El mito de las tres transformaciones, comenta que nuestras estructuras social, económica y política, se basan en el abuso, el agandalle institucional, el rencor social y el latente sentido de venganza. Época por época nos hemos etiquetado para odiarnos: monárquicos y republicanos, centralistas y federalistas, liberales y conservadores, rojos y mochos, patriotas y vendepatrias, nacos y pirrurris, chairos y fifís. Quien llega al poder impone su verdad por la fuerza, cada periodo se ofrece cambio y superación, para continuar con las pautas anteriores.
Justo en este ambiente de polarización, surge una iniciativa ciudadana como la defensa del INE, organizada por diversas asociaciones y seguida por millones de personas, y de inmediato es descalificada. Hasta el secretario de Gobernación ha llegado al extremo de decir que era una caricatura, en sentido de burla, y así la historia con cualquier idea o postura que no coincida con el pensamiento del amado líder, cualquier proyecto o candidato diferente de inmediato se convierte en un vertedero de odio.
Zunzunegui dice que la verdadera transformación colectiva, la verdadera transformación social sería aprender a dialogar entre nosotras/os, a dejar de odiarnos y vivir en paz, podríamos incluso declararnos la paz entre todas/os las/os mexicanas/os. Aunado a ello, es condición necesaria la transformación individual, cambiar nuestros condicionamientos psicológicos y patrones de conducta, dejar atrás la intolerancia, los prejuicios, el gandallismo, los odios y los rencores.
Señala el autor que el grupo en el poder corre el riesgo de transformarse en una mafia porque quien llega a él y pretende conservarlo será la nueva mafia similar a la anterior. Tal parece que no hemos superado el trauma de la conquista. Estamos llenos de individuos vengativos, no tanto en contra de la explotación y la humillación, sino por ser ellos los explotados y los humillados.
En México necesitamos un nuevo pacto social. Un gran acuerdo de todas/os para poder vivir y subsistir, coexistir y encontrar los medios para desarrollarnos. Necesitamos una visión de largo plazo no sólo sexenal, no sólo de la inmediatez. Este acuerdo debe incluir a los actores políticos, a los económicos y, especialmente, a los sociales. En este nuevo acuerdo debemos escucharnos todas/os, dialogar todas/os. Quienes siempre han estado, quienes nos hemos incorporado en las últimas décadas y quienes por diversas razones no han podido o no han tenido interés en romper las barreras que ocultan su voz. En este nuevo pacto deben incluirse quienes hasta ahora han considerado que lo suyo no es la política, debemos ayudarlas/os a entender que lo público es lo de todas/os, que abarca la política como la actividad que debería permitirnos vivir civilizadamente, encontrar la unidad en la diversidad.
Amar a México no sólo es amar su territorio, su historia o su cultura. Amar a México es amar a cada mexicana/o incluyendo a quien piensa, vive o es diferente del que vemos todos los días en el espejo. Un futuro común es posible. Podrá verse utópico en este momento, pero es fundamental ponernos en camino. Es obligación de todas/os dar los primeros pasos. Es nuestra obligación pensar en un país de todas/os y para todas/os, donde no exista el odio y encontremos la reconciliación.
Un país donde podamos ejercer nuestro derecho a criticar sin que nos insulten y aceptemos críticas sin insultar. Es posible tener un pacto social con individuos que tiene mucho en común porque comparten tiempo y espacio. Individuos que comparten intereses, cuya diversidad los enriquece en la convivencia cotidiana. Un México que ve al futuro en plenitud de capacidades, cuyas/os ciudadanas/os expresan sanamente sus diferencias, exigen respeto a sus derechos y cumplen con sus obligaciones. En el México que quiero hay justicia, hay libertad. Es un México que se renueva constantemente y se olvida del resentimiento. Es un México que quiero compartir con todas/os marchando hombro con hombro.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
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