De manera similar al “Día de la victoria ciudadana”, el 13 de noviembre, ahora les propongo que el día 27 del mismo mes, quede establecido como el “Día del acarreado”, en honor de las personas que, obligadas por su circunstancia económica, social o educativa, asisten a eventos, como la marcha (o desfile o procesión, como les guste más) que el presidente organizó para sí mismo, y que se percibió como una acción en contra de las/os ciudadanas/os. De hecho, México es el único país en el mundo donde el gobierno ha organizado una marcha en contra de los gobernados.
No conozco, ni me interesa conocer, el número de acarreados. Porque destacan más quienes no asistieron, como los senadores Ricardo Monreal e Higinio Martínez, que no llegaron por la torta y el frutsi, o tal vez no les interesaron los 300 pesos de viáticos. Como sea, circularon para rendir pleitesía todo tipo de servidores públicos que con listas en una mano e incienso en la otra, pasaban lista a los asistentes y sacralizaban al líder supremo, según lo describió León Krauze.
El pasado domingo vimos una regresión que pretendió recuperar el corporativismo, y hasta el sindicalismo del pasado, que tuvo plena vigencia en el “nacionalismo revolucionario” de triste memoria. También vimos que el “capitalismo de cuates” goza de cabal salud, pues a los empresarios amigos se le pidió apoyo y allí estuvieron. Claro, a los empresarios no amigos, les tocan las presiones fiscales, no las invitaciones al “informe”, según dicta el manual de los años 70 y 80.
El periodista Bernardo Gutiérrez Parra en su columna “Desde el café”, lo dijo muy claramente “…hay otros que no asistirán ni, aunque quisieran. No asistirán los más de 135 mil asesinados en los casi 48 meses que han transcurrido del sexenio; tampoco los 760 mil muertos por la pandemia; ni las 13 mil mujeres asesinadas cruelmente, ni los secuestrados”.
Agrega el autor, “…tampoco irán los colectivos de mujeres como Las Brujas del Mar, ni las madres de los desaparecidos, ni los grupos LGBTTTIQ, ni las organizaciones ambientalistas, ni los padres de los niños con cáncer. Dejarán de asistir cuatro millones de mexicanos que pertenecían a la clase media y ahora son pobres. Y los dos millones que eran pobres y ahora son miserables. No harán acto de presencia 5 millones de desempleados, ni las madres solteras que traen atravesado al presidente desde que les quitó las estancias infantiles (y las escuelas de tiempo completo)”.
En la marcha de la revancha faltó la autocrítica de los no alineados. Solo los privilegiados estuvieron en el evento, pero no en la marcha: Carlos Bremer, Paco Cervantes, Olegario Vázquez y Antonio del Valle, tuvieron su lugar VIP. Muchos más marcharon, pero no escucharon el mensaje durante el cual se vio un zócalo parcialmente vacío. Una marcha mal organizada, que dispuso de recursos públicos ilimitados. No les importó cometer peculado al disponer de todos los apoyos gubernamentales. La desorganización llegó al grado de que el presidente estuvo en medio de un mar de empujones, sin seguridad efectiva. Incluso Ebrard fue agredido.
No está de más insistir, los abundantes recursos para el “Día del acarreado”, que nadie dirá de dónde salieron, lo mismo para transporte, que alimentos y hospedaje. ¿Quién vigiló el uso de padrones de beneficiarios de programas sociales?, ¿quién lo investigará o al menos los denunciará? Ciertamente, también sobró la lamentable cobertura de la televisión estatal, que transmitió seis horas ininterrumpidas de halagos y entrevistas a múltiples personajes, todos a favor del amado líder. Fue como regresar en el túnel del tiempo, los reporteros de los canales gubernamentales se convirtieron en viles porristas del oficialismo. Jenaro Villamil debiera tener algo de vergüenza, admitir la realización de estos actos ilegales y renunciar. Al menos, los legisladores deberían exigir su renuncia, pero a nadie parece importarle.
En este “Día del acarreado” quedó clara la compra de voluntades que pretenderá el gobierno rumbo al proceso electoral de 2024, el clientelismo electorero que ha generado tomó la plaza pública. De igual manera, la unidad del movimiento del presidente está en riesgo latente, puesto que sus corcholatas no precisamente sabrán apaciguar a sus huestes, o para movilizarlos necesitarán mucho más dinero que el gastado este día.
Al presidente se le presenta un panorama difícil. Promover a su sucesora implica distraer recursos públicos y privados en favor de su causa durante más de un año, quizá año y medio hasta la elección. También quedó clara, de nueva cuenta, la simbiosis entre su partido y el gobierno. Bueno, hasta el ejército se vistió de civil y disimuladamente se distribuyó entre los asistentes a la marcha.
Así que ciudadanas/os ¡¡¡ánimo!!! Ahora es cuando tenemos que mostrar que el destino de este país está en nuestras manos y debemos evitar que nos dividan y, literalmente, nos echen a pelear. Sin importar las embestidas autoritarias, o que cotidianamente seamos insultadas/os o denostadas/os. El origen del futuro es la unidad ciudadana.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.