El presidente Andrés López Obrador es un personaje sin par. Ha sido objeto de innumerables artículos que le han dedicado analistas, psicólogos, investigadores, etcétera, así como especialistas en las diferentes ramas del conocimiento, para tratar de descubrir cuál es la fórmula de su éxito; la inquietud surge porque se pretende descubrir qué es lo que en realidad piensa, y con ello, saber qué proyecta hacer en las próximas elecciones, especialmente en las del 2024, cuando se elija al nuevo titular del ejecutivo federal que lo sustituya.
Una buena parte de las opiniones que ofrecen expertos en el tema político, describen al tabasqueño como alguien con una capacidad intelectual muy superior, que engaña a sus adversarios con la imagen de un personaje simple y sin ideas profundas, pero que se trata de un distractor para conquistar sus objetivos previamente trazados en un plan desarrollado magistralmente.
Otros, por el contrario, asumen que López es el resultado de una vida llena de rencores, egoísmos y traiciones; de una desesperada ambición de poder, sin el menor sentimiento de culpa, ni mucho menos de empatía hacia sus semejantes, por la misma razón, se instala en la idea de ser algo así como un iluminado, conocedor de todas las respuestas, con una imagen y verbo que convencen a cualquiera.
La lucha entre unos y otros es intensa, cada quien tendrá su particular visión, de acuerdo a su diagnóstico. No obstante, se ha venido documentando que el oriundo de Macuspana sigue al pie de la letra lo que otros intentaron y lograron con cierto éxito, por eso, se empeña en desarrollar lo que impone el Foro de Sao Pablo, de donde se presume, adopta la doctrina que determina su guion.
De ser así, no habría posibilidad de asumir la idea de que su accionar surge de la profundidad de sus reflexiones, porque entonces, dejaría ver que únicamente es un buen alumno. Lo que parece ser más coherente, pues ha demostrado que la improvisación es una característica descarada de su personalidad, irremediablemente ha dado como consecuencia que una parte inseparable de sus decisiones, va acompañada de fracasos innegables, algo que se vuelve evidente y doloroso para el pueblo que debería gobernar.
Destruirlo todo para edificar sobre ruinas, es su objetivo, mientras que acusa a gobiernos pasados de lo mal que se encuentran las cosas actualmente, y de paso, también por la falta de resultados. Convenciendo a quienes siquiera se toman la molestia en revisar lo que les dice el tabasqueño, para aceptarlo como verdadero o no, y terminar por creer, que “no lo dejan gobernar”. Para victimizarse, y para eso es un experto.
Independientemente de todo lo anterior, puede tratarse tan solo de un personaje simple y sin ideas propias, eso sí, con mucha ambición de poder, lo ha dejado en evidencia con la exigencia que sin rubor alguno ordena a “sus” congresistas, y que no le importa que se haga público, para pasar las reformas que les envía sin que se les haga ninguna modificación.
Propios y extraños temen al presidente, no le guardan respeto, porque bien saben de lo que es capaz; por eso, nadie se atreve a contradecirlo, aunque se encuentre ante un grave error, pues se va derecho y no se quita. La terquedad que lo caracteriza la ha llegado a presumir como una virtud. Por lo tanto, son muy pocos los que aún guardan la esperanza que en algún momento pueda rectificar en algo.
No lo ha hecho por voluntad propia, ni parece que exista la posibilidad de que lo haga en el futuro. Si lo llegara a hacer, tal vez, sería por causa de una fuerza externa. Aun así hay quienes guardan la esperanza que se dé de esa forma, a partir de provocar diferencias en los intereses con los Estados Unidos y Canadá, principalmente.
Sin embargo, EEUU ha demostrado que lo mueven sus propios intereses, es una potencia capitalista, y por algo lo es. México guarda una condición geográfica envidiable para muchas naciones del mundo, pero el actual gobierno, se empecina en provocar al gigante del norte, dinamitando la relación bilateral.
Por otro lado, no son tampoco, pocas las ocasiones en las que el presidente deja ver su nostalgia por el pasado, desde el uso del “trapiche” hasta la creencia de que PEMEX va a resurgir como una súper empresa capaz de obtener grandes beneficios a partir de su recuperación en la venta del petróleo, pero, ni ese sueño, ni los que lo han obsesionado, volverán al presente.
Con el poder que ostenta el oriundo de Macuspana se siente merecedor de encabezar lo que ha repetido incansable en presumir, una cuarta transformación, que sin llegar a descubrir cuál es para él la definición de esa cuarta transformación, que ha dejado como consecuencia, una destrucción que se asume casi irreparable por las condiciones financieras, de seguridad, salud y estabilidad social que dejará en el país.
La popularidad del tabasqueño llegará hasta el día aquel en el que se dejen de transmitir sus mañaneras, solo entonces, comprenderá el resto que aún falta por aceptarlo, que no había nada detrás del oligarca, y solo en ese momento se podrán dar cuenta de que su popularidad estaba sostenida con alfileres, sin ninguna consistencia, porque eso lo darían los resultados en la gobernación, y claro, no existe ninguno.
Bajo estas condiciones, son varios los analistas y escritores que han pronosticado un futuro bastante enrarecido para los mexicanos, con base en análisis del comportamiento de López Obrador. Para ponerlo en claro, hay quienes piensan que en caso de perder Morena, su partido, no lo aceptará y estará intentando un auto golpe de estado, también hay los que han dicho que intentará por todos los medios permanecer en el poder, o que lo controlará con un títere de por medio (corcholata, les dice).