La nueva geopolítica de México ya está marcada.
Hoy por hoy y por un buen lapso, Morena mantendrá el control del poder político y, a la par, del uso de los recursos públicos a nivel nacional, en los tres niveles de gobierno.
Preocupa, ciertamente, el uso faccioso del poder para ajustar la ley a contentillo del grupo dominante.
Por ello, son tiempos de que en México se conforme una oposición responsable, aguerrida y renovada.
Ya no deben más, los partidos opositores, cobijar a linajes que por décadas se heredaron el poder, concretando sus fortunas a través de la política gracias a prácticas como el dedazo, el tapado, la imposición y la simulación.
Prácticas así fueron para el PRI, la condena hacia su ocaso.
No se demerita la experiencia de los personajes añejos, pero es tiempo de darle la oportunidad a nuevos cuadros.
Con responsabilidad, los partidos opositores deben demostrar que se saben reinventar para defender el Estado de derecho, tan trastocado ya por el gobierno de López Obrador en estos años.
El escenario es peligroso si se conforman a ser solo espectadores desde la banca de la derrota.
Ojo, siendo oposición, hoy López Obrador y su movimiento son dueños casi del país entero, políticamente hablando. El camino ya está trazado.
Solo queda ser estrategas y algo muy importante, nunca dejar de estar del lado de la gente.
De lo contrario, la apatía y desilusión ciudadana seguirá fortaleciendo el abstencionismo, el gran ganador de la reciente jornada electoral en el Estado de México; apenas un 48.7 por ciento de electores acudieron a las urnas.