Vivimos tiempos de convulsión, más propiamente dicho, estamos en un entorno VUCA (acrónimo inglés de Volatility, Uncertainty, Complexity y Ambiguity), término que se aplica al entorno actual en el que las empresas deben prosperar, adaptándose a cambios muy rápidos en escenarios complejos, a menudo, de alta volatilidad. Este término tiene una amplia aplicación en política. Como las empresas, actualmente las y los políticos enfrentamos circunstancias a las que debemos adecuar nuestro desarrollo y que se identifican por: 1)volatilidad, gran velocidad en los cambios de las variables; 2)incertidumbre, existe la posibilidad pero no la seguridad de que ocurran cambios; 3)complejidad, muchas partes y variables interconectadas y 4)ambigüedad, no hay claridad entre las relaciones de las variables.
Así, el pasado proceso electoral tuvo como gran ganador al abstencionismo, de hecho, es la elección (tanto local como federal) con menos participación en los últimos años. Por ejemplo, en el año 2012 votó el 66% de la lista nominal, en 2015 votó el 50%, en 2017 votó el 53.8%, en 2018 votó el 67.9% en 2021 votó el 54.1% y en 2023 votó tan sólo el 49.8%. La oferta política no atrajo al electorado.
La gran hipótesis y apuesta de la coalición Va por México era promover la participación en alrededor del 60% basada en la motivación a la clase media para que acudiera a las urnas. Sin embargo, la coalición de Morena y satélites tuvo como estrategia imponer la idea de que todo estaba ya resuelto, que el resultado de la elección ya estaba definido y que no había nada que hacer. Utilizaron las encuestas como propaganda electoral, muchas de ellas sin cumplir requisitos técnico-científicos, y hasta el tribunal concedió la razón a un servidor en la correspondiente denuncia que presenté.
Si comparamos los resultados de la elección de 2017 y los de la encuesta de salida que publicó Mitofsky vemos que la votación de los hombres por Delfina pasó de 29.4% en 2017 a 49.7% en esta elección y, para el caso las mujeres, en 2017 votaron por Delfina el 27.4% y ahora el 45.7%. Aquí se rompe una primera gran hipótesis, ¿por qué las mujeres votaron por la candidata del partido que destruyó muchos de los apoyos con los que contaban hasta 2018 como estancias infantiles, presupuesto para la atención de cáncer, vacunas para los niños y escuelas de tiempo completo, entre otros?
Otra gran hipótesis era que los jóvenes saldrían a votar por su futuro y evitarían la destrucción de instituciones. Lamentablemente, esto tampoco sucedió. En 2017 el 31.8% de los jóvenes, entre 18 y 29 años, votaron por Delfina y ahora lo hicieron el 49.8%, mientras que Alejandra se quedó con 34.6% de los votos de este grupo de edad.
Un supuesto que sí se comprueba es que las personas con menor preparación académica, es decir, educación primaria o menos votaron más por Delfina, pasando de 22.5% en 2017 a 49% en esta elección. De este segmento Alejandra obtuvo el 31.2%. En el lado opuesto, quienes han estudiado universidad y más, Alejandra obtuvo el 49% de los votos y Delfina el 40.5%.
La visión de los problemas de los votantes de cada candidata es también muy diferente. El 51.6% de los partidarios de Delfina ven como principal problema la crisis económica, seguida por la inseguridad en 45.7% y la corrupción en 42.7%. Por su parte, los partidarios de Alejandra vieron un esquema diferente, para el 49% de ellos la corrupción es el mayor problema, seguido de la crisis económica en 37.2% y la inseguridad en 36.8%.
Finalmente, el supuesto de movilizar a la clase media, a favor de Alejandra, tampoco se dio en la proporción planeada. Aquellos cuyo ingreso está entre 1 y 3 salarios mínimos votaron por Delfina en un 49.6% contra 37.1% de Alejandra; quienes se ubican entre los 3 y 5 salarios mínimos votaron por Delfina en 64.9% contra 30.9% por Alejandra. En contraste, el 23.1% de quienes reciben ingresos por más de 5 salarios mínimos votaron por Delfina contra 52.2% que lo hicieron por Alejandra.
En esta elección ni los jóvenes ni la clase media se vio inspirada o motivada por las actividades de campaña a gobernadora. No les motivó a votar la inseguridad creciente, la situación económica, la falta de medicamentos en las clínicas de salud, la pobreza y la destrucción de instituciones. Tal vez sienten que no les afectará el nuevo gobierno, porque ellos están bien y que serán otros quienes padecerán la falta de servicios y obras.
Es también claro que muchos ciudadanos no encontraron en las propuestas la respuesta a sus problemas o el mensaje no llenó sus expectativas, ¿por qué?, ¿qué querían las y los ciudadanos de clase media no vinculados a la política? ¿Continuidad del actual gobierno estatal o cambio?
Es tiempo de replantear estrategias y seguir en la búsqueda de opciones que incentiven la participación ciudadana. Por mi parte, estoy convencido de que nadie quiere regresar al pasado, aunque este gobierno nos esté llevando a las épocas de los 70 y 80 del siglo pasado, sin que muchos ciudadanos lo perciban.
No concuerdo con la afirmación de que el cambio que se buscaba era ideológico y como dice Luis Rubio el anhelo ciudadano para el próximo gobierno está basado en: a) la edificación de un gobierno eficaz, b) una obsesión por el crecimiento económico y c) un sistema educativo para transformar a la población y conferir oportunidades que nunca habían sido posibles.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.