En las semanas anteriores nos ha tocado ver cómo se cuela la presencia de algunos familiares de políticos, y acontecimientos privados, en la escena nacional. En primer lugar, que Claudia se casó, luego que los hijos de Xóchitl asumen un papel activo en la campaña y para terminar que el hijo favorito de Andrés Manuel sigue haciendo de las suyas y ahora tenemos más evidencias del tráfico de influencias y corrupción que caracteriza a la administración federal.
Lo cierto es que los familiares juegan un papel indefinido en las campañas. Y son “utilizados” con la intención de darle un rostro más humano a la política. Aparentemente, la pretensión es trasladar los valores familiares a la campaña. Es como generar una telenovela sobre la vida privada, dejarnos entrar a la vida familiar, como seguro lo veremos en esta época decembrina cuando las y los aspirantes a las alcaldías y diputaciones posarán con su familia para dar un rostro hogareño a su imagen. Aunque muchas familias son utilizadas como ornamento en estampas navideñas porque muchos de sus integrantes ni siquiera pidieron ser parte de la actividad política de papá o mamá, sólo los ponen en la foto y listo.
Los familiares de las y los políticos suelen ser como “el elefante de la sala” cuando los primeros se convierten en candidatos. Nadie sabe qué hacer con ellas y ellos. Hay quien los utiliza eficientemente, como el esposo de Mariana Rodríguez que al perder su precandidatura presidencial ahora la impulsa a la alcaldía de Monterrey. Por supuesto, que ella sea buena en el manejo de las redes sociales y, en ciertos sectores, destaque como influencer, no significa que pudiera ser buena administradora pública. Primero tendrá que ser electa, ya veremos cómo se desarrolla este fenómeno.
Cuando estamos en campaña no sabemos qué papel debe jugar cada integrante de la familia, entonces ¿qué hacer y qué no hacer? La respuesta menos incierta es que depende el contexto en que se da la campaña, de tal suerte que resulta que para unos casos es una suma y diferenciador positivo frente al oponente, para otros es una resta, especialmente cuando no se tiene plan específico sobre la esposa o el esposo, los hijos, los padres, los hermanos, etc.
Ahora bien, cuando la familia no quiere participar está en lo cierto. No les podemos demandar que participen en la campaña de una manera que ellas o ellos no pidieron. El político es el candidato, no sus familiares. Obligarlos a jugar un papel en nuestras campañas sería tanto como pedirle a la esposa de un médico que sea su auxiliar o, incluso, comparta su responsabilidad extendiendo recetas. Lo cierto es que en las campañas se apela a las emociones que modifican el entorno familiar en cualquiera que sea el rol de los familiares.
En las campañas se administran emociones, por eso la intervención de la familia tiene la idea de exponer como atributos los valores familiares. La cuestión, y el gran riesgo, es que se lleva la campaña dentro de la casa y de igual manera los conflictos en la casa suelen llevarse a la campaña, y como es de esperarse pueden ocurrir errores o conductas que no contribuyen al éxito de una campaña. Esto incluso tiene impactos en la gestión de gobierno, por ejemplo, las administraciones de Almoloya de Juárez, Santiago Tianguistenco y Toluca, aunque seguro hay más que están latentes y, hasta ahora, ocultos.
Algunas veces la familia debe estar preparada para recibir agresiones por su familiar político, para ver las redes llenas de insultos. Incluso ha llegado el caso de tener que utilizar transporte o custodia especial, se convierten en figura visible en su círculo más cercano y ven alterada su vida cotidiana sin haberlo pedido; son sometidos a un protocolo inadvertido, pues le piden asistir a eventos y hasta participar en discusiones; lo menos que se les pide, y que parece más atractivo, es participar en causas que les son cómodas y contribuyen al éxito de los objetivos de su familiar.
Aún recuerdo lo gracioso que nos parecía en campaña Jesús Ernesto López, hijo del presidente y, unos años después de haberlo expuesto, fue duramente criticado por su exceso de peso y su ropa y artículos personales que no coincidían con el discurso de austeridad del papá, hubo mañanera para defenderlo, igual que defiende a los mayores, Andy y José Ramón, aunque estos últimos exhiben lujos y estándares de vida tan altos, que ni quien los pueda ayudar.
Vania de Dios, estratega de campañas, establece que actualmente los familiares están rompiendo paradigmas para jugar diversos tipos de papeles y establecer otras comunicaciones. Lo más importante es saber si la persona desea participar o no. Recordemos que, en estricto sentido, todo lo que hacemos comunica.
Vania de Dios, quien además de ser consultora tiene la experiencia de ser esposa de un político, presenta cuatro claves a considerar respecto a la participación de los familiares en campaña:
- Si participo a dónde vamos, con ello enfatiza la importancia de tener un plan en campaña; incluso capacitarse (los familiares) para que sepan actuar en caso de una crisis, pero en el día a día saber cuál es su rol, y evitar convertirse en la propia crisis por algún comentario fuera de lugar.
- Rol de la pareja, debe tener claro en qué momento es protagonista y en qué momento sólo espectador (sea cual sea el género); por ejemplo, no puede y no debe dar instrucciones al equipo de campaña o en su caso al gabinete.
- Qué cuentan, deben tener claro qué van a publicar (en redes) y a qué segmento se dirigen, si ayudan a hacer eco o posicionar temas específicos y nunca restar liderazgo a la o el candidato.
- Estrategia, cada campaña es diferente y se debe respetar la narrativa impulsada por la o el candidato, incluso si es paralela, y nunca buscar un papel protagónico sólo por ser familiar, no se debe olvidar que cada acción exhibida después de un tiempo puede ser utilizada (en positivo o negativo). La campaña es de profesionales, la campaña es corta y la familia será permanente.
Aquí los temas que cambian la dirección de las campañas en unos casos a favor y otros en contra. Y también cambian a los gobiernos cuando la presencia de familiares (y sus amigos) fomentan el tráfico de influencias y la corrupción en otras modalidades. Aunque, en caso contrario, logran abanderar causas sociales en beneficio de todas y todos.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.