Sus padres sólo sabían que salió a jugar, sin precisión de dónde estaba. Eran las 17:00 horas del segundo sábado de enero de 2024 cuando les informaron que a Juanito le había explotado un cohetón en plena cara, provocando severas lesiones en su mejilla y el globo ocular. La mano derecha con la que presuntamente sostenía el artefacto pirotécnico le fue amputada completamente por la onda expansiva generada por la detonación de la pólvora.
Minutos después, a bordo de la ambulancia que habría de trasladarlo al hospital más cercano, Juanito era atendido por José, el paramédico del turno B de la Estación de Protección Civil y Bomberos de la localidad, quien se esmeraba con destreza y rapidez para identificar sus lesiones y aplicar los vendajes e intervenciones preliminares para darle alivio, mantenerlo estable y consciente, hasta llegar al nosocomio.
Juanito lo miraba atónito con el único ojo que podía ver, ya que el otro estaba cerrado por la severa edematización y el vendaje contentivo que José le aplicó en el rostro. Rápidamente, con una técnica compresiva para detener la hemorragia, también vendó el muñón que le dejó en su antebrazo la pérdida de la mano, la cual, relató José, “aún la sentía; el niño a pesar de que sabía que ya no tenía mano, me decía que le dolía mucho… Ante esa expresión, te quedas frío”, reconoce el paramédico, a pesar de sus más de 15 años atendiendo emergencias.
De donde pudo, José sacó fuerza y voluntad para mantener consciente a Juanito; elegía con mucho cuidado las palabras y comentarios que le hacía al respecto de sus lesiones; trató de explicarle lo que estaba haciendo: le tomó los signos vitales y, uno a uno, se los iba comentando mientras los anotaba en su bitácora para después transmitirlos por la radiofrecuencia al Centro Regulador de Urgencias Médicas, el CRUM, como se le nombra en el ámbito prehospitalario.
Los diez minutos que tardó la ambulancia en llegar al hospital fueron eternos para José, sin embargo fue suficiente para estabilizar y mantener con vida a Juanito. Al entrar al área de urgencias, el niño fue recibido con el siguiente diagnóstico preliminar: “Paciente masculino de 11 años de edad, quien al encontrarse en calle fuera de su casa, sin compañía, sufre accidente por explosión de artefacto pirotécnico que tenía en mano, se desconoce más sobre accidente. Sufriendo lesión en mano derecha con amputación total, además de lesión facial que involucra ojo y mejilla derecha. Atención oftalmológica urgente y cirugía plástica”.
A las 19:00 horas de ese fatídico sábado, Juanito ya estaba siendo atendido en un hospital de tercer nivel. José y su compañero, Operador de la Ambulancia, habían cumplido su misión: Ayudar a quien lo necesita en una situación de emergencia, adecuadamente y en el menor tiempo posible, para prolongar su esperanza de vida. De regreso, mientras acomodaba nuevamente su equipo y volvía a sujetar el carro camilla para estar listo para la siguiente emergencia, José reflexiona sobre su profesión: “La mayor satisfacción es saber que cuando una persona está en el peor día de su vida, estar ahí y que yo pueda ser la diferencia, eso es maravilloso”.
Al día siguiente, a las 8:00 de la mañana, Juanito sería trasladado en un helicóptero a otra ciudad, en donde sería intervenido por especialistas pediátricos, cuyas manos se encargaron de salvarle el globo ocular y, mediante diversas cirugías, restablecer su salud. La rapidez y concentración con la que se debe actuar durante las emergencias impidió que José se acordará que, una semana antes del grave accidente de Juanito, habían llegado los reyes magos. Y qué bueno, porque no se hubiera atrevido a preguntarle cuáles fueron sus regalos, porque la vida, después de un accidente, no vuelve a ser igual. Esto es también protección civil. ¡Que su semana sea de éxito!
Hugo Antonio Espinosa Ramírez
Funcionario, Académico y Asesor en Gestión de Riesgos de Desastre
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
whatsApp: 5532213758