El gobierno federal tiene la obligación de hacer una medición de que tan efectivo ha sido su programa de etiquetar a todos los productos de consumo industrializado con los hologramas de exceso de calorías, grasa, etcétera, pues a dicha iniciativa no ha dado los resultados deseados.
En los hogares, salones de convivio y fiestas, trasporte público se siguen viendo en gran cantidad productos chatarra con dichas etiquetas y es frecuente ver en tiendas y supermercados el consumo de alimentos procesados en una impresionante cantidad.
Si lo viéramos desde el ámbito de la salud podríamos concluir que los índices de enfermedades degenerativas van en aumento y los casos de cáncer y diabetes ocupan un lugar preponderante que tienen su origen en una alimentación a base de esos productos.
No basta aplicar leyes y etiquetas si antes el gobierno federal, que debe ser garante de la salud de los mexicanos, no diseña e instaura un programa de educación en la materia bien elaborado. No lo hay, solo parafernalia como aquella de los la guerrita entre productos sanos contra los chatarra, narrados espectacularmente en medios masivos. No sirven, no educan, no concientizan. Muy pobremente, tal vez.
Ahora, una de las candidatas al gobierno federal, Claudia Sheinbaum plantea, sin bases sólidas, o la presentación de un programa, que se debe volver a la tradición de consumir principalmente tortillas, frijoles, quelites y todo aquello que comían nuestros ancestros que los mantenía sanosm como lo publica el diario El Universal.
La administración de Andrés Manuel López Obrador parece haberse allegado mediocres ganapán en el sector de la salud, al igual que las mediocre reporteras que no supieron más que reboletinar los boletines oficiales y hacer entrevistas, declaraciones o bailar al ritmo de viajes de migajas de las grandes trasnacionales de la salud.
Claudia no sabe lo que dijo. Perdónala Dios porque no sabe lo que dice, parafraseando aquel pasaje bíblico. Los asesinos conquistadores destruyeron la mayoría de los códices de las culturas mesoamericanas y aunque la base proteínica de la alimentación era, efectivamente, frijol y maíz, cono en China arroz y soya o en India lentejas y arroz, había otras alternativas.
Como en la cultura romana, con el ientaculum o desayuno romano, la base no era el trigo y el queso, sino frutos de la temporada para mantener a una estudiantada, población y, sobre todo, una legión militar sana.
Así, las culturas mexica y maya contaban con extraordinarios alimentos frescos de los árboles y del campo que eran la base de una salud extraordinaria y una fortaleza física excepcional que admiraba a las huestes de Hernán Cortes.
Hay que recordar, y seguramente lo ignora la señora Claudia, que el combustible del cerebro es la glucosa o azúcar natural en sus científicas dosis creadas por la naturaleza que permite que una persona, sobre todo niños que van a la escuela, estén lucidos.
México dio al mundo alimentos maravillosos cuyas propiedades o sustancias han acabado hasta en los laboratorios de medicamentos alopáticos: La papaya, el jitomate, el aguacate, entre otros muchos, como hortalizas y verduras, que no solo eran consumidos por nuestros ancestros sino que también eran venerados y hasta festividades de cada uno de ellos se llevaban a cabo en su ciclo de cosecha.
Doña Claudia Sheinbaun, si quiere cambiar los hábitos de los mexicanos y que no consuma alimentos chatarra y vuelvan a la tradición de “comer bien”, tendrá que allegarse de una gran literatura desde la Panza es primero, de Rius, hasta libros naturistas de grandes expertos en salud natural como los compilados en las series de Natura que durante algún tiempo tuvo a bien editar Editorial Posada hasta llegar a la Llave de la salud de Mahatma Gandhi, increíble cuestionador de lo que hoy retoma la candidata, quien deberá prescindir de mediocres funcionarios sexenales a sueldo.
*Presidente de la ONG Franature
