La crisis global de salud mental exige una nueva manera de pensar, una que desafíe y desmantele el estigma y la discriminación asociados con las enfermedades mentales. Para avanzar hacia niveles de atención adecuados, es necesario que reconozcamos y abordemos estas barreras sociales y culturales.
Se estima que más de 550 millones de personas en todo el mundo padecen depresión o trastornos de ansiedad. La depresión es una de las principales causas de discapacidad. Cada año, cerca de 800,000 personas mueren por suicidio, siendo la segunda causa principal de muerte en personas de 15 a 29 años.
En su obra "El suicidio", Émile Durkheim argumenta que el suicidio no es simplemente un acto individual, sino un fenómeno profundamente social. La desconexión y el aislamiento social, exacerbados por factores como la desigualdad económica, la inestabilidad laboral y la fragmentación comunitaria, crean un caldo de cultivo para la proliferación de trastornos mentales. La falta de apoyo y comprensión agrava aún más la situación, llevando a muchas personas a situaciones límite donde el suicidio se percibe como la única salida.
La salud mental no es sólo un problema individual, sino un desafío colectivo que requiere una respuesta integral y coordinada. Al adoptar una perspectiva que reconozca la interconexión entre la persona y la sociedad, podemos empezar a desmantelar las barreras que perpetúan el estigma y la discriminación, y avanzar hacia un mundo donde se pueda recibir el apoyo y la comprensión que se necesita.
En este contexto, les recomiendo leer Un perro rabioso. Noticias desde la depresión, del escritor mexicano Mauricio Montiel Figueiras, publicado por Editorial Turner en 2021. Montiel nos abre una ventana a su mente durante los momentos más intensos de su depresión. Con un estilo literario que oscila entre la crónica, el diario y el ensayo, explora las diferencias significativas entre estados anímicos y enfermedades mentales. Mientras que algunas personas pueden despertar tristes, nostálgicas o melancólicas, otras son diagnosticadas como depresivas, bipolares o esquizofrénicas.
Mauricio Montiel utiliza su pluma para desentrañar la complejidad de la experiencia depresiva, diferenciando entre las fluctuaciones emocionales comunes y los trastornos mentales clínicos. A través de su narración íntima y honesta, nos ofrece una comprensión profunda y matizada de cómo estas condiciones impactan la vida cotidiana y la percepción del yo. Este libro no sólo es una reflexión literaria sobre la enfermedad mental, sino también una invitación a empatizar y a comprender las luchas internas de quienes las padecen. Dice Maurico que “la falta de sentido existencial es feroz cuando se padece el trastorno depresivo. La vida se reduce a un dolor sordo, imposible de ubicar en una zona específica del organismo. Uno se pregunta constantemente: ¿para qué continuar? La depresión no discrimina; puede atraparte en cualquier momento y lugar, sin importar tu edad, género o condición social. Te aísla, te roba la capacidad de disfrutar las pequeñas cosas y te hunde en un abismo de desesperación del que parece no haber escape”.
¿Qué pasa por la mente de quien está deprimido? ¿Por qué una persona opta por el suicidio? ¿Cuáles son sus motivos? ¿Se puede hacer algo al respecto? Desde la filosofía, las ciencias médicas y la sociología, se ha intentado responder a estas preguntas, aunque en general siguen siendo un enigma.
La sociedad juzga y estigmatiza la depresión, lo que hace que esta condición sea doblemente difícil. Por ello, quienes la padecen rara vez se atreven a hablar. Nuestra identidad social se ha construido para funcionar de manera “normal” en una sociedad donde la mayoría está fuera de esa “normalidad”. El tabú de un diagnóstico depresivo persiste; estamos acostumbrados a mostrar sólo lo lindo de la vida. Rara vez nos tomamos una fotografía enojados o desesperados; capturamos momentos de felicidad, quizás porque somos conscientes de su carácter efímero. Nos incomoda todo aquello que parte del principio de realidad.
Cuando alguien nos pregunta ¿Cómo estás?, solemos responder: Muy bien, ¿y tú?. Nadie está preparado para escuchar muy mal, muy deprimido. Simplemente no estamos preparados para ello.
La depresión es más frecuente de lo que parece y de lo que se reconoce. Es un trastorno mental recurrente, diferente a las variaciones emocionales habituales, que altera las actividades familiares, escolares y laborales. La carga de la depresión y de otros trastornos mentales está en aumento.
Todos hemos tenido el corazón roto en algún momento de la vida. Todos hemos necesitado un abrazo de consuelo, un silencio cómplice, una presencia que no cuestiona, que sólo acompaña. Si todos hiciéramos un esfuerzo por ser un poco más empáticos con quienes valientemente reconocen atravesar procesos depresivos, podríamos mirarnos en ese espejo y dejaríamos de estigmatizarlos o minimizarlos.
Debemos ser conscientes de nuestra "carta de antecedentes emocionales" y no tener miedo ni vergüenza de reconocer ante el mundo lo que nos duele. Les invito a leer Un perro rabioso para comprender mejor la enfermedad e identificar estrategias para enfrentarla de una manera más efectiva.
La empatía y la comprensión son los primeros pasos hacia un mundo donde nadie tenga que enfrentar la oscuridad de la depresión en soledad. Juntos, podemos desmantelar los muros del estigma y construir puentes de apoyo y solidaridad. También podemos empezar por abrazar a aquellas personas con corazones quebrados por la pérdida de un ser querido que encontró en el suicidio una forma de escapar de su depresión.