Ante los acontecimientos y reformas que se han suscitado al final del sexenio del presidente Andrés López Obrador, habría que replantearse el significado que merecerá en adelante del que es calificado hasta la fecha, como el “mes patrio”.
Por principio de cuentas; no todos los mexicanos conocen el motivo, únicamente comparten la algarabía del festejo que se ha venido dando año con año cada 15 de septiembre con el grito de independencia y después, el desfile del 16. La razón debe o debería ser conocida por todo el pueblo, ya que no es cosa menor su significado.
De acuerdo a la historia que se ha inculcado en las escuelas y que, no necesariamente contiene la verdadera, se marca el inicio de la guerra de independencia de la corona española, y, con ella, se rinde reconocimiento a quienes participaron activamente en su preparación y desarrollo. El grito de Dolores representa la arenga del cura Miguel Hidalgo y Costilla de la madrugada del 16 de septiembre de 1810, aunque por costumbre, se celebra la noche del 15 de septiembre. Lo anterior, es motivo de celebrar y abrazar a quienes comparten la misma identidad.
En dicho evento histórico, participó mucha gente; unos reconocidos, otros no, de entre los reconocidos se mencionan a: Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, Juan Aldama; después se escucha el viva la independencia y ¡Viva México! Aunque diferentes gobiernos han querido imponer su propio sello, como ahora la cuarta transformación, pero lo que reconoce el pueblo es lo señalado anteriormente.
Ese evento, así como el de la Revolución Mexicana, une corazones en los confines del territorio nacional, en las embajadas o en cualquier parte dónde se encuentre algún mexicano.
Sin embargo, ante los acontecimientos que se han estado llevando a cabo con la toma del poder absoluto por parte del gobierno actual y, con el pretexto de que el pueblo les dio esa indicación con su voto; alevosa y ventajosamente imponen, con una mayoría inflada por todos lados ilegalmente, en el congreso, a través de reformas constitucionales con las que dan un golpe al estado de Derecho para deshacerse del único contra peso que les impedía servirse de esa mayoría con la cuchara grande para modificar a su antojo la Carta Magna, que hasta el día de hoy nos rige.
En el poder legislativo, haciendo uso de mentiras y abusando de la manipulación, ejecuta sin escuchar a nadie, lo que les ordenaron desde palacio nacional, construyendo con ello, el inicio de una autocracia, con el depósito del poder absoluto en manos de una persona.
Los engaños con los que excusan argumentos, son utilizados con el pretexto de limpiar de corrupción al poder que no se ha arrodillado a los designios de su líder; el judicial. A toda prisa, aprobaron reformas para deshacerse de aquellos que evitaron a través de la concesión de amparos, continuar con el desaseo de obras faraónicas que no cuentan con permisos y estudios exigidos por las normas.
Al hacer uso de la independencia judicial, Magistrados y Jueces evitaron atropellos y caprichos que encendieron de cólera al titular del ejecutivo; no por casualidad o alguna obscura razón, fue por no respetar las leyes establecidas; irónicamente, quien juró defender y respetar la constitución, fue quien no se cansó de mancillarla.
Aunque el sexenio que termina no causó mayor impacto y beneficio en términos generales para los mexicanos, si representó un gran retroceso en crecimiento, infraestructura, salud, seguridad, deuda y un sinfín de etcéteras con resultados negativos que deja a su paso.
Pero la reforma judicial, que en los hechos representa un golpe de Estado, tampoco está completa, se presenta sin reglamentación y todo cocinado al vapor que bien puede ser la evidencia clara de cómo se desarrolló todo el sexenio, lleno de decisiones tomadas más por el hígado, que por la razón.
Aplastando la dignidad de quienes se han opuesto o han criticado sus formas; la invisibilidad, acoso y ataques no faltaron durante las apariciones del primer mandatario en su programa televisado y transmitido en cadena nacional todos los días.
La consecuencia es el inicio de un nuevo país, no para bien, porque únicamente se puede identificar con otros que se encuentran en similares condiciones, como son: Nicaragua, Cuba o Venezuela, nada halagador para un futuro próximo, arrinconando a la población a un estancamiento histórico que únicamente con esos países se puede comparar.
México se aleja de su principal socio comercial, y se acerca a las tiranías de América, lo que adelanta que la obscuridad está llegando a tierra azteca, la cuál será difícil sacudirse, ya se demostró con las elecciones del 2 de junio pasado, de las que aún los ingenuos, adoptan como cierta la idea que 36 millones de ciudadanos efectivamente votaron por la continuidad de este régimen.
¿Qué se va a celebrar entonces en este mes?, de verdad ¿la independencia? O ¿el inicio de una supuesta democracia en la que no gana nadie más que quien se encuentra en el poder?, por lo anterior, es congruente el ¿¡Viva México!?