“Si quieres tener algo que nunca tuviste, debes hacer algo que nunca hiciste” (anónimo). Muchos amigos cercanos me expresan su preocupación sobre qué sucederá en este país con la destrucción de las instituciones y de la vida democrática a la que aspirábamos. La pregunta recurrente es ¿qué tenemos que hacer para recuperar el camino de la democracia y combatir al actual populismo? La respuesta, y explicación, puede ser muy larga, pero un enfoque muy práctico lo tenemos en el libro de El engaño populista, por qué se arruinan nuestros países y cómo rescatarlos de Axel Kaiser Barents-von y Gloria Álvarez.
Primero que nada, hay que tener claro que una gran mayoría de mexicanos (prácticamente todos) hemos nacido y crecido en una cultura estatista que nos convence de que “papá gobierno” debe solucionarlo todo, una cultura asistencialista y populista que nos cancela como ciudadanos responsables de nuestros actos. En ocasiones anteriores, he citado a los premios Nobel de Economía Acemoglu y Robinson, quienes afirman que, en países como México, hemos vivido (y aceptado) instituciones extractivas, que obedecen (y protegen) los intereses de grupos económicos asociados con los políticos de turno y no los intereses de la sociedad en su conjunto. Así, en lugar de proteger la propiedad privada, proporcionar servicios públicos (e infraestructura) confiables, tutelar la libertad contractual y mantener el orden legal, se orientan a extraer recursos de los muchos para los pocos.
Hay quienes (los populistas) consideran que el Estado debe tener el máximo poder posible para llevar a cabo un plan que supuestamente permitirá el progreso. Esta tendencia estatista no confía en los individuos y sus familias, su apuesta es fortalecer la autoridad gubernamental iluminada para refundar y dirigir el orden social a su voluntad. Para los populistas, la voluntad del líder es, por definición, la voluntad del pueblo, en suma, el Estado debe garantizar el derecho a ser felices porque cuenta con la fórmula mágica para lograrlo.
Pero… lectoras y lectores, yo les diría: no crean en fórmulas mágicas que vienen desde el poder, sean escépticos ante estos líderes que dicen tener la solución a todos los problemas. Hay que tener confianza en la libertad de las personas y rechazar las aventuras transformadoras. Hagámonos responsables de nuestras propias vidas, juguemos limpio y respetemos el proyecto de vida y la propiedad ajena.
Otro economista, premio Nobel de Economía en 1993, Douglass North nos dice que el éxito de las naciones son sus instituciones formales e informales. Las formales son la constitución y sus leyes y las informales más relevantes son las ideas, ideologías, prejuicios, mitos y dogmas. Las ideologías son sistemas de creencias organizadas que, con frecuencia, tienen origen religioso e incorporan ideas de cómo debe funcionar el mundo. No hay que perder de vista que las creencias individuales influyen en las decisiones colectivas.
En consecuencia, para derrotar al populismo debemos lograr que las ideas y los conceptos que hoy no son populares lleguen a serlo. Es decir, la derrota consiste en establecer un desafío para cambiar las ideas de la sociedad de manera que el sentido común, las creencias y valores predominantes sean aquellas que favorecen la libertad, la democracia y la prosperidad.
Es menester trabajar sobre las ideas, alejadas de las muchedumbres, para que la opinión pública cambie de dirección sus demandas. Es necesario tomar posiciones en las universidades, escuelas, medios de comunicación, escribir textos de difusión académicos, entrar en los medios de comunicación electrónicos e iglesias. Convencer a los empresarios de buena voluntad, especialmente a quienes han visto arruinados sus países, para que inviertan en think tanks y financien la difusión de las ideas liberales y democrática, incluso apostar por hacerlas masivas.
El triunfo de la libertad siempre ha sido de las minorías, decía Lord Acton, hay que trabajar en el mundo de las ideas, las ideologías y el lenguaje a fin de convertir valores y principios para la sociedad libre. El engaño populista es, entonces, no sólo un problema de líderes, sino fundamentalmente de público. Hay que comunicarse de manera inteligente y activa, para abrazar conscientemente aquellas ideas que promuevan la libertad, la democracia y la prosperidad.
Usted puede hacer la movilización online, funciona créalo, induce la expresión política, también induce la recopilación de información política y la participación electoral. Comparta esta breve idea con sus conocidos y amistades en sus redes sociales y grupos de WhatsApp (por ejemplo). Siga a personas que generen y compartan ideas de libertad y democracia, es reiterativo, pero no podemos darnos el lujo de olvidar lo importantes que son, y haga lo mismo, sea productor y consumidor de ideas que generen debate. Formemos opinión pública y combatamos el populismo destructor de instituciones.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.